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Actualizado:Quizás, una de las cenas de Nochebuena más nutrida de este 2021 se haya dado a bordo del Geo Barents. El buque humanitario de Médicos Sin Fronteras (MSF) pasó la noche del 24 de diciembre con 558 personas migrantes rescatadas en precarias embarcaciones en el Mediterráneo central. Las últimas cien fueron puestas a salvo esa misma mañana, cuando las localizaron a la deriva, hacinadas en un lanchón de madera de dos alturas.
El primer rescate del Geo Barents tuvo lugar el 17 de diciembre. En total han sido ocho las intervenciones que ha realizado este barco en apenas diez días frente a la costa de Libia. Todas, denuncia la ONG, sin ninguna coordinación por parte de las autoridades estatales, es decir, de Italia y de Malta, los puertos considerados seguros más cercanos.
Ni siquiera se les ha asignado un puerto en que desembarcar a los rescatados, entre los que hay menores y heridos por quemaduras de la mezcla de combustible y sal del agua de mar. Otros padecen dolores de cabeza, dolor corporal general, mareos y agotamiento por la travesía, en algunos casos, de 36 horas en el mar, en un reducido espacio en el que ni siquiera pueden cambiar de postura.
La situación es idéntica a la descrita por la tripulación del Sea-Watch 3, de la ONG alemana que lleva el mismo nombre. El buque zarpó el 23 de diciembre hacia la zona SAR (Búsqueda y Rescate, por sus siglas en inglés) libia y, en menos de dos días, ya había avistado y subido a bordo a 350 supervivientes. Los primeros 270 fueron rescatados a 70 kilómetros de la costa libia, en dos lanchas neumáticas atestadas. Otra embarcación fue asistida cerca de la isla italiana de Lampedusa, con 93 personas a bordo. Ahora, el buque también espera un puerto para desembarcar a 444 personas, entre ellas, mujeres y niños muy pequeños, explican.
Ambas ONG advierten de que las condiciones meteorológicas están empeorando y apremian a las autoridades italianas a que les asignen puerto, aunque nadie sabe cuánto tiempo se va a demorar. El último desembarco autorizado fue el viernes, cuando Italia permitió la llegada al puerto siciliano de Trapani del Ocean Viking, de la organización SOS Mediterranée, con 114 rescatados. Tuvieron que esperar nueve días.
"Me pregunto qué les habría pasado a estas personas si el Geo Barents no estuviera allí", asegura Fulvia Conte, miembro del equipo de búsqueda y rescate de MSF. "La mayoría de los barcos a los que asistimos habían estado en el mar durante horas, pero no se lanzaron alertas. Los encontramos y rescatamos solo porque estábamos monitoreando el área y vimos los botes", lamenta.
Casi 200 muertos en menos de 15 días
La pregunta de Conte, aunque es retórica, se responde con cifras de muertos y desaparecidos que cada vez ocupan menos titulares y, sobre todo, menos reacciones políticas y sociales. Los datos más conservadores hablan de alrededor de 1.700 fallecidos en el Mediterráneo central en lo que va de año, un tercio más que en 2020 aproximadamente. Son más de 18.000 víctimas desde que se empezaron a registrar estos datos en 2014.
Al menos 28 personas fallecieron el pasado fin de semana en un naufragio al noreste de Libia, según informó este lunes el director de la Media Luna Roja en la ciudad de Khums, Mohamad Abushaala, que habló de al menos 15 muertos inicialmente, aunque ya han llegado a la playa 28 cadáveres. Se cree que iban 35 personas a bordo de la embarcación.
La pasada semana, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) informaba de la muerte de más de 160 personas en dos naufragios frente a la costa libia. 102 migrantes se ahogaron tras volcar a las pocas horas de que las mafias libias fletaran el bote desde una playa de este estado fallido norteafricano. Los cadáveres de otras 62 se los encontró flotando en el mar varios días después una patrullera de la Guardia Costera libia.
32.500 devueltos al infierno libio
Los guardacostas libios han interceptado y devuelto a Libia a casi mil personas en seis días
Este oscuro cuerpo de "rescate" forma parte en muchos casos del negocio del tráfico de personas, aunque esto no es impedimento para que Italia (desde 2017) y también Europa los financie, equipe y adiestre para interceptar en alta mar y devolver al país al mayor número de migrantes posible. Solo entre el 19 y el 25 de diciembre, los guardacostas libios han frenado y devuelto a 969 personas, según la OIM.
En lo que va de año, este organismo adscrito a las Naciones Unidas cuenta casi 32.500 migrantes devueltos a Libia. En 2020 no llegaron a 12.000 devoluciones. Allí, las torturas, la venta como esclavos, la extorsión y la violencia sexual son la tónica general en numerosos centros de detención de migrantes, según numerosos informes de ONG, del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y los relatos de las propias víctimas.
Solo a bordo del Geo Barents, los médicos de MSF han tratado a rescatados con lesiones "recientes y antiguas" producto de situaciones violentas. "Muchas personas de este grupo denunciaron haber sido golpeadas por hombres armados cuando intentaban huir de Libia en barco", apunta la organización.
Las Naciones Unidas llevan años demandando un protocolo común para una gestión ágil de los desembarcos. Según la ONU, esto evitaría sufrimiento e incertidumbre a los recién rescatados y enfrentamientos entre los países europeos con una cogida equitativa que hoy cargan los países del sur, España, Italia y Grecia fundamentalmente. También lleva años condenando en reiterados informes las devoluciones de migrantes y refugiados a Libia, un país sumido en el caos desde la primavera árabe que derrocó al dictador Gadafi en 2011 y cuya estabilidad parece lejos de lograrse al no haberse celebrado unas elecciones previstas para este mes.
Pero en el seno de una Unión Europea totalmente dividida en cuanto a gestión migratoria, se prioriza el bloqueo de los migrantes que logran esquivar la muerte en el mar y se allana el terreno para las deportaciones a terceros países.
Casi una década después de aquella costosa y pública Operación Mare Nostrum, con la que Italia respondió al drama en 2013 y rescató a más de 150.000 migrantes y refugiados del norte de África y Oriente Medio, los avances han sido pocos y los retrocesos han dejado la labor humanitaria prácticamente en manos de ONG mientras el presupuesto de Frontex, la agencia europea para el control de las fronteras, se ha incrementado exponencialmente y su personal pasará de pocos cientos de personas en la pasada década a alrededor de 10.000 en los próximos dos años.
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