Este artículo se publicó hace 7 años.
Entrevista con Han KangLa mujer que quiso ser árbol
La autora coreana presenta 'La Vegetariana', una mirada perversa e hipnótica sobre la brutalidad del género humano.
Madrid--Actualizado a
La mirada turbada del hombre debió ser un poema. Su mujer amaneció predispuesta al saqueo. Ternera, cerdo, pollo troceado… La hasta la fecha abnegada y sumisa ama de casa amaneció dispuesta a desvalijar el frigorífico librándolo de cualquier tipo de producto cárnico que encontrara a su paso. Un arrebato vegetariano en toda regla del que ella, ante la mirada inquisitorial del marido, no pudo más que alegar un impávido: “He tenido un sueño”.
La escena abre La vegetariana, primera novela traducida al castellano de la escritora Han Kang (Gwangju, Corea del Sur, 1970) premio Man Booker 2016 que acaba de publicar Rata, y que desde las primeras páginas inquieta por su mirada hipnótica y perversa. Un acercamiento a la violencia y la brutalidad del género humano a través de la obstinación de una mujer que un buen día y sin venir a cuento decide no volver a probar la carne. “Desde que toma la decisión y la lleva hasta las últimas consecuencias se produce algo sorprendente: su gente deja de protegerla, la rechazan”.
Una insólita decisión alimentaria que la protagonista gestiona a medio camino entre el Bartleby de Melville y el escarabajo de Kafka. Así, en lugar del desconcertante preferiría no hacerlo del escribiente, la protagonista opta aquí por un no a bocajarro, y frente al escarabajo kafkiano, Kang propone una alternativa vegetal que le lleva a anhelar convertirse en árbol, hasta el punto de que tratará de pasar el máximo tiempo posible haciendo el pino, imitando los árboles —sobra decir que para entonces ya está ingresada en un psiquiátrico—.
“Vivimos un momento de la historia en el que la violencia impregna todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana. Esta cercanía a la violencia en la que estamos inmersos hace que el ser humano se plantee preguntas sobre su propia naturaleza. Estas reflexiones son las que trataba de abordar cuando escribí la historia”, explica esta coreana de voz meliflua para quien la literatura es hacerse preguntas: “Me afano por redondear las preguntas, trato de permanecer mucho tiempo dentro de ellas”.
La Vegetariana es en cierto modo también un interrogatorio a la vida moderna, una voz de alerta hacia los convencionalismos de lo que significa vivir en comunidad —“no es fácil mantenerse firme en lo que uno cree”—, y al mismo tiempo plantea un escenario distópico en el que la posibilidad de pertenencia se desvanece: “En esa determinación férrea de dejar de formar parte del género humano no hay cabida para sentimentalismos, el amor no podía tener apenas espacio en esta novela”, zanja Kang con media sonrisa.
Ha pasado más de una década desde que publicara esta novela en su país, un recibimiento algo tibio que, por cierto, dista mucho de esa suerte de consagración en diferido que está alcanzando fuera de su país tras recibir el año pasado el premio Man Booker. “El autor queda expulsado del libro una vez publicado, volver a hablar de él me supone despedirme de él pasados 10 años, lo cual es una sensación doblemente extraña”, explica la autora, que reconoce sentirse afortunada por pertenecer a una generación de escritores que despuntaron con la entrada de la democracia en su país. “Antes, durante la dictadura, la novela coreana se centraba mucho más en temas de enjundia sobre la realidad política e histórica, en cambio de un tiempo a esta parte, con la llegada de la democracia, mi generación se centra mucho más en la interioridad del ser humano, en lo que ocurre de puertas hacia dentro”.
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