Opinión
La xenofobia más allá de la ultraderecha
Por Xavier Ferrer Gallardo
Profesor de Geografía en la Universitat Pompeu Fabra
La teoría conspirativa del “gran reemplazo” ha dejado de ser patrimonio exclusivo de partidos ultraderechistas de tradicional perfil xenófobo y nativista.
Véase, por ejemplo, el caso de Valérie Pécresse, candidata conservadora al Elíseo por parte de Los Republicanos, quien, algo enervada por la presión de Éric Zemmour y Marine Le Pen en el flanco extremo-derecho de las encuestas, hace unos días flirteó en un acto preelectoral con la mismísima teoría de la gran substitución .
Puede sorprender, pero ateniéndonos al dictado de fríos cálculos electorales, podríamos concluir que, aunque luego matizara, Pécresse efectuó el guiño con buen tino demoscópico. Porque lo cierto es que, por varios motivos, las melodías conspiratorias del “gran reemplazo” (e incluso las de sus variantes como “Eurabia” o el “Genocidio Blanco”) parecen encandilar a una porción creciente del electorado europeo que anda en busca de remedios políticos para sus angustias identitarias.
Algunas de estas angustias cuentan sin duda con un trasfondo demográfico. La lectura del actual paisaje reproductivo europeo, caracterizado por bajos y menguantes índices sintéticos de fecundidad, genera zozobra existencial en parte de la población. Y desde dicha zozobra es desde donde suelen brotar los imaginarios demográficos distópicos que tan bien maridan con el credo antiinmigración.
Aunque no haya nada indefectiblemente apocalíptico en ellas, las proyecciones son claras, y la tendencia hacia el envejecimiento y hacia la contracción demográfica es manifiesta y generalizada en Europa.
Como recuerda el politólogo Ivan Krastev , el fenómeno se agudiza en algunos países del este europeo como Bulgaria, donde, junto al decrecimiento natural, la emigración contribuye a configurar proyecciones a la baja aún mayores. Pero, en cualquier caso, pese a las especificidades regionales, la inquietud relativa a la pérdida de población cotiza al alza en el conjunto de países miembros de la UE.
Así, sorprende constatar cómo reina un cierto desbarajuste contable entre quienes sollozan ante la dinámica de decrecimiento poblacional y, en paralelo, cantan las virtudes de las fronteras cerradas y fantasean con horizontes de inmigración cero.
Invierno demográfico, infierno demográfico, suicidio demográfico, etc. Sin duda, la intranquilidad que dichas metáforas e imaginarios demo-distópicos generan en parte de la ciudadanía europea no está solo relacionada con el miedo al decrecimiento o a la extinción poblacional (no es una mera cuestión cuantitativa). También -y sobre todo- está relacionada con el pavor que en algunos suscita la percepción de una presunta disolución identitaria (un “nosotros” que mengua y un “ellos” que se acrecienta), así como con el temor al desdibujamiento de lo que algunos perciben como pureza cultural-nacional-identitaria.
Para quienes se aferran al ideario conspiratorio de corte granremplazista, el islam y los musulmanes europeos representan la “gran amenaza” que persigue liquidar a Europa y a su civilización. Y, además, según sostienen, cual caballo de Troya, los “otros” acabarán con Europa desde dentro: con patrones reproductivos supuestamente distintos a los de sus conciudadanos no musulmanes, con una supuesta incompatibilidad cultural congénita con los tan cacareados valores europeos, y con la supuesta e inestimable complicidad y patrocinio de las llamadas “élites globalistas” y los “burócratas de Bruselas”.
Antaño, esta retórica era un minúsculo refugio narrativo al servicio de supremacistas como Anders Breivik, responsable del ataque terrorista en la Isla Noruega de Utoya en 2011. Pero las circunstancias han cambiado, y la adopción del ideario popularizado en su día por Renaud Camus trasciende hoy los confines discursivos de la ultraderecha. Incluso, como muestra el caso de Valérie Pécresse, candidatos de centro derecha coquetean y experimentan en público con la química emocional-conspirativa de la sustitución.
Ello indica que es precisamente aquí, justo en el terreno de los marcos y las arengas político-electorales, donde sí se está produciendo un auténtico gran reemplazo.
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