Este artículo se publicó hace 8 años.
Manuel Cruz: “La disyuntiva que tenemos es o Rajoy ahora o más Rajoy dentro de tres meses”
El Catedrático de Filosofía y diputado del PSC en el Congreso reflexiona para 'Público' sobre el momento político, la demonización del diálogo o el ‘procés’: “Es legítimo aspirar a la independencia. Mi reproche es que se ha hecho táctica con la estrategia”.
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“Amo, luego existo”
Manuel Cruz
“Hace ya unos cuantos años, cuando mi hija todavía iba al colegio, plantearon en su clase la consabida pregunta acerca de a qué se dedicaban los respectivos padres. Cuando le llegó su turno, ella contestó que su padre era filósofo. Su compañero de pupitre, algo sorprendido por el exotismo de la respuesta, le reclamó mayor concreción: ‘¿Y qué hace tu padre?’, a lo que mi hija respondió: ‘Mi padre piensa’. Respuesta ante la cual el niño reaccionó como un autómata, exclamando: ‘¡Pues mi padre también piensa y no le pagan!’”.
Con esa anécdota comienza Ser sin tiempo, el último ensayo del filósofo Manuel Cruz (Barcelona, 1951) a quien la nublada mañana barcelonesa del 12 de octubre, la Hispanidad, le pilla pensando, o sea: trabajando, preparando su intervención en el próximo Foro de la Cultura que a partir del 4 de noviembre reunirá en Burgos a casi un centenar de obreros –filósofos, politólogos, científicos, escritores- para debatir sobre ‘Identidades, en la frontera’.
Ahora le pagan. Pero la tarea del pensar del catalán se remonta a su niñez en los paisajes del barrio de Gracia retratados por Juan Marsé. “Soy un niño de posguerra, hijo de una familia trabajadora de la que aprendí la tenacidad; pero los primeros libros que entraron en casa los metí yo”. Con 14 años, como los chavales de aquella época, debería haber sido aprendiz de botones, peón, pero cuando Manolo miraba al cielo se preguntaba que había detrás del Universo. Y cuando los jesuitas le explicaban que “Dios creó el mundo”, su perplejidad era cómo podía haber vivido Dios antes, en el no tiempo.
“El diálogo es esa situación excepcional en la que uno celebra que el otro le haga caer en la cuenta de que estaba equivocado”
En esos desvelos –“el vértigo del pensamiento”- y a pesar de unos primeros profesores de bachillerato abonados a la escolástica–“una filosofía muy poco atractiva”- llegó en los 70 a la Universidad de Barcelona. Y allí, el profesor Emilio Lledó hizo el resto: “Más que erudito es sabio: Emilio Lledó es una fuente permanente de sabiduría; una figura en extinción”. Él lo introdujo en el mundo de la filosofía antigua y la filosofía del lenguaje; más tarde le invitó a unirse con una beca al departamento en el que Cruz es hoy Catedrático de Filosofía Contemporánea. Y, quizás, lo más importante: “Me inoculó un veneno: la idea de que el diálogo es un instrumento de conocimiento privilegiado”.
“El diálogo es producción de conocimiento, es enriquecimiento”, dice Cruz del ejercicio que recientemente practicó con su maestro y “amigo” en el libro ‘Pensar es conversar’. “Pero, desgraciadamente, la apelación al diálogo tiende a ser malinterpretada. Para mucha gente suena a buenismo. Para otros, el diálogo se entiende como negociación -‘las fuerzas políticas se tienen que sentar a dialogar’- como una transacción. Pero ninguna de las dos cosas lo es. El diálogo es esa situación excepcional en la que uno celebra que el otro le haga caer en la cuenta de que estaba equivocado. Es la aventura de estar dispuesto a cambiar de opinión”.
El filósofo ha invitado muchas veces a correr ese riesgo en su treintena de obras que van, desde el academicismo de los primeros tiempos, a temas como el amor –“la experiencia de mayor intensidad”, constante en su discurso y su bibliografía- la memoria, el tiempo, la historia o la política. “Porque la filosofía tiene que servir para resolver problemas o ni es filosofía ni es nada”, sentencia en tono epicúreo. Y con la herramienta del pensar, Cruz se ha atrevido recientemente, en Travesía de la nada, con el ‘procés’ catalán.
“No se trata en ningún caso de cuestionar la legitimidad de la propuesta independentista. Es legítimo aspirar a la independencia. Mi reproche fundamental es que se ha hecho táctica con la estrategia. Es decir: que un ideal ambicioso, que implica una transformación social importantísima y debería ser un horizonte al que tender, ha sido utilizado como una herramienta para el corto plazo. Y la prueba de que se han utilizado para el regate corto elementos estratégicos que tienen que ver con el modelo de sociedad es la volatilidad de todas estas propuestas” dice quien en 2013 se convirtió en presidente de la asociación Federalistes d´Esquerres.
No cita a un autor afín, sino a un político con el que, confiesa, no suele estar de acuerdo para explicar esa volatilidad: “Carod-Rovira decía hace pocas semanas que ya no sabía en qué punto estamos, si vamos o venimos, si referéndum vinculante o no, si elecciones antes o después. Yo comparto su estupor. Lo que está en juego es construir un país de nueva planta. Y tengo la sensación de que se está utilizando toda esta retórica para reordenar el poder político; un objetivo ‘inconfesable’ para el que se está movilizando a la ciudadanía, agitando sus emociones. Eso no es bueno para ninguna colectividad”, concluye.
“En el debate político se han sustituido las argumentaciones, y por tanto el diálogo, por las emociones, y por tanto la confrontación”
Por aquello de que “no hay temas filosóficos sino tratamiento filosófico de cualquier tema”, tras el fracaso de la negociación (que no diálogo) para intentar formar gobierno en la legislatura pasada, para el 26J el pensador aceptó ir de número dos en las listas del PSC por Barcelona. Así que Manuel Cruz hoy es también un diputado del Congreso, independiente y quejumbroso por la demonización de la aventura de conversar.
“Una de las relaciones más endemoniadas es con los partidos independentistas. Pero ¿qué pasa con la demonización del diálogo en el seno de la izquierda? Es auténtico cainismo, es feroz. ¿Y qué me dices de lo que se vio el sábado en el seno de un partido de izquierdas como es el PSOE? La demonización del diálogo circula en todas direcciones, tiñe toda la atmósfera política, y tiene que ver con el extraordinario empobrecimiento del debate político. Se han sustituido las argumentaciones, y por tanto el diálogo, por las emociones, y por tanto la confrontación”, explica.
Y regresa a sus recuerdos de niñez para adelantar su postura ante la próxima sesión de investidura de Mariano Rajoy: “Cuando era pequeño, el chocolate me sentaba mal. Conforme repetía la experiencia me ocurrían dos cosas: que me apetecía mucho el chocolate pero, a la vez, mi cuerpo era capaz de anticipar que no me iba a sentar bien. Si me preguntas qué me pide el cuerpo en la próxima sesión de investidura la respuesta es la misma: por un lado me pide votar ‘no’ a Rajoy, pero a la vez me avisa de que en el futuro quizás sea peor. La disyuntiva que tenemos es o Rajoy ahora o más Rajoy dentro de tres meses”, reconoce la discrepancia con sus compañeros del PSC.
Pero Manuel Cruz es hombre paciente, defensor de “la experiencia de la demora y la espera”, que reivindica en su último libro frente a “un mundo que en el que se han sustituido los procesos por una sucesión ininterrumpida de intensidades”. Con la voz pausada y cálida de muchas tardes de radio –las que compartió durante años con su colega Manuel Delgado en la SER- finaliza reclamado horizontes y filosofía, que para algunos es sinónimo de paciencia, para devolver a la política el papel que nunca debió perder. “La política tiene que ser herramienta transformadora del modelo de sociedad. Y los políticos, representantes de la ciudadanía y no actores en una representación”, termina.
"Cuando todos los demás abandonan es cuando el filósofo empieza a trabajar”".
Manuel Cruz
PENSADORES DEL 21
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