Este artículo se publicó hace 4 años.
Gobierno de coaliciónYolanda Díaz, la ministra de Trabajo que incomoda a la CEOE
La militante de IU, reconocida por defender los derechos de los trabajadores durante toda su trayectoria laboral y política, será la nueva ministra de Trabajo del Gobierno de coalición.
Madrid--Actualizado a
Yolanda Díaz (Fene, 1971) fue una gran desconocida para la mayoría de la población hasta que su nombre empezó a sonar en verano como posible ministra de Trabajo. Pero no pasaba desapercibida en el Congreso, siendo una de las diputadas más consideradas en la Cámara Baja. Intrépida y persistente rebatió durante la pasada legislatura cualquier argumento que emanara desde el Congreso y que considerara que fuera en contra de los derechos de la clase trabajadora. Porque Díaz, que creció en un ambiente combativo y de izquierdas, nunca dudó de bando y toda su vida laboral y política la dedicó a defender a los de abajo.
Nació en el barrio de San Valentín, a dos pasos de la antigua Astano, astillero situado en la ría de Ferrol. Su padre, Suso Díaz, fue ex secretario general de CCOO. Creció en un ambiente reivindicativo y mantuvo la tradición. Ella misma recuerda que fue la primera niña del barrio, que creció entre panfletos revolucionarios y que con tan solo cuatro años le besó la mano Santiago Carrillo.
Es una abogada laboralista reconocida, con tres másters a su espalda: de Urbanismo, Recursos Humanos y Relaciones Laborales. Se conoce la legislación al dedillo y no hay asunto laboral que se le escape. En 1998 fue cuando entró de lleno en su actividad laboral con un despacho propio en Ferrol y se fue especializando en la defensa de los trabajadores.
Díaz fue teniente alcalde en un gobierno con el PSOE, pero la coalición duró un año
El paso a la primera línea política lo dio con Esquerda Unida en 2005 como candidata a la presidencia de la Junta de Galicia. No consiguieron representación y ella se volvió a presentar en 2007 a las elecciones municipales como cabeza de lista de la formación a la alcaldía de Ferrol, consiguiendo cuatro concejales. Entonces experimentó lo que fue estar en un gobierno de coalición llegando a un acuerdo con el PSdeG-PSOE. Fue la primera teniente alcalde del Ayuntamiento presidido por Vicente Luis Irisarri Castro, con el apoyo del BNG. La experiencia no fue ni muy buena ni muy larga y la coalición terminó en octubre de 2008. Díaz acusó de forma personal a Irisarri de la ruptura y le reprochó que abriera "las puertas a un gobierno de derechas".
Volvió a presentarse en 2012 a las Elecciones al Parlamento de Galicia. Una candidatura en la que su asesor fue Pablo Iglesias, siendo este el principio de la estrecha relación que mantienen ahora. Entonces practicó la unidad que después se fortalecería en 2014 con En Marea. Fue impulsora de la coalición que lideró Xosé Manuel Beiras de Esquerda Unida con Anova y Equo- Galicia bajo la marca de Alternativa Galega de Esquerda (AGE), que consiguió nueve diputados.
En este tiempo fue la Coordinadora Nacional de EU — hasta 2017 —, pero a Díaz nunca le gustó la vida orgánica. Sin pelos en la lengua, siempre contesta lo que piensa sobre los temas políticos, pero ante los asuntos organizativos no muestra interés. "Soy muy heterodoxa", suele decir para explicar su lejanía con la 'interna'.
Desde 2015 es diputada en el Congreso. En la primera legislatura, por En Marea. Ahora, por Galicia en Comú. Tiene un equipo formado por mujeres mayoritariamente, con Virginia Uzal como jefa de prensa, y que muestra una complicidad que destaca en el Congreso.
En sus conversaciones informales en el Congreso siempre habla de sus dos 'amores', su marido Andrés y Carmela; su única hija. Lo que peor lleva de la política estatal es estar lejos de su familia y de su tierra. Vuelva a Galicia cada día que puede y da la impresión de que pasa más tiempo viajando que durmiendo.
De plena confianza de Iglesias, consiguió visibilidad en Unidas Podemos gracias a su trabajo en el Congreso
En la Cámara Baja es conocida por su trabajo. Desde su equipo siempre dicen que es un terremoto y ella misma reconoce que casi es hiperactiva. Antes de que se ponga el sol, ya ha leído a la prensa gallega y a todos los periodistas que escriben sobre Unidas Podemos. En los últimos meses ha centrado su trabajo en las propuestas de Unidas Podemos para formar el Gobierno de coalición.
Se ha encargado de asuntos que debían la máxima confianza de Iglesias porque es disciplinada y trabajadora. Pese al rechazo que las élites económicos ya mostraron en su día — "No podéis tener Trabajo, sois incómodos para la CEOE", dijo Carmen Calvo a Unidas Podemos en verano —, Díaz ha sabido negociar con el PSOE en varias ocasiones: desde decretos hasta la parte laboral del pacto presupuestario de 2019. Mantiene magníficas relaciones con la ministra de Trabajo en la pasada legislatura, Magdalena Valerio, así como con la titular de Hacienda, María Jesús Montero.
Pero, pese a esta desconfianza de las élites, fue uno de los pocos perfiles que gustaban en verano al PSOE, cuando los socialistas todavía imponían vetos. Al comentar esto, desde su entorno se recordaba su tradición comunista, su sentimiento obrerista y su sinceridad. Sorprendía. Porque Díaz, entre el bando de los trabajadores o de los empresarios, ella siempre ha estado con 'los de abajo'.
La gallega acostumbra a que se le vea en la misma barrera que los colectivos en luchas y en manifestaciones por sus derechos laborales hasta el punto de que este noviembre la imputaron por "atentado contra la autoridad" junto a otros tres diputados durante una concentración frente al Congreso para exigir la paralización del cierre de las plantas de Avilés y A Coruña. La causa no salió adelante por la condición de aforados de los diputados y nunca tuvieron que ir a declarar.
Ahora pasará al Gobierno de coalición como una ministra mucho más querida por los sindicatos que por los empresarios y con tres medidas en el foco: subir el Salario Mínimo Interprofesional, la derogación parcial de la reforma laboral y el nuevo Estatuto de los Trabajadores.
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