Madrid
Catorce años después de dejar la Moncloa y de comparecer por última vez en el Congreso en otra comisión de investigación, la de los atentados del 11-M, José María Aznar volvió este martes al Congreso para rendir cuentas de la corrupción en el PP, el partido que lideró durante dos décadas, en plena era Gürtel.
El expresidente del Gobierno llegó arropado por la plana mayor del PP, encabezado por su presidente, Pablo Casado, en una imagen que escenifica a las claras la "reconciliación" del nuevo PP con su antiguo líder, una vez fuera Mariano Rajoy.
Había mucha expectación, pero no tanto por lo que pudiera decir el expresidente sobre la trama Gürtel, sino por ver con qué actitud afrontaba Aznar el trámite.
Fiel a su estilo, Aznar no eludió en ningún momento el "cuerpo a cuerpo" sobre todo con aquellos que se sitúan en sus antípodas ideológicas y no dudó en bajar a la arena para fajarse en agrios encontronazos con algunos de los portavoces de los grupos parlamentarios. Hubo reproches para todos, también para el Gobierno de Pedro Sánchez; discutió con Rafael Simancas y con Toni Cantó y se las tuvo tiesas con Gabriel Rufián, diputado de ERC, al que llamó "golpista". Pero desde el principio se vio claramente que a quien le tenía ganas era a Pablo Iglesias, al que no dudó en calificar de "peligro para las libertades y la democracia en España".
Cuando Aznar llevaba ya más de tres horas repartiendo golpes a diestro y siniestro, subió Iglesias al ring dialéctico. Iglesias, el que quizá sea el mayor antagonista de Aznar en el espectro político, puso en duda toda la versión del expresidente sobre Gürtel y le recordó a Aznar que cómo no iba a conocer a Francisco Correa si éste incluso pagó parte de la boda de su hija Ana Aznar en El Escorial.
La mención a la boda de su hija, encendió a Aznar, quien debió pensar que si la cuestión era hablar de cuestiones personales e Iglesias hablaba de la boda de su hija, bien podía hablar él de los hijos prematuros de Pablo Iglesias e Irene Montero.
Aznar el mayor cínico de la historia hablando de libertades y democracia! Para acabar sacando la situación de los hijos de @Pablo_Iglesias_ pic.twitter.com/1OW9aLnC2R hoy ya tengo las tripas revueltas
— Paloma del Palacio (@palomapalacio) 18 de septiembre de 2018
En su habitual tono agrio, Aznar afirmó: "Por cierto, cuando habla usted, y se mete, en asuntos familiares, permítame primero decirle que mi alegría por verle es bastante relativa y mi simpatía por usted es perfectamente descriptible: usted me parece un peligro para las libertades y la democracia en España. Lo demuestra todos los días. Y además de eso, lo que quiero decirle es que yo sé que familiarmente ha pasado por unos momentos muy difíciles en las últimas semanas y en los últimos meses y le deseo todo lo mejor, y le deseo que pueda superar para bien todos esos momentos difíciles que ha pasado, pero le tengo que decir que sobre los regalos de la boda de mi hija, no voy a hacer ningún comentario, no era mi boda".
El enfrentamiento entre Aznar e Iglesias no terminó ahí. "No es un señor fiable", añadió Aznar, quien atacó al secretario general de Podemos por recibir "millones de euros" de países como Venezuela o Irán o tener entre sus filas a dirigentes "anticapitalistas" que después no dan de alta a sus trabajadores.
Iglesias le replicó que a la comisión había entrado un expresidente del Gobierno pero había salido "el jefe de los corruptos".
Acabada la batalla, los dos bandos hicieron su propio balance de daños. "Les ha dado un baño", se felicitaba un dirigente del PP, mientras que la portavoz del PSOE, Adriana Lastra, lamentaba la "soberbia" y la "chulería" del expresidente en una comisión en la que se ha presenciado la vuelta del "aznarismo" encarnado en el nuevo PP de Casado.
Entre ambos polos describía la escena el siempre ponderado diputado del PNV Mikel Legarda: "Esto es como un partido de frontón: se tira contra el frontón y la pelota vuelve". Y Aznar siempre vuelve.
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