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De la pelea ERC-Junts a la convivencia entre EH Bildu y PNV: dos formas de relacionarse en Madrid

Los cuatro formaciones soberanistas catalanas y vascas tienen peso específico en el Congreso y capacidad de condicionar las políticas en Madrid. Difieren, eso sí, en la sintonía que mantienen con sus compañeros de AVE.

Aizpurua Rufián
Mertxe Aizpurua (EH Bildu) y Gabriel Rufián (ERC), en un acto de Ahora Repúblicas en el mes de mayo. Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

El 3 de octubre, EH Bildu anunció un acuerdo con el Gobierno para reformar la ley mordaza. La sorpresa fue generalizada. Se sabe que el Gobierno mantiene contactos fluidos con la mayoría de los grupos de la Cámara Baja para tratar distintos temas, pero no se tenía constancia de que unas negociaciones que parecían enquistadas como las de la ley mordaza estuvieran a punto de nieve. Lo estaban. Mertxe Aizpurua y Jon Iñarritu hicieron público el pacto en el Congreso de los Diputados ese mismo jueves y el viernes se registró la reforma. Pero los abertzales no lo hicieron solos. Lo hicieron junto con otros cinco partidos, entre ellos el Partido Nacionalista Vasco (PNV).

Este caso concreto revela algunas pistas para entender cómo funcionan las formaciones soberanistas vascas en el Congreso. La negociación se llevó a cabo en el más absoluto silencio mediático y, una vez alcanzado el pacto, la derecha vasca firmó el registro junto a la izquierda vasca, además de PSOE, Sumar, Esquerra Republicana (ERC) y Bloque Nacionalista Galego (BNG). Esa cierta entente, fundamentada en una eventual sintonía legislativa y en un aparente pacto de no agresión pública, funciona a jeltzales y abertzales en Madrid.

También se da en la dirección contraria. Pocos días antes del pacto de la ley mordaza, EH Bildu no tuvo reparos en apoyar la admisión a trámite de la reforma de la ley del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) que arrancó el PNV al PSOE ―perseguida por los jeltzales durante años― y en febrero ocurrió lo propio con la Ley de Secretos Oficiales. Tampoco se dedican ―casi― nunca reproches ni en la tribuna del Congreso ni en los medios estatales.

Muy distinto es el caso de ERC y Junts per Catalunya, cuya relación se encuentra en uno de sus momentos más tirantes. Jordi Sarrión-Carbonell, consultor y analista político, remarca la importancia del momento político que atraviesan Catalunya y Euskadi para entender las diferencias. "En Catalunya, se vive un momentum de desencanto del votante independentista por lo que ha sido el procés. Por tanto, hay menos porción de pastel para repartir entre ambas formaciones". Por otro lado, no hay que pasar por alto la aventura de Junts pel Sí que compartieron republicanos y posconvergentes y la posterior fase de distanciamiento, que se encuentra ahora en máximos históricos.

"En Euskadi, en cambio, estamos viendo un crecimiento constante del independentismo", explica Sarrión-Carbonell, "y da la sensación de que PNV y EH Bildu han comprobado que reducir al mínimo los ataques y los enfrentamientos es bueno y rentable electoralmente".

Por su parte, Teresa Ciges, periodista especializada en comunicación política, señala que el hecho de que en Catalunya haya varios partidos de perfil totalmente independentista lleva a "ERC y Junts a tratar de diferenciarse constantemente". Y continúa: "Mientras Junts se quiere demostrar todo el rato como el partido más independentista, ERC señala las políticas de derechas que apoya Junts, que en muchas ocasiones no tienen demasiada difusión en el ámbito catalán". Eso es algo que puede dañar la imagen de los posconvergentes, que, tal y como remarca Sarrión-Carbonell, quieren ser un partido atrapalotodo.

Ni que decir tiene que la política madrileña no puede despojarse ni de la actividad de las formaciones soberanistas vascas y catalanas en sus respectivos territorios ni, por supuesto, de su particular historia de rivalidad. Es, precisamente, ese camino el que ha configurado las relaciones que unos y otros mantienen ahora en Madrid.

No es ningún secreto la extrema beligerancia en la que están inmersos republicanos y posconvergentes y tampoco lo es que ese clima de pugna entre ambos les está permitiendo llevar hasta muy lejos las negociaciones con el Gobierno de Sánchez. Esa es una perspectiva que aportan incluso fuentes de Moncloa. "A nosotros nunca nos viene bien esta escalada, pero es inevitable", deslizaba en septiembre una voz de mucho peso dentro del Ejecutivo, tal y como contó Público.

Se refería a que una carrera entre ERC y Junts para conseguir unas buenas contrapartidas en los Presupuestos ―un buen acuerdo para poder demostrar en Catalunya su trabajo de presión al Gobierno en Madrid― implicará una negociación en la que el Gobierno tenga que ceder más de lo que le gustaría. Si se cuenta la ley de amnistía como un compromiso que desencallaron los de Carles Puigdemont y teniendo en cuenta que ERC logró pactar con los socialistas la financiación singular para Catalunya, el marcador de las grandes gestas negociadoras entre cada uno de los partidos catalanes y el Estado se encuentra uno a uno. Desempatarán los Presupuestos.

Pero antes de que aumente la presión en la negociación de las cuentas públicas, ERC volvió a mover ficha este miércoles. Los republicanos registraron una nueva ley de alquileres de temporada de la mano de los Sindicatos de Inquilinas después de que Junts tumbara, hace unas semanas, la misma ley, pero liderada, en aquel caso, por Sumar. Junts argumentó que era insegura jurídicamente, que no servía para resolver el problema y que invadía competencias.

Tanto los de Yolanda Díaz como los de Rufián reprocharon a los posconvegentes que votaran en contra de la admisión a trámite de la propuesta y que lo hicieran cambiando el sentido de su voto en el último minuto. Catalunya es especialmente sensible al problema de la vivienda y ERC tiene en él una de las bazas políticas que más lo distancia de Junts, por lo que el movimiento parlamentario de asumir el liderazgo de la ley de alquileres de temporada en el Congreso es todo un órdago a Junts. Los de Puigdemont se verán obligados a volver a votar en contra, con el desgaste que ello supone con respecto a un sector de votantes catalanes, o a ceder ante Esquerra.

Ciges considera que es posible que esta pelea parlamentaria e, incluso, mediática en Madrid pueda beneficiar a ERC y Junts "en términos partidistas porque los habilita para comunicar que su formación es la que ha conseguido una u otra medida". De todas formas, apunta que seguramente sería mejor que "negociaran juntas" o, al menos, convivieran en una sintonía algo más parecida a la de los vascos si quieren volver a forjar la idea entre su electorado de que "se camina en la misma dirección". Seguramente, en estos momentos, de acuerdo con los dos expertos, más bien persiguen la diferenciación.

Un otoño caliente y un invierno decisivo

Lo que es evidente es que tanto el sosiego que transmiten hoy por hoy los dos partidos vascos como la electricidad con la que se mueven ERC y Junts les han sido útiles para llenar los AVE Madrid-Barcelona y Madrid-Bilbao de triunfos y acuerdos atractivos para sus respectivos electorados.

De todas formas, no es descartable que las estrategias cambien, al menos en el caso catalán, durante este otoño. Junts tiene su congreso en octubre y ERC, en noviembre. El caso de los republicanos es más extremo porque tienen que elegir quién liderará el partido en los próximos tiempos, pero ambas formaciones redefinirán su estrategia política. Existe una sensación en el Congreso, alimentada por lo que trasciende de los partidos, de que no se entrará en la fase decisiva de la negociación presupuestaria hasta después de los cónclaves. También el 30 de noviembre tiene el PSOE su congreso federal.

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