Este artículo se publicó hace 5 años.
Lucha contra la obesidadVivir con 50 kilos menos
Casi un 40% de la población española tiene sobrepeso y un 21,6% es obesa. La Sanidad Pública no está preparada para absorber la inmensa lista de espera para cirugía bariátrica que ha generado esta epidemia del siglo XXI. Los pacientes que ya han experimentado el proceso de adelgazamiento animan a tomar las riendas y cambiar de hábitos.
Madrid--Actualizado a
David de Jorge nació con seis kilos. Aquel bebé grandote terminó convirtiéndose en un superhéroe de los fogones: Robin Food (48 años). Su historia ha ido siempre ligada a la comida. Ha ganado en dos ocasiones el Campeonato de España de cocineros y trabaja desde hace 20 años con Martín Berasategui. El chef lo define en el documental El peso y el espejo como "un hombre que necesita alas, no anclas". De Jorge encontró el momento para concederse el premio de alcanzar la ligereza a finales de junio de 2012.
La muerte de su padre marcó el punto de inflexión y a partir de esta despedida triste comenzó a adentrase en lo que él denomina la aventura de perder: "Llegué a los 267 kilos con 1,75 de estatura y sabía que si no lo solucionaba, me moría. Así de claro", afirma sin paños calientes. "Empecé a tomarme mucho más en serio la dieta, pero necesitaba ayuda. Así que un día le dije a Eli [su mujer] que había tomado la decisión de ir a ver a un especialista. Aquello fue un alegrón fuerte para ella", recuerda. Su familia era tan consciente como él de la imponente cifra que le devolvía la báscula, pero esperaron con delicadeza a que encontrase las fuerzas para plantarle cara.
"La decisión la tienes que tomar tú. Yo no había permitido que esos kilos me parasen: hacía un programa de televisión, montaba en moto, he viajado en avión, etc. No estaba dispuesto a ponerme límites, pero todo me costaba mucho esfuerzo y llegó un momento que estaba agotado. Me dolían las rodillas, no encontraba ropa de mi talla y las sillas eran todo un reto", relata con sentido del humor.
El 27 de julio de 2012 llegó el primer cambio: se colocó un balón gástrico. "No podía pasar por quirófano con ese índice de masa corporal (IMC)", explica. En siete meses consiguió dejar atrás 70 kilos y logró desbloquear la siguiente fase. En mayo de 2013 se sometió a una reducción de estómago y, dos años después, pasó por una abdominoplastia para retirar 15 kilos de piel sobrante. "Me he quedado en 135 kilos, pero no tengo la sensación de haber terminado", confiesa. "Este proceso requiere mucha disciplina y aprender a decir que no cuando no tiene sentido meterte calorías para el cuerpo", admite el cocinero. Para no olvidarlo, colgó de la pared de su despacho un marco con los pantalones que utilizaba cuando alcanzó su peso máximo.
Una enfermedad crónica
La obesidad es una enfermedad crónica que constituye uno de los retos más difíciles de abordar en salud pública. Según la OMS, entre 1980 y 2014, el número de personas que sufren la obesidad casi se duplicó. España no escapa a la tendencia: el 39,3% de la población tiene sobrepeso y un 21,6% es obesa, tal y como se recoge en el estudio ENPE publicado en 2016.
Estos números deberían suponer un argumento poderoso para que el Gobierno situase este problema entre sus prioridades, pero los pacientes con casos extremos de obesidad se encuentran a menudo con un sinfín de complicaciones para ser atendidos. A finales del pasado año, Teo Rodríguez (34 años, 385 kilos) sufrió una insuficiencia respiratoria tras pasar varias horas en un camión de mudanzas que lo trasladaba a casa desde el Hospital de Manises. El caso llegó a manos de la Fiscalía Provincial de Valencia, que abrió diligencias de investigación penal por una posible denegación de asistencia. No es el único caso. Baltasar Ozores (47 años, 330 kilos) denunció que tuvo que ser trasladado por un camión de bomberos a urgencias porque el Sergas no disponía de otros medios.
"La realidad es que la Sanidad no está preparada para absorber la cantidad de pacientes que ha generado esta epidemia del siglo XXI", concede Diego Bellido, vicepresidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO). Como ejemplo, el endocrino apunta que el mes pasado ofreció una sesión explicativa de normas de conducta para candidatos a la cirugía bariátrica en el Complejo Hospitalario Universitario de Ferrol (CHUF) y tuvieron que llenar la sala hasta tres veces para poder acoger a las 300 personas citadas.
No hay estadísticas oficiales sobre el número de intervenciones de este tipo que se realizan anualmente en nuestro país, aunque la Sociedad Española de Cirugía de la Obesidad (SECO) calcula en torno a siete mil. La cifra representa la punta del iceberg ya que sólo entre el 2% y el 5% de obesos mórbidos que solicitan ser intervenidos son finalmente aceptados. "Este porcentaje demuestra que se opera poco. Para contextualizar el dato, cabría señalar que en Francia se operaron 45.000 personas en el 2018 y en España, solo unos 8000", indica Ramón Villalonga, cirujano general de la Unidad de Cirugía Endocrina del Hospital Vall d'Hebron de Barcelona. "El tratamiento quirúrgico tiene un riesgo muy bajo en manos expertas [la mortalidad está por debajo del 1 por mil, mientras que en la prótesis de rodilla asciende a 3 por mil] y ha demostrado una gran efectividad si se aplica en casos seleccionados", defiende el secretario general de SECO.
Todos los casos son evaluados por un equipo multidisciplinar con endocrinólogos, nutricionistas y psicólogos. "Tenemos que asegurarnos de que no haya complicaciones que pongan en riesgo la vida del candidato y es importante comprobar primero que no sea un transgresor", advierte el doctor Bellido. "No podemos permitirnos que alguien que va a tener que estar a dieta permanentemente no sea capaz de mantener unos hábitos de vida saludables, porque habríamos sometido a su cuerpo a una cirugía mayor y no va a funcionar", desarrolla.
Sin registro oficial de las listas de espera
El tiempo medio de espera de estos pacientes para operarse en un hospital público ronda los cuatro años, lo que incluye también el tiempo de preparación para la intervención (pruebas clínicas preoperatorias y un proceso de adelgazamiento previo del 10% de su masa corporal, como mínimo). "Hay que entender que, a nivel logístico, es muy difícil programar estas intervenciones. Requieren un equipo de anestesia y reanimación muy sofisticado que se necesita también para casos de cáncer de pulmón o de colon. Esas intervenciones son prioritarias, porque de ellas depende la supervivencia del enfermo, así que solo podemos comprometernos a cumplir con unas cuotas mensuales", explica Bellido. Por esa razón, la intervención no está sujeta al Sistema de Información sobre Listas de Espera (SISLE) que introdujo el Ministerio de Sanidad en 2003 para poder evaluar aquellas situaciones que se estuvieran desviando de la normalidad. En consecuencia, no computa en el registro de listas de espera.
Esta situación resulta desesperante para muchos pacientes, que terminan optando por recurrir a la sanidad privada. Otros, no tienen tanta suerte. Un grupo de cirujanos publicó un estudio en agosto de 2018 en la revista Obesity Surgery donde se estima que alrededor de 11.000 españoles están esperando a ser operados. Dos de cada tres de estos pacientes en espera han sufrido algún tipo de accidente cardiovascular. El 21% no lo superó.
Esta evidencia y el derecho de los ciudadanos a recibir una asistencia sanitaria de calidad no impiden que el debate sobre el gasto público vuelve cíclicamente. Sin ir más lejos, en 2016, el Atomium - Instituto Europeo para la Ciencia, los Medios de Comunicación y la Democracia (EISMD), lanzó una macroencuesta sobre enfermedades crónicas, con apoyo de la UE, que incluía la siguiente pregunta: "¿El acceso al cuidado de la salud gratuito debe ofrecerse a todos, independientemente de su estilo de vida?".
El Sistema Nacional de Salud calcula que la atención a personas con sobrepeso y obesidad supone un sobrecoste de 2.000 millones de euros anuales, según se recoge en un artículo publicado en la Revista Española de Cardiología. "La obesidad es un problema complejo, no se puede banalizar y reducirlo al número de calorías que ingerimos", apunta Bellido. "Es cierto que muchos de los pacientes no tienen hábitos saludables, pero estamos trabajando con otros factores genéticos que pueden ser determinantes", añade.
Pasar de la obesidad al peso ideal sin cirugía
Mai Oltra (30 años) pesa ahora 63 kilos, lo mismo que marcaba su báscula cuando tenía nueve años, pero no siempre fue así. "Alcancé los 114 kilos con 26 años. Mido un 1'63, lo que significa que casi la mitad de mi cuerpo era grasa. Me di cuenta de que estaba comprando muchas papeletas para tener un susto y me dio miedo", reconoce. Sus temores no eran infundados.
Cada año, 28.000 muertes de adultos se atribuyen al exceso de peso, lo que representa una de cada doce de los fallecimientos que se producen. La hipertensión arterial, la dislipemia (colesterol), la apnea del sueño, la infertilidad, la artritis o la diabetes son algunas de las complicaciones asociadas a la obesidad.
Esa angustia la llevó a la consulta de su médico de cabecera, hecha un mar de lágrimas. "Una doctora me había dicho años antes que no había nada que hacer conmigo, que mi única alternativa era someterme a una operación de estómago. Aquello me pesó más que los kilos y, en cuanto volví a casa, me di un atracón. Estaba hundida", recuerda. Sin embargo, ese nuevo intento de tomar las riendas no fue infructuoso. Se encontró con un profesional dispuesto a tenderle la mano.
En la última edición del manual internacional para la clasificación de los trastornos mentales (DSM-5) aparece la adicción a la comida, que se caracteriza por una ingesta compulsiva y una respuesta emocional disfuncional. "Siempre me ha costado mucho gestionar el estrés, la rabia y la tristeza. Entonces encontraba refugio en la comida, no tenía otras herramientas. Ahora sé que el deporte hace una magia con el cerebro, te hace feliz", explica esta fotógrafa y autora del libro 51 kilos menos.
El cerebro no se opera, pero también es obeso
Alex Pastor, enfermero en su centro de atención primaria de Barcelona, se convirtió en un gran aliado para identificar los puntos flacos e ir a por ellos. "Una persona obesa está enferma, tiene una patología que la mayor parte de las veces es multifactorial y no sirve de nada darle un discurso culpabilizador", defiende.
Ramón Villalonga, del Hospital Vall d'Hebron, apoya esta perspectiva: "Tenemos que ayudar a los enfermos a tener herramientas psicológicas para el control de la ansiedad y enseñarles a enfocar de otra forma su manera de comer para conseguir un mantenimiento a largo plazo".
Así fue como Pastor recibió a Mai, fue un pilar dispuesto a ayudarle a menguar. "Los enfermeros tenemos formación suficiente en nutrición para ayudar en un proceso de adelgazamiento y no quedarnos con las dietas “tipo” de las que disponemos en nuestros centros de salud. Ese es el primer paso", adelanta.
Este profesional sanitario considera que no existen unas patologías con más derecho que otras a ser tratadas por el servicio público. "Una adecuada intervención en cuanto a dieta y ejercicio son claves para conseguir resultados óptimos pero, sobre todo, hace falta un buen acompañamiento. Un obeso mórbido lo es en su cuerpo, pero también en su mente", destaca.
Oltra se impuso una dieta hipocalórica y mucha actividad física. "En honor a la verdad, yo siempre había intentado cuidarme. Llevaba una vida relativamente sedentaria, pero me gustaba hacer excursiones con mi pareja. En nuestro viaje de novios, por ejemplo, llegué a subir a la cima de un volcán en Islandia. Iba la última, poco a poco, pero llegué arriba", rememora. Este espíritu de superación ha sido su gran baza durante el proceso. "No creo en la fuerza de voluntad", avisa. "Soy muy disciplinada y he ganado en amor propio. Ya había hecho todas las dietas del mundo y no había funcionado, pero ahora me quiero muchísimo y no estoy dispuesta a hacerme daño con la comida", añade.
El cambio es sustancial. Hace cuatro años perdía el aliento para subir al cuarto sin ascensor en el que vive. Ahora es capaz de superar una carrera de obstáculos de 10 kilómetros y levanta 90 kilos en peso muerto. Casi nada. "Aún me quedan retos, ¡claro que si!. Tengo un trastorno dismórfico corporal, todavía me miro al espejo y sigo viéndome gorda, pero trabajo a diario por sentirme poderosa en mi piel. A veces contemplo a mi chico y solo pienso que quiero vivir muchos años con él. Ese es el verdadero objetivo", manifiesta a corazón abierto.
Oltra dedica gran parte de sus esfuerzos a ayudar a otras mujeres para que encuentren esa inspiración que ella buscó en Internet. "A mi me ayudaron mucho algunas cuentas de Instagram donde veía a mujeres normales que eran capaces de hacerlo, por eso cree mi blog, Entre Tallas", aclara. Además de ejercer su activismo en las redes sociales, se está preparando para ser entrenadora personal y organiza talleres sobre body positive. "Si estás dudando en hacer frente al monstruo del azúcar, piensa que toda esa fuerza que no ves, la llevas dentro", dice animando a aquellos que estén a punto de dar el paso.
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