Este artículo se publicó hace 4 años.
Semana de la Moda SostenibleRopa sostenible para destapar las vergüenzas del sector textil
La organización de moda The Circular Project trae a Madrid la Semana de la Moda Sostenible (del 5 al 9 de febrero), un desfile de ropa elaborada con criterios ecológicos y sociales, pero también unas jornadas de concienciación y denuncia sobre los efectos
Alejandro Tena
Madrid--Actualizado a
Cambiar la forma de vestir para salvar el planeta. Esta es quizá la premisa principal de la Semana de la Moda Sostenible, un evento que busca despejar el camino a las alternativas textiles que trabajan alejadas de los vertidos descomunales y la explotación laboral que caracteriza al sector de la ropa, el segundo más contaminante del planeta, según las estimaciones realizadas por los grupos ecologistas. "Se trata de crear una pasarela que esté marcada por la conciencia y la transparencia", expone a Público Paloma G. López, creadora de la Sustainable Fashion Week (SFW), que aterriza en Madrid esta semana con actividades que van desde el clásico desfile de ropa hasta conferencias y charlas sobre las implicaciones climáticas y sociales de la industria.
La llegada de esta iniciativa es pionera en España, pero habitual en las grandes ciudades de Europa, donde la creciente concienciación social ha permitido que la moda verde adquiera cierta relevancia. Desde The Circular Project, entidad que organiza la SFW madrileña, explican que el encuentro textil –en el que confluyen decenas de marcas concienciadas con el medio ambiente y los derechos de los trabajadores del sector– tendrá un seguimiento de la huella de carbono, la cual tratará de ser neutralizada al máximo.
Entre los materiales reutilizados, los ecodiseños y los debates estéticos "la pasarela tendrá un marcado contenido social y ecléctico en el que participarán modelos profesionales, pero también gente de la calle", advierte, G. López, que señala que la organización Down Madrid se ha volcado en el evento para garantizar que el principio de inclusión también pueda desfilar por los escenarios verdes.
Contra los ritmos rápidos de la denominada fast fashion, el encuentro alternativo tratará de visibilizar los problemas del modelo productivo actual que se sustenta en dos pilares: la destrucción medioambiental y la explotación laboral generalizada. "No puede ser que tengamos cerca de cincuenta microtemporadas de ropa al año. Casi hay más temporadas que semanas al año", denuncia Celia Ojeda, coordinadora de Consumo de Greenpeace. Esta realidad trepidante es, en parte, la que se quiere combatir desde las pasarelas sostenibles, que apuestan por un comercio pausado, sujeto a las necesidades y alejado de los impulsos consumistas que dominan las grandes ciudades.
"El ciudadano tiene más poder como consumidor, con su tarjeta de crédito, que como votante", sostiene la creadora de la SFW, haciendo referencia a cómo dando la espalda a los comercios textiles desajustados con los tiempos de emergencia climática se pueden lanzar mensajes a las empresas, que sólo entienden de balances de cuentas. Sin embargo, para ello se requiere una mayor visibilización de las alternativas de consumo basadas en el comercio justo y la economía circular, así como un conocimiento social del problema que esconde la industria de la ropa.
Además de poner luz y dar información sobre las trabas del sistema textil capitalista, la pasarela se convertirá en una suerte de escaparate que permitirá que marcas ecológicas como Abbisimi, Capitán Denim o The Nordic Leaves –entre muchas otras– muestren al público sus productos, a menudo con precios más elevados que las prendas del sector tradicional, debido a que su elaboración se sustenta en una cadena de basada en criterios de justicia social y ambiental.
Contaminación inabarcable
Los problemas del modelo industrial imperante en el sector de la moda son, a nivel medioambiental, inabarcables. Tanto es así, que la contaminación de la industria se vincula a las emisiones de CO2 de las propias fábricas, pero también a la ingente cantidad de vertidos químicos que se utiliza en la elaboración de las prendas. Un buen ejemplo de ello es la viscosa, un elemento sintético que se obtiene a través de un procedimiento contaminante y nocivo para los ríos y acuíferos de las zonas de producción, habitualmente deslocalizadas en países asiáticos como China, Indonesia o India, donde el agua empieza a ser un recurso al alcance de muy pocos. Así lo detallan las investigaciones de Changing Markets Foundation, organización que trabaja para que los grandes productores comiencen a limpiar la cadena de producción.
Lo mismo ocurre con el poliéster, otro material aparentemente común en las prendas de ropa. Este material está compuesto por numerosos microplásticos que tras el lavado terminan desprendiéndose de la ropa para iniciar un viaje contaminante hacia los mares. Las dimensiones de este componente diminuto trascienden a los vertidos, en tanto que su uso masivo –el 60% de la ropa se fabrica con políester, según los datos de la campaña Detox– depende del petróleo, componente imprescindible para la creación de estas microfibras.
Ojeda señala, además, que la deslocalización de las fábricas hace que la huella ecológica aumente notablemente, ya que las prendas que se fabrican en los estados asiáticos tienen que ser transportadas hasta Europa y Estados Unidos, los lugares donde se concentra el mayor porcentaje de consumo textil. El porte, sea por avión o por barco, hace que las emisiones de CO2 se vean incrementadas de manera exponencial, lo que explica que las estimaciones de los expertos ecologistas sitúen a la industria en el segundo lugar del ranking de contaminación.
La inercia de la fast fashion hace que, aunque las grandes marcas se comprometan a eliminar determinados compuestos tóxicos, el problema ambiental siga existiendo, ya que "todo tiene que ver con la gran cantidad de recursos que se necesitan para mantener el ritmo de producción", comenta Ojeda, que denuncia cómo el abaratamiento de los costes genera repercusiones en la calidad de las prendas, las cuales tienen menos durabilidad y terminan en vertederos o incineradoras.
Para que la industria baje el ritmo de producción, G. López reclama que el Gobierno empiece a legislar de una forma que "penalice" a las empresas que sustentan su crecimiento en la explotación indiscriminada de recursos naturales y trabajadores, en favor de las pequeñas compañías sostenibles que, debido a su modelo, se ven lastradas por los altos precios que a menudo tienen sus prendas creadas desde una conciencia verde.
Los datos de la industria
Según The Circular Project, sólo en la Comunidad de Madrid se tiran a la basura 9 toneladas de ropa al día.
La Unión Europea se desprende anualmente de 5,8 millones de toneladas de productos textiles al año.
La industria de la moda, a través de su modelo de producción y el transporte global de productos, es la responsable del 10% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero.
Solo 11 empresas controlan el 75 % de la producción textil mundial, según los datos de Changing Markets Foundation.
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