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Actualizado:Este lunes se cumplen 15 años del atentado del 11 de marzo de 2004, que dejó 193 muertos y cerca de 2.000 heridos. Madrid se convirtió entonces en el escenario del mayor atentado yihadista en suelo europeo, tal y como concluyó posteriormente la Audiencia Nacional, que en 2007 condenó a una célula islamista por los sucesos de aquel día.
Sin embargo, la autoría del atentado fue puesta en duda durante años por parte de distintos medios de comunicación, cuyos dirigentes intentaron (y de hecho algunos de ellos siguen intentando) vincular a ETA con los sucesos de aquella mañana, con la connivencia del Partido Popular.
La mentira empieza en el Gobierno
Solo un día después de la masacre, más de diez millones de personas salieron a la calle en todo el país para expresar un grito unánime de repulsa a los ataques. Para entonces, el Gobierno que presidía José María Aznar ya había conseguido sembrar dudas sobre la autoría entre los manifestantes, que gritaron con insistencia proclamas como "¿quién ha sido?".
En total, la célula colocó trece mochilas bomba, de las cuales diez estallaron en cuatro trenes de cercanías de Madrid, que circulaban de forma consecutiva en la línea que une la estación de Alcalá de Henares con Atocha. Dos de los trenes explosionaron en Atocha, uno en la estación de El Pozo y otro en Santa Eugenia. Todas las explosiones se produjeron entre 07:36 y las 07:40, en plena hora punta.
A lo largo de la mañana importantes representantes del Gobierno como el ministro del Interior, Ángel Acebes, o el ministro portavoz, Eduardo Zaplana, realizaron declaraciones públicas apuntando a la autoría de ETA. Para mediodía, el propio presidente del Gobierno llamó a los directores de los principales medios de comunicación del país para comunicarles que los atentados eran obra de ETA. Esa misma tarde, el Ministerio de Asuntos Exteriores transmitió un telegrama a todos los embajadores de España en otros países dando fe de la autoría de ETA. Ese mensaje se envió a las 17.30.
A esa hora, las autoridades policiales ya disponían de múltiples indicios que, al menos, permitían dudar de la autoría de ETA, cuando no descartarla del todo. A las 09.00, los Técnicos Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (TEDAX) ya habían encontrado dos de las mochilas no detonadas, que finalmente fueron explosionadas por motivos de seguridad.
"Cuando se hayan las bolsas, los TEDAX las miran antes de explosionarlas y se ve que la materia explosiva es blanca, cuando el Titadyne que era el habitualmente utilizado por ETA, es de color rojizo", cuenta a Público el comisario Juan Jesús Sánchez Manzano, jefe de los artificieros aquel 11-M y autor del libro Las bombas del 11-M: relato de los hechos en primera persona.
La autoría del atentado fue puesta en duda durante años por parte de distintos medios de comunicación cuyos dirigentes intentaron (y de hecho algunos de ellos siguen intentando) vincular a ETA
Para las 15.00 horas, las autoridades sobre el terreno ya tenían claro que no podía ser ETA, y así se lo comunicaron a sus superiores. "Se había confirmado que no podía ser ETA, porque se encontró en Alcalá de Henares una furgoneta usada por los terroristas, con restos de explosivos Goma-2 Eco, detonadores y una cinta con cánticos en árabe referidos al Corán", señala Manzano. Según explica, tanto él como el Comisario General de información comunicaron los hallazgos "de forma inmediata" a sus superiores, por lo que el Gobierno estaba al tanto cuando decidió ofrecer una información alternativa.
Los medios se convierten en campo de batalla
"El 11-M fue la primera gran campaña de desinformación que sufrimos en España, y la sufrimos en un primer momento desde el propio Gobierno", reflexiona Marc Amorós, periodista especializado en el estudio de noticias falsas y procesos de desinformación. De acuerdo con su análisis, al Gobierno del PP actuó de esa manera porque "le interesaba difundir una visión de la realidad que apuntara a la autoría de ETA". "Estábamos en vísperas de unas elecciones y ellos entendían que esto podía cambiar sustancialmente el resultado", añade.
En los días posteriores al 11-M, ante la evidencia de que los hechos apuntaban a la acción de una célula terrorista, el Gobierno empezó a asumir públicamente que el ataque estaba siendo investigado como una acción yihadista, aunque habló de varias líneas de investigación, sin descartar a ETA. La duda sembrada por el PP no impidió que el PSOE ganara las elecciones del 15 de marzo.
Sin embargo, varios medios de comunicación cogieron el testigo de su relato. En los años venideros, el periódico El Mundo empezó una ofensiva encabezada por su director Pedro J Ramírez y por su vicedirector, Casimiro García Abadillo, para relacionar a ETA con los atentados, llegando incluso a elaborar teorías en las que se acusaba a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado de participar en la supuesta trama para culpar al yihadismo. Las informaciones de este periódico eran seguidas al dedillo por medios como Telemadrid —dirigida por Manuel Soriano, exjefe de prensa de Esperanza Aguirre— o por la Cadena COPE, que tenía por locutor estrella a Federico Jiménez de los Santos.
"El Mundo particularmente empezó a hacer una campaña supuestamente de periodismo de investigación para encajar las piezas del puzzle haciendo que estas apuntaran a ETA. Esas piezas se van desmoronando con el tiempo y en el juicio se caen todas", recuerda Amorós.
Entre las teorías difundidas por estos medios de comunicación destacan algunas como el hallazgo de una tarjeta visita del grupo empresarial vasco Mondragón en la furgoneta de los terroristas. Según El Mundo, esta era una pista que apuntaba a posibles vínculos con ETA, porque además la tarjeta "tenía un número de teléfono fijo cuyo prefijo también llevaba al norte". Según consta en el sumario del caso, finalmente se supo que el hallazgo fue una cinta de cassette de la Orquesta Mondragón.
Otras teorías negaban que los explosivos utilizados fuesen Goma-2 Eco, ponían en duda la validez de las autopsias realizadas a los terroristas fallecidos en Leganés o incluso elucubraban sobre la relación entre los yihadistas y ETA porque en el domicilio de uno de los acusados se encontró ácido bórico, un matacucarachas que también había sido encontrado unos años antes en un piso franco de la organización terrorista.
Según Marc Amorós, el mecanismo de estas supuestas noticias es crear descontextualizar elementos presentes en el caso para crear una "teoría de la conspiración" que "pervierte el concepto de presunción de inocencia". "Difundo una información falsa y me amparo en que todos los hechos no se conocen porque alguien los oculta. De esta manera, la falsedad es verdadera hasta que no se demuestre lo contrario", apunta.
Con su paso a la oposición la estrategia de confrontación al Gobierno del PP se basó en "apuntar a la autoría de ETA"
Con su paso a la oposición —prosigue Amorós— la estrategia de confrontación al Gobierno del PP se basó en "apuntar a la autoría de ETA" lo que "era más un instrumento de batalla política más que una realidad".
"Había una conexión total entre algunos sectores del PP y los medios de comunicación que lideraban estas teorías", explica Jordi Rovira, periodista y director de la revista Capçalera, donde en 2007 realizó una investigación en la que habló con una treintena de personas que trabajaban en los medios dedicados a difundir las teorías conspiratorias.
Según cuenta Rovira, durante la realización de esa investigación descubrió que "Zaplana se reunía a menudo con Jiménez de los Santos". Precisamente, Zaplana, junto a Acebes, se dedicaron durante años a institucionalizar esas teorías, formulando cientos de preguntas parlamentarias basadas en las informaciones de El Mundo.
De todas las teorías, una de la más insistentes tiene que ver con la mochila bomba número 13, que no había estallado en la estación de El Pozo y fue encontrada horas más tarde en la comisaría de Puente de Vallecas, entre otras cosas retiradas del tren.
Según los revisionistas del 11-M, esta mochila era una prueba falsa. "Cuando llegas al lugar del atentado lo primero es asegurar la zona, y para hacerlo tienes que mirar bolsa por bolsa y paquete por paquete. El contenido de esa bolsa se pasó por alto y fue enviada a comisaría. Posteriormente se pudo desactivar sin detonarla y fue una prueba esencial en el juicio", responde Sánchez Manzano.
Noticias falsas, consecuencias reales
Precisamente, Sánchez Manzano se convirtió en uno de los focos de atención de las teorías alternativas difundidas por los medios afines al Partido Popular. Se tachó su actuación de incompetente e incluso se le acusó de ocultar pruebas o de tener vínculos con la persona que proveyó de explosivos a la célula.
"A mí me vinculaban con Carmen toro, con la esposa de Trashorras, el que suministró la dinamita a los terroristas", expone Manzano, que lamenta que haber sido "objeto de titulares en primera plana prácticamente todos los días", lo que le llevó tanto a él como a su familia a "pasarlo muy mal". "A nivel personal aguantas porque tiene la conciencia tranquila, pero a nivel profesional me hicieron un daño irreparable".
Tras el 11-M, Manzano siguió en los TEDAX hasta 2007. Por aquel entonces era uno de los comisarios más jóvenes del Cuerpo Nacional de Policía. Sin embargo, lamenta que "una vez que te ponen la cruz, nadie va a meterte en un nombramiento de calado". Tras su paso por los TEDAX, Manzano fue nombrado Comisario Jefe en Móstoles, puesto que mantuvo hasta su reciente jubilación. "He estado muy contento allí, pero me hubiera gustado seguir mi carrera sin impedimentos", añade.
"Las noticias son falsas pero las consecuencias son reales", recuerda Marc Amorós, experto en campañas de desinformación. Por su parte, Jordi Rovira señala otra vertiente de consecuencias derivada de las noticias falsas: la económica. "Estos medios ganaron mucho dinero. Ir a la contra para un medio es mucho más rentable", advierte.
En su investigación, Rovira descubrió que las redacciones de los medios de comunicación responsables implicados en los bulos fueron objeto de purgas para dejar al cargo de la producción de información a personas afines al relato de sus jefes. "Hubo grandes purgas. En El Mundo, que era la locomotora, no. Pero en Telemadrid y en la COPE sí", apunta.
En la televisión madrileña –continúa Rovira– se creó "una redacción paralela" entre los afines a la conspiración y en la emisora episcopal no fue necesario porque "al cabo de tres años solo quedaba una cuarta parte de la redacción original". "Se limpiaron redacciones ideológicamente para librarse de gente que no quería cargarse la deontología periodística", resume.
Triple descrédito
El resultado del trabajo de estos medios, que continuó incluso tras la sentencia sobre el caso, es un triple descrédito, ya que se pusieron en duda las instituciones, se manchó la profesión periodística y, lo más grave, se faltó al respeto de las víctimas a través de la difusión de mentiras sobre el proceso que debía llevarles justicia tras las pérdidas sufridas en el atentado.
"Desde el principio pusieron en duda la credibilidad de las instituciones, sembrando dudas tanto sobre la actuación policial como de la judicial", lamenta Manzano, que destaca, entre otras cuestiones, que esto puede tener consecuencias negativas en la lucha antiterrorista. "Para combatir el terrorismo es necesaria la colaboración ciudadana, pero es imposible tener resultados preventivos si los cuerpos de seguridad no tienen credibilidad".
En cuanto a las víctimas, Manzano cree que, con la irrupción de los relatos alternativos "se impuso el sectarismo más abyecto que puede haber" y se "dividió a las víctimas de tal manera que unas eran amigas y otras enemigas". En ese marco, las víctimas que no compraban los relatos alternativos eran tachadas de enemigas, e incluso sufrían el acoso de los medios. "Trasladaron su acoso a la asociación de afectados que entonces dirigía Pilar Manjón", añade Manzano.
"Nunca debieron comportarse así con las víctimas. Es meter el dedo a una herida que no se cerrará nunca", sentencia el excomisario de los TEDAX.
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