Carmen Guillén Lorente: "Más que una institución, el Patronato representa un sistema de control moral y corporal de la mujer"
Por Por Marta García Carbonell y María Palau Galdón
Periodistas. Autoras de 'Indignas hijas de su Patria. Crónicas del Patronato de Protección a la Mujer en el País Valencià'
El Patronato de Protección a la Mujer, explica, se erigió como un elemento de "control total" capaz de intervenir en "el comportamiento, la conducta, las formas de vestir, actuar e incluso pensar de las mujeres. Consiguió fiscalizar la vida de la mujer española durante décadas", afirma mientras sostiene que, precisamente, el "triunfo" del Patronato y de la propia dictadura residió en silenciar cualquier cuestionamiento sobre el arquetipo de mujer impuesto.
La doctora en Historia Contemporánea resalta que el Patronato fue uno más de los mecanismos de control moral femenino entre los que menciona el Auxilio Social, la Sección Femenina, la Obra de Redención de Mujeres Caídas o las cárceles para prostitutas. A pesar de las "pequeñas variaciones" entre organismos, Guillén sostiene que "el modelo impuesto era el mismo": "Instituciones que recluían a mujeres en contra de su voluntad por cuestiones únicamente de tipo moral". En definitiva, "lugares de encierro para quienes no convergían con el patrón de comportamiento femenino".
¿Qué modelo de mujer o qué patrón de "mujer ideal" establece el franquismo? ¿Qué papel tiene la Iglesia en la construcción de ese arquetipo?
Una mujer sumisa, abnegada, decente. Es un patrón que, aunque no inventa el franquismo, pues la Iglesia tiene muchísimo peso en su construcción, sí que lo potencia. Durante la II República se empieza a desmontar ese estereotipo, al menos sobre el papel, a través de una profunda reforma legislativa. El franquismo vuelve a colocar el hogar y la familia como único horizonte vital para las mujeres.
La dictadura llegó a controlar todos los aspectos de la vida de las mujeres tanto a nivel privado como público. ¿Cómo lo consiguió? ¿Qué mecanismos utilizó?
Los mecanismos más evidentes funcionaban a través de instituciones u organismos como la Sección Femenina o el propio Patronato. El cuerpo de la mujer se convierte en sí mismo en un objeto represivo. Existía una especie de obsesión por parte del franquismo por aumentar la población, que se tradujo en un control sobre la población femenina potenciando la natalidad y, sobre todo, condenando el aborto y la anticoncepción. No obstante, fue incluso más importante la absorción por parte de la sociedad de ese discurso conservador sobre los roles de género. Se trataba, de alguna forma, de anestesiar la capacidad de reflexión de las mujeres para que ni siquiera fuera posible pensar en salir de ese lugar que les habían asignado.
La dictadura se esforzó en que la propia mujer fuera quien más asimilara ese discurso para seguir trasmitiéndolo a su descendencia. La mujer no es solamente objeto de represión, sino vector de transmisión de esa represión. En este sentido, el adoctrinamiento moral femenino era esencial porque ellas no solamente debían concebir nuevos individuos, sino también dejar un legado en forma de valores a la hora de criar esos nuevos adeptos al sistema.
"El franquismo vuelve a colocar el hogar y la familia como único horizonte vital para las mujeres"
Respecto a la sexualidad femenina, habla de una triple vertiente: a nivel individual, como llave de la pureza; a nivel familiar, como elemento de placer para su esposo; y a nivel nacional, como fuente de nuevos individuos para la patria. ¿En qué consistía?
La sexualidad representaba el eje central de la feminidad durante el franquismo. Esa triple vertiente funcionaba como la vara de medir de la mujer ideal: la virginidad, el sometimiento al hombre y la apropiación a nivel individual, familiar y nacional. Era el único destino que podían alcanzar. En consonancia con el modelo de mujer ideal y el control corporal ejercido por el franquismo, la "utilidad femenina" dentro de la sociedad era la de generar esos individuos para el régimen. En esta línea, la historiadora Sofía Rodríguez explica que las mujeres se convirtieron en las "parteras de la patria".
La represión ejercida sobre la población femenina no estuvo respaldada sólo por la Iglesia, sino que sirvió de base pseudocientífica con los planteamientos del psiquiatra Antonio Vallejo-Nájera como máximo exponente.
La psiquiatría de la época se pone al servicio del régimen y es capaz de configurar un discurso médico-científico, o pseudocientífico, en el que la normalidad era entendida en esos términos de mujer ideal. Cualquier patrón anómalo o contrario a este estereotipo no solo era considerado negativo, sino que, en algunos casos, también patológico. Hablamos de una prostituta, de una mujer que no quisiera tener hijos o incluso de una que disfrutara de las relaciones sexuales porque se entendía la sexualidad femenina únicamente con una finalidad reproductora.
Durante la posguerra, ¿qué escenario se instauró en el Estado español respecto a la prostitución? ¿Cuáles eran las condiciones de las jóvenes?
Para entender qué sucedió durante el franquismo, primero hay que explicar lo ocurrido durante la II República. En 1935, se aprobó, al menos sobre el papel, una legislación abolicionista muy avanzada para la época. Se produjo un cambio de postura, pero la llegada del franquismo supuso la revocación de toda la legislación republicana.
Como consecuencia, las mujeres que ejercían la prostitución, que no fueron pocas en ese difícil contexto de posguerra en el que muchas se habían quedado huérfanas o viudas, quedaron en un limbo legal. Es decir, podían ejercer únicamente en lugares específicos diseñados como verdaderos guetos y fueron sometidas a controles policiales y médicos, que los clientes no tenían que pasar.
Las prostitutas se entienden como elementos enfermos y contaminados que deben ser recluidos, pero se concibe la prostitución como una actividad inherente a la condición masculina. ¿Qué efectos tuvo esta doble moral?
Principalmente, una gran vulnerabilidad. Para ejercer de forma legal debían estar sometidas a terceros, con todo lo que eso implicaba. Como consecuencia, se calcula que en los primeros años del franquismo el 80% de las prostitutas ejercían de forma clandestina. Ese aumento de la clandestinidad, de alguna manera, impulsó la creación de instituciones como el Patronato de Protección a la Mujer, aunque, en la práctica, su acción no se dirigía de forma exclusiva, ni muchísimo menos, a las prostitutas.
El brazo ejecutor del Patronato de Protección a la Mujer cayó sobre jóvenes que poco o nada tenían que ver con la prostitución. ¿Cuáles eran los motivos de internamiento?
Desde los casos considerados más graves en términos morales, como un embarazo no deseado, a los más absurdos, como salir de noche en compañía de amigos. En muchos de los expedientes, el motivo de internamiento se resuelve con un simple "inmoralidad". El problema es calibrar esa inmoralidad. ¿Dónde estaba el baremo? O mejor, ¿cómo podía demostrarse? En ese sentido, las mujeres estaban sometidas a una enorme presión porque cualquier mínimo fallo en ese patrón ideal podía hacer que entrasen en estos centros.
El objetivo del Patronato fue estandarizar la conducta femenina y anestesiar cualquier tipo de pensamiento crítico. ¿Cómo se consiguió?
Desde un punto de vista general, la absorción de ese discurso por parte de la población dejaba a las mujeres atrapadas, incluso fuera de los centros, y conseguía que no fueran capaces de pensar que existía otra forma de actuar.
Desde un punto de vista más específico, las prácticas que se llevaban a cabo dentro de los reformatorios a veces eran muy duras. Por testimonios de algunas internas sabemos que, más allá de esas tareas de bordado o de rezo del rosario, se vivían situaciones de humillación o de violencia. Esta realidad explica los frecuentes intentos de fuga y de suicidio que están ampliamente documentados.
¿Cuáles son las principales dificultades a la hora de estudiar lo que sucedió dentro de los reformatorios del Patronato de Protección a la Mujer?
Hay un problema de fuentes, tanto de conservación como de legislación, ahí tenemos un muro difícil de derribar. A nivel archivístico, cualquiera que se haya querido acercar al Patronato sabe que la mayor parte de la documentación de la Junta Nacional se perdió en una inundación y debe recurrir a los archivos provinciales. La legislación actual es tan ambigua que, para una misma institución, algunos archivos dejan ver toda la documentación y otros no permiten consultar prácticamente nada. Este panorama es absolutamente desolador y por eso sigue habiendo mucho desconocimiento.
Respecto a los testimonios, es una problemática que, afortunadamente, se está solventando cada vez más. Cuando empecé a trabajar sobre el Patronato, salvo Consuelo García del Cid, apenas había mujeres que quisieran hablar de esa parte traumática de su vida. En los últimos años la situación está cambiando y contamos con más mujeres dispuestas a compartirlo y denunciarlo.
¿Por qué es importante que se hable del Patronato de Protección a la Mujer?
Somos las hijas y las nietas de aquellas mujeres. Tenemos una deuda histórica con esa parte de nuestro pasado y es necesario no solo recuperarlo, sino conseguir que se las incluya como víctimas dentro de la legislación. Conocer lo que sucedió nos sitúa en una nueva perspectiva que nos permite cuestionar muchas de las imposiciones sociales y morales que continuamos teniendo y darnos cuenta de que no son innatas, que son aprendidas.
"¿La etiqueta de franquista es tan importante dentro del Patronato o la institución como tal es mucho más transversal?"
Tenemos que ser críticas. ¿Piensa que se está contando bien o, como historiadora, detecta errores comunes que deberían corregirse?
El Patronato era un campo tan desconocido hace unos años que lo primero que había que hacer era poner el tema sobre la mesa; intentar tirar de todos los hilos posibles a nivel de fuentes y testimonios para empezar a hablar con propiedad.
Sinceramente, quiero pensar que estamos haciendo un buen trabajo conjunto entre antiguas internas, historiadoras, periodistas... Estamos tejiendo una red de apoyo, comunicación y divulgación que es fundamental. Por supuesto habremos cometido errores, pero ese trabajo está hecho.
Hace unos meses, participé en la mesa redonda El Patronato: el mecanismo de represión misógina más longevo del franquismo en una sala repleta de gente. Es el reflejo del interés de la sociedad por conocer una parte de su historia que hasta hace no mucho tiempo había permanecido oculta. Insisto, se está haciendo un buen trabajo, pero se tiene que seguir investigando porque la población lo está demandando.
Estamos en un punto en el que podemos afinar y empezar a cuestionarnos qué es lo que realmente abarca el Patronato. Las vías de trabajo que tenemos que transitar juntas requieren mirar hacia atrás y hacia adelante, repensar los enfoques, la terminología y tratar de establecer vínculos con otros países europeos que tuvieron instituciones similares.
Tendemos a afirmar que el Patronato fue una institución franquista, pero su desaparición se produjo diez años después de la muerte del dictador. ¿Nos equivocamos al decir que era una institución de la dictadura?
Esta es la problemática más grande a la que nos enfrentamos al estudiar el Patronato. Hablamos de una institución franquista porque es "fácil" abarcar un periodo cronológico. La dictadura fue un régimen tremendamente burocrático y, por tanto, su documentación, aunque parcialmente, nos sirve para reconstruir una época. Tirar de ese hilo, aunque cueste, nos deja un principio y un fin.
No obstante, deberíamos repensar bastante esa terminología únicamente franquista: ¿La etiqueta de franquista es tan importante dentro del Patronato o la institución como tal es mucho más transversal? Si echamos la vista atrás hay una continuidad. Incluso si miramos hacia adelante, de alguna forma, también existe esa prolongación. Más que de una institución, hablaría de un sistema de control moral y corporal de la mujer que se reproduce de manera generalizada en el tiempo y en otros espacios, como Irlanda o Italia.