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MADRID.- La sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, en plena Puerta del Sol, fue durante años el palacio del terror franquista. Un lugar donde el torturador Antonio González Pacheco, alias 'Billy el Niño', campó a sus anchas. Como si el lugar fuese suyo. Como si España fuese suya. Como si tuviera la seguridad de que disfrutaría de impunidad el resto de sus días. Pero no fue el único. Antes de que él llegara al lugar hubo otros hombres. Otros torturadores. El franquismo no fue aquel remanso de paz del que presumía un exministro del PP. La actual sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid, ese edificio que muestra a través de su reloj la llegada del nuevo año, fue durante la dictadura franquista un centro de detención y tortura. En concreto, la Dirección General de Seguridad.
"Estas manos son armas y con ellas voy a destruirte", espetó Billy el Niño, dentro de esos muros de la Real Casa de Correos, a Chato Galante, militante de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) en 1969. La frase fue pronunciada en medio de un terrorífico interrogatorio plagado de torturas y malos tratos. A Lidia Falcón, por su parte, le dedicó un un "ya no parirás más puta", mientras golpeaba su abdomen. A Luis Miguel Urbán, en su novena detención por pertenecer a la LCR, Billy el Niño le decía a carcajadas que no iba a salir nunca de allí con vida.
Son tres de las víctimas de González Pacheco. Pero la lista es casi infinita. Inabarcable. Billy el Niño, por su juventud, su dureza, su crueldad y también por la orden de extradición de la Justicia de Argentina, se ha convertido en el símbolo del terror y de la impunidad del franquismo. Era un funcionario que acataba las órdenes de arriba. Que aplicaba los métodos sistemáticos de destrucción personal y tortura al sospechoso de ser disidente político.
Antes de él hubo otros. Y también otros jefes, otros ministros. No era un problema de nombres. Era un problema de naturaleza. De violencia institucionalizada. El activista del PCE Julián Grimau, posteriormente ejecutado, fue lanzado por la ventana de la sala donde estaba siendo brutalmente torturado. El Ministerio de Información y Turismo, que entonces dirigía Manuel Fraga Iribarne, también conocido indistintamente como uno de los padres de la Constitución o de la democracia, sostuvo que el preso se había tirado al vacío de forma "inexplicable", tras encaramarse a una silla.
Posteriormente, Grimau sería ejecutado por presuntos delitos cometidos durante la Guerra Civil. Fue una víctima más de la larga noche franquista. Felisa Echerroyen fue otra, aunque afortunadamente, vive para contarlo: "Las palizas de Billy el Niño se reproducían en cada interrogatorio durante día y noche. Durante los tres días que estuve allí me sentí como un guiñapo al que balanceaban de izquierda a derecha. Creo que sólo me mantenían en pie los impactos que iba recibiendo de un lado y otro. Como si entre ellos compitieran para evitar que me cayera. No era consciente de que mis pies tocaran el suelo. Deseaba morir con tanto empeño".
El 'carnicerito' de Málaga y formas de colaborar con la Gestapo
Cuando Julián Grimau fue lanzado por aquella diminuta ventana del actual Palacio de Gobierno de la Comunidad, el director de la Dirección General de Seguridad era Carlos Arias Navarro, quién después ocuparía la Presidencia del Gobierno y sería el encargado de anunciar frente a las cámaras de televisión la muerte del dictador. Arias Navarro dirigió el organismo entre junio de 1957 y febrero de 1965, cuando fue nombrado alcalde de Madrid.
Antes, tras la conquista de Málaga por parte del ejército rebelde, había actuado como fiscal participando en la represión de la ciudad, que debía servir de ejemplo para el resto del Estado. Sólo del 8 al 14 de febrero de 1937 los franquistas ejecutaron sin juicio previo a 3.500 personas y hasta 1944 otras 16.952 fueron condenadas a muerte y fusiladas en Málaga, según un informe del cónsul británico documentado por el historiador Anthony Beevor. La actuación de Arias Navarro en Málaga le valió el sobrenombre de 'el carnicerito'.
Durante el tiempo en el que Arias Navarro fue el director de la DGS, además de la caída de Grimau por una angosta ventana, se produjo también la ejecución de los anarquistas Francisco Granado y Joaquín Delgado, acusados sin pruebas de haber puesto explosivos en el Sección de Pasaportes de la Dirección General de Seguridad y en la Delegación Nacional de Sindicatos.
Pero antes de la llegada de Arias Navarro, y de Billy el Niño, ya se efectuaban las torturas en el emblemático edificio del centro de Madrid. Durante el mandato del militar Rafael Hierro Martínez en la DGS (1951-1957) se asesinó al miembro del PSOE Tomás Centeno. Este hombre era nada más y nada menos que el presidente del sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) y formaba parte de la ejecutiva del Partido Socialista Obrero Español en la clandestinidad. Fue detenido por la policía franquista en 1953.
Lo último que se supo de él es que apareció muerto en la propia Dirección General de Seguridad, víctima de las torturas. El régimen señaló que "Centeno puso fin a su vida en el propio calabozo con el borde de uno de los flejes del somier de acero". El militar Rafael Hierro Martínez había sustituido al frente de la DGS al también militar Francisco Rodríguez Martínez. De hecho, los dos únicos directores del organismo que no fueron militares hasta el año 1979 fueron el propio Arias Navarro, que pertenecía a Falange, y el también falangista José Finat y Escrivá de Romaní, conde de Mayalde.
El conde de Mayalde dirigió el centro de detención y tortura entre 1939 y 1941, fue nombrado después embajador de España en la Alemania nazi (1941-1942), gobernador civil de la provincia de Madrid y alcalde de Madrid (1952-1965). Una carrera de vértigo. El historiador Josep Fontana escribió sobre él lo siguiente: "Era el conde de Mayalde un hombre con las manos manchadas de sangre que, como director general de Seguridad, había invitado en 1940 a Heinrich Himmler para que visitara Madrid, con el fin de establecer formas de colaboración con la Gestapo...". Sus buenas relaciones con la Alemania Nazi, de hecho, le valdrían el puesto de embajador franquista en Berlín.
Una placa en honor de las víctimas
La DGS fue elevada a la categoría de Secretaría de Estado, convirtiéndose así en la actual Secretaría de Estado de Seguridad en 1986. Antes, durante la Transición, estuvo dirigida por dos falangistas hasta que en 1980 ocuparon el cargo Luis Alberto Salazar y Francisco Laína, de UCD, y los socialistas Rafael Vera y Julián Sancristóbal.
Billy el Niño Era un funcionario que acataba las órdenes de arriba. Que aplicaba los métodos sistemáticos de destrucción personal y tortura al sospechoso de ser disidente político.
Desde entonces y hasta la actualidad no hay ningún símbolo ni nada que permita conocer el pasado terrorífico del edificio. La falta de localizaciones de los lugares de memoria es una prueba más de la enfermedad que afecta al Estado español: la desmemoria institucionalizada. El jueves pasado, sin embargo, Podemos de la Comunidad de Madrid, en concreto el diputado Hugo Martínez Abarca, presentó una Proposición No de Ley (PNL) para que "en el plazo de un mes" se establezca "una placa conmemorativa (...) en memoria de las personas que sufrieron violencia, vejación, persecución o privación de libertad por ejercer sus derechos, por defender las libertades y la democracia".
La PNL presentada por Podemos pide también que se habilite, "en el plazo de seis meses", un "espacio que antaño fuera utilizado como calabozo, con el fin de promocionar la memoria y que sea accesible a la ciudadanía con los correspondientes elementos informativos y pedagógicos".
De esta manera, Podemos pide honrar la lucha de personas como Fernando Navarro, de 69 años, que fue detenido en el Instituto Simancas por participar en una asamblea de estudiantes. Era el 21 de enero del 73 y los estudiantes protestaban por la suspensión de una convocatoria de exámenes: "Me entregaron a 'Billy el Niño'. Era un hombre con cara desagradable, greñas en el pelo y pinta de estudiante 'progre'. Me preguntó si estuve en la asamblea, yo lo negué y entonces me dio un puñetazo en la puerta del estómago y me cogió de los testículos. Después puso mi cabeza encima de un radiador y comenzó a golpearme por todo el cuerpo", relató Navarro a Público.
Finalmente este hombre fue absuelto porque su presencia en el instituto estaba justificada por estar en horario lectivo. Sin embargo, de los golpes y de la humillación ya no le libraba nadie. Tampoco la democracia española le pediría disculpas. Nadie honró su lucha y condenó a su agresor. Y 40 años después, el Gobierno sigue protegiendo a los ministros y altos mandos de la dictadura que estaban en la jerarquía represora.
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