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MASIFICACIÓN TURÍSTICA EN ESPAÑA El verano de la masificación turística llega a su fin entre cifras récord, protestas sociales y vítores de la patronal

El número de turistas que han visitado España en julio de este año han superado en un 3,1% las cifras pre pandemia. Con su llegada aumentan también los precios del alquiler y la masificación de entornos urbanos y naturales.

Playa turistas verano calor
Turistas y locales en una playa de Girona (Catalunya) en julio de 2024. Lorena Sopêna / Europa Press

Es oficial: el sector turístico español se ha recuperado del frenazo que sufrió en 2020 a raíz de la pandemia de la Covid-19. Entre junio y julio de 2024 han visitado España un total de 5,47 millones personas, un 2% más que en el mismo periodo del año anterior. Todo indica que nunca antes tanta gente vacacionó en este país. Así lo indica el histórico de la estadística experimental del INE de medición del turismo nacional y receptor, que recoge datos a partir de la posición de los teléfonos móviles desde el año 2019.

Durante años, ver subir el contador de visitantes ha sido razón de celebración para empresarios del sector y patronales. Pero este verano, su júbilo se ha visto aplacado por voces que critican el turismo masivo y su impacto en el tejido social, comercial y urbano de los destinos vacacionales de referencia. Estos son, principalmente, los municipios de las Islas Canarias, Illes Balears, la Costa Brava y la Costa del Sol, además de las capitales, Madrid y Barcelona.

Algunos de ellos, como las ciudades de Málaga, Ibiza, Palma o Barcelona, han sido estos meses escenarios de protestas multitudinarias en las que los vecinos han exigido un modelo de ciudad diferente al vigente. Y es que, lo que hasta hace unos años era un murmullo social que relacionaba la llegada masiva de turistas con la subida de los precios del alquiler o la sustitución del comercio local por lockers –consignas donde los turistas almacenan su equipaje–, se ha convertido este verano en una voz clara y transversal que ha señalado directamente a las autoridades locales, autonómicas y central competentes.

A falta de los datos de agosto, 2024 se postula como el año en el que se batirá el récord de visitas a nuestro país en verano y que el año pasado llegó a los 85,4 millones entre junio y agosto según la estadística del INE. A 31 de julio de este año ya se ha alcanzado el 64% de esa cifra. En ella se incluyen todas las personas que han pasado por estas provincias, hayan pernoctado en ella o no. Esto incluye a turistas que están menos de 24 horas en una localidad, pero también a quienes han estado varias horas en el recinto del aeropuerto de una ciudad sin llegar a hacer turismo en ella.

Las nuevas "mecas" turísticas

Entre las provincias más visitadas el pasado mes de junio y julio de este año están las de siempre: las tres valencianas, Valencia, Tarragona y Alicante, Barcelona, Madrid, Balears, Las Palmas, Girona, Cádiz o Málaga. Si se tienen en cuenta únicamente las personas que han reservado al menos una noche en un alojamiento turístico legal, como hoteles, camping, apartamentos turísticos y rurales, se cuelan en el ranking Murcia, Navarra o Toledo. Estos datos son recogidos por otras encuestas del INE sobre alojamientos turísticos hoteleros y extrahoteleros. Fuera de ellos están los muchos apartamentos turísticos ilegales ofertados a través de las plataformas digitales.

Como se ha venido señalando en prensa, mientras el cómputo de visitas a nivel nacional ha crecido, el crecimiento por provincias es irregular. Algunas, como Guadalajara o Araba han descendido en número de visitantes en comparación con el año 2019. Donde más ha crecido la llegada de turistas según la estadística del INE han sido Madrid, Asturias, Cantabria, Las Palmas, Zaragoza, Huesca o, algo más abajo en el ranking, Cádiz. Algunos de estos territorios, como Cantabria o Asturias, se han revelado como nuevos destinos de referencia.

Para que un territorio se convierta en un nuevo reclamo turístico es necesario que explote su identidad regional o, incluso, que se reduzca a elementos simples y mercantilizables. Así, Málaga tiene a Picasso, Balears la fiesta y la playa y Asturias su fama como "refugio climático". Para Ernesto Díaz, coordinador de la Plataforma para la Defensa de la Cordillera Cantábrica, "hablar de refugio climático en el contexto actual es un insulto a la inteligencia". Para empezar, explica el experto, las temperaturas han crecido y continuarán haciéndolo en toda España. De hecho, señala que "con la humedad del 90% que tenemos en Asturias, los 25 grados de aquí pueden resentir más la salud que los 35 de Sevilla".

Este concepto fue lanzado por el Gobierno asturiano tras la pandemia de la Covid-19, tras la cual "el turismo fue una de las apuestas para la recuperación económica", explica Díaz. La caída en picado de visitantes extranjeros llevó a administraciones y empresas del sector terciario de todo el Estado a desarrollar estrategias para impulsar el turismo nacional. Según repitieron medios y expertos entre 2020 y 2023, fue esto lo que salvó al sector de la quiebra.

Esta maniobra ha resultado especialmente fructífera en Madrid, donde la afluencia de turistas residentes en España ha crecido un 9,2% respecto a 2019. También en Asturias, con un 8% más que hace seis años y en Cantabria, con un 6,2%. De hecho, según recogió El Confidencial, este mes de julio se han alojado por primera vez más turistas nacionales –residentes en España– en Asturias (324.578) que en Málaga (322.754). Al menos, desde que existen registros. De nuevo, hay que tener en cuenta que estos datos sólo recogen los viajeros que han reservado al menos una noche en hoteles, apartamentos turísticos, campings o alojamientos rurales, dejando fuera los pisos turísticos ilegales.

No solo gentrifican los 'guiris'

Hace una década, Asturias era uno de los destinos favoritos de aquellos que buscaban hacer ecoturismo. Cientos de personas se adentraban en sus parques naturales, lagos y valles para avistar aves, hacer senderismo o rutas etnológicas. Pero desde la pandemia, la visita de foráneos –extranjeros o no– se ha disparado. La población flotante que conforman los turistas ha pasado de 424.801 en julio de 2019 a 935.571 en julio de 2024, según la estadística experimental del INE. El 71% de los que han visitado Asturias entre junio y julio procedían de alguna de las otras 51 provincias o ciudades autónomas españolas.

Esta proporción es más o menos común en todo el Estado: desde el 1 de junio de 2024, han recorrido España más turistas nacionales –3,27 millones– que internacionales –2,09 millones–. Y el equilibrio entre unos y otros varía en función de la provincia, hay algunas más habituadas a recibir a autóctonos que a ingleses, franceses o alemanes. Así, mientras en Valencia y los archipiélagos balear y canario los extranjeros suponen entre el 80% y 90% de sus visitantes, en Cantabria, Lleida o Castellón este porcentaje lo copan los residentes en España. 

"La administración contempla el crecimiento de turistas", asegura Ernesto Díaz. "Seguramente no alcance las cifras de Málaga, Barcelona o Palma, pero Gijón ya se está convirtiendo en una escala habitual de los cruceros". Por el momento, asegura a Público, la llegada de cruceristas no es "una cosa llamativa". Aunque, compara, "tampoco lo era el fenómeno turístico en Asturias hace 20 años".

¿Reduce el turismo nacional el impacto negativo de la turistificación? No necesariamente, responden los expertos consultados por este periódico. Para empezar, porque es el modelo turístico lo que es dañino: el lugar de origen de los visitantes es irrelevante si extranjeros y nacionales deciden alojarse en pisos turísticos ilegales en vez de otros establecimientos reglado. Evidentemente "viajar a Asturias en avión desde el extranjero tiene una huella de co2 más elevada", abunda Díaz, quien por otro lado cree que el turismo internacional es "más receptivo a las restricciones y los cupos" para acceder a determinados lugares turísticos.

Masificación, vivienda y precariedad

Si hay una provincia donde la turistificación muestra su cara más irónica es en Balears. Municipios como Eivissa (Ibiza) llegan a duplicar su población en época estival. De un lado, llegan los turistas extranjeros y autóctonos que viajan a la isla a disfrutar del sol, las playas y la fiesta. Del otro, trabajadores del sector servicios dispuestos a hacer la temporada de verano y ahorrar para el invierno.

La llegada masiva de los primeros ha hecho que algunos trabajadores no se puedan independizar y salir de la vivienda familiar. Incluso, algunos se ven obligados a vivir en roulottes y tiendas de campaña. Los colectivos por el derecho a la vivienda señalan directamente a la proliferación de viviendas turísticas en la subida del alquiler: un 22,8% entre el pasado julio y el del 2023, según datos de Idealista. A finales de ese mismo mes trascendió a la prensa que la Policía Nacional y la Guardia Civil habían desalojado a 200 personas de una finca cuyo propietario alquilaba para que los inquilinos durmieran en caravanas o tiendas de campaña.

Para Joan Buades, investigador en turismo y clima, el evento es una muestra a pequeña escala de lo que ocurre en el resto de la ciudad: "Hablamos de desahucios de forma individualizada, pero en Ibiza y Formentera la vivienda turística ha hecho un mega desahucio entre las clases populares, principalmente entre jóvenes y personas mayores".

A ello hay que sumarle el hecho de que una parte importante del parque de vivienda en estas ciudades son segundas residencias. De acuerdo a los últimos datos del INE, al menos un 32,2% de las viviendas de Balears son secundarias, mientras que en Ibiza hay un 20% de viviendas vacías. En Formentera, la cifra se eleva hasta un 37%. "No es posible que una minoría rentista local externa monopolice una cantidad de suelo construida inmensa mientras mucha gente, como los trabajadores del sector de la hostelería, teniendo un sueldo, no pueden pagarse una casa", denuncia Buades.

Ciudades como Málaga, con índices de turistificación también desorbitados, han sentido el impacto en los precios del alquiler. En una década, arrendar una vivienda en algunos municipios de Málaga se ha encarecido más de un 100%, como también lo ha hecho la compra–la segunda en el ranking detrás de Balears–. Al igual que en Ibiza, el encarecimiento de la vida –cesta de la compra, vivienda– ante una apariencia de progreso económico –más turistas– ha hecho prender la mecha del descontento social, que llevaba años latente.

"Sólo se puede acceder a la ciudad a través del consumo", explica Kike España, investigador investigador urbano e integrante del proyecto Overtourist City de la Universidad de Málaga, para referirse a Málaga. "Hay una relación con la ciudad absolutamente consumista, superficial, vaga, de un uso rápido, como si fuera comida rápida", añade. La turistificación "ha transformado la ciudad en un parque de atracciones vacío pensado para visitantes", y se ha convertido "en un esperpento cultural" donde "las iniciativas de base" quedan arrinconadas, "destruyendo cualquier tejido social".

Estos fenómenos son síntomas de que la política local está puesta al servicio del turista. Pero el visitante desarrolla una forma de vida diferente a la de los vecinos que lo habitan. Lo que, en palabras de Ernesto Díaz, lleva a crear una demanda ficticia "para ofrecer turismo donde antes no había nada".

Asfaltar la montaña, asustar a los osos

La Junta de Castilla y León está a punto de terminar el asfaltado de una pista forestal que permite a los vehículos subir hasta el Alto de La Farrapona, una montaña situada entre León y Asturias. La zona estaba habitada por osos que ahora se alejarán de ella, así como por vecinos que venían demandando esta carretera desde hacía una década. Tras todo esto se encuentran, también, los intereses turísticos.

Según explica Ernesto Díaz, la carretera es una suerte de continuación de la que en su momento construyó el Gobierno del Principado para facilitar el acceso a la cima de la parte asturiana de la misma cordillera, el Parque Natural de Somiedo. En la cima, el Principado hizo un mirador que se ha convertido en un reclamo turístico en la región. Para ello, "se asfaltó una pista forestal de tierra", explica Díaz. Antes subían la ladera una decena de personas al día. Ahora, relata, se cuentan por miles.

Díaz habla del mirador, de los osos, pero también de la pista de esquí que hicieron cerca de donde criaban los urogallos –una especie en peligro de extinción – en Picos de Europa, o de la multiplicación de las carreras de montaña que se celebran semanalmente en espacios naturales protegidos. "Todo va sumando", evidencia. "En las ciudades, cruceros y turismo urbano; en el espacio natural, carreras de montaña, asfalto, estaciones de esquí…estamos metiendo una carga turística excesiva". Concretamente, de un turista por cada dos vecinos –0,43 turistas/habitante–, según los cálculos realizados por Público en base a los datos de agosto de 2023.

Por ello, para los críticos con el turismo masivo la solución pasa irremediablemente por poner coto al número de turistas. En diciembre de 2023, la dirección del Parque Nacional de Picos de Europa, conformada por el Ministerio de Transición Ecológica, el Gobierno de Asturias, Cantabria y la Junta de Castilla y León, propuso discutir en el Patronato –el órgano consultivo del Parque en el que se discuten decisiones clave– el establecimiento de cupos de visitantes para los Lagos de Covadonga y la Ruta del Cares. Pero la propuesta no llegó a debatirse porque los alcaldes de algunos municipios la vetaron.

Tampoco la patronal del sector turístico está dispuesta a hacer retroceder la rueda del crecimiento. En la mañana del 6 de septiembre, la Organización de Hostelería y Turismo de Asturias (OTEA) se ha mostrado contrario a medidas como la ecotasa. Esta medida es "un impuesto que se aplicará a las personas que visitamos un territorio y que trata de compensar los impactos del turismo", explica Ernesto Díaz. Por ejemplo, "el incremento del consumo de agua, el coste que tiene la recogida de residuos para una población flotante mayor o el mantenimiento de suelos y puentes" en las rutas naturales.

Los continuos silencios de la administración ante este y otros problemas relacionados con la turistificación han desembocado en numerosas protestas a lo largo y ancho del país bajo eslóganes como "Málaga/ Cádiz para vivir, no para sobrevivir", "Canarias tiene un límite", "Ocupemos nuestras playas", "Ibiza no puede más", "Decrecimiento turístico ya", "Cantabria para vivir". Son las expresiones de agotamiento de un modelo turístico que lleva al límite, también, a los habitantes de estas ciudades.

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