Este artículo se publicó hace 8 años.
Breve historia de ocho mujeres imprescindibles y 'olvidadas'
Construyeron la vanguardia de este país. Fueron políticas, maestras, escritoras, actrices, pensadoras, milicianas y fueron perseguidas por ello. Lucharon por la emancipación, por la democracia y a cambio recibieron represión y silencio.
Alejandro Torrús
-Actualizado a
MADRID.- Construyeron la vanguardia de este país. Fueron políticas, maestras, escritoras, actrices, pensadoras, milicianas y fueron perseguidas por ello. Con la llegada de la Guerra Civil muchas de ellas tuvieron que exiliarse y, después, en una especie de segundo exilio, su voz fue silenciada o discriminada de las grandes líneas de la historia. Son mujeres que han construido país, que han luchado por la emancipación, por la democracia y que, a cambio, han recibido represión y silencio.
Su legado fue eliminado de un plumazo de la historia de España con la llegada de la dictadura. Después, se fue recuperando la vida y obra de sus compañeros, de nombres como Federico García Lorca o Rafael Alberti, pero ellas quedaron atrás. Dice el historiador Julián Casanova que un hombre de sexta o séptima fila consigue entrar en las páginas de historia, pero que una mujer, salvo que sea de excepcional primera fila, no lo consigue.
"Sin la historia de las mujeres estaremos contando y recuperando la historia de la mitad de la sociedad", señala la profesora de la Universidad Complutense de Madrid y exdirectora de la Cátedra de Memoria Histórica, Mirta Núñez, a Público. Estos son sólo ocho ejemplos de biografías imprescindibles para conocer el pasado del país. Son mujeres extraordinarias cuyos nombres, en caso de aparecer, sólo ocupan un breve en las páginas de historia.
Fue la primera mujer en dirigir un periódico en España: La Vanguardia, a día de hoy un logro prácticamente irrealizable ya que, tal y como denunció este medio, ninguno de los veinte periódicos impresos más leídos del país está dirigido por una mujer. Su ascenso a la dirección se produjo el 8 de agosto de 1936, en plena Guerra Civil, cuando el Comité Obrero CNT-UGT que controlaba el diario La Vanguardia la eligió como directora. Cuando llegó ese momento, Morales no era ninguna recién llegada en esto del periodismo.
Comenzó su carrera en la revista Hogar y la Moda. En 1924 comenzó a colaborar con la cabecera del Conde de Godó en la sección cinematográfrica aunque utilizaba un nombre de hombre inspirado en una novela de Benito Pérez Galdós: Felipe Centeno. Era la única mujer de la redacción. Después, pasó a ocupar la sección de Teatro y ahí ya comenzó a firmar con su nombre. Sus textos sobre cine llamaron la atención de la productora Paramount, donde comenzó a escribir diálogos y a adaptar películas estadounidenses a la fonética española.
Tras la victoria franquista en la Guerra Civil, todos los redactores de La Vanguardia fueron cesados y quedaron pendientes de depuración. Les retiraron su pasaporte y se les prohibió colaborar en la prensa. Morales, de hecho, llegó a estar 40 días encarcelada en un convento de Sarrià, aunque se negó a hablar públicamente de lo que allí vivió y jamás contó nada de lo que presenció. Morales fue rehabiliatada como periodista en enero de 1978.
La historia de Enriqueta Otero da para una trilogía. Maestra de profesión, Otero se alistó como miliciana de cultura en la Brigada Móvil de Choque de la 46ª División y llegó a obtener el grado de comandante. Asimismo, también fue secretaria de Dolores Ibárruri durante la Guerra Civil.
Otero fue encarcelada en Madrid en los últimos días de la Guerra por la Junta de Defensa de Madrid tras el golpe de Estado de Segismundo Casado, que terminó entregando la capital a las tropas franquistas. La mujer fue encarcelada en la prisión de mujeres de Las Ventas con otras militantes comunistas, pero logró protagonizar una fuga masiva de presos y consiguió escapar en tren hasta Lugo, donde se enroló en la guerrilla gallega con el apodo de María Dolores hasta 1946, fecha en la que fue detenida por las autoridades franquistas.
Otero fue condenada a muerte por un tribunal militar, pero, según destaca la necrológica que le dedicó El País en 1989, "una campaña internacional de solidaridad logró la conmutación de la pena y estuvo presa durante 19 años en diversas cárceles españolas". La mujer fue liberada en 1966 y rehabilitada como maestra en 1974, tan sólo un año antes de su jubilación. Aún así, le dio tiempo para poner en marcha proyecto cultural denominado O carriño, que imitaba a las universidades populares de la República. En 1977 fue candidata al Parlamento español en las listas del PCE. Falleció en 1989.
Escribe la investigadora en Estudios Hispánicos Ana Martínez, que María Teresa León es un ejemplo de "una mujer transgresora que nunca abandonó su lucha y compromiso social". La historia, casi siempre traidora, recuerda a María Teresa León como la mujer de Rafael Alberti, pero León Goyri fue mucho más. Ya de adolescente comenzó a publicar artículos con enfoque feminista en el Diario de Burgos; fue una de las primeras mujeres que pudo divorciarse en España; una de las pocas que pudo acudir a la Universidad a principios del siglo XX; la responsable de que durante la Guerra Civil española se salvaran de la quema numerosas obras que hoy son consideradas Patrimonio Nacional; fundadora del grupo de teatro conocido como las Guerrillas de Teatro y también de la revista Octubre, que será plataforma de escritores y personas de la cultura en defensa de la cultura, y de la publicación El Mono Azul. Así, también fue secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas.
Tras la Guerra Civil se exilia junto a Rafael Alberti en Francia, Argentina e Italia. Regresó a España junto a Alberti en abril de 1977 con los primeros signos de alzheimer. Moriría en 1988 en Madrid olvidada por casi todos. Esto fue lo que dejó escrito: “Siento que me hice del roce de tanta gente: de la monjita, de la amiga de buen gusto, del tío abuelo casi emparedado, del chico de los pájaros, del beso, de la caricia, del insulto, del amigo que nos advirtió, del que callado apretó los dientes y sentimos la mordedura... Todos, todos. Somos lo que nos han hecho, lentamente, al correr tantos años. Cuando estamos definitivamente seguros de ser nosotros, nos morimos”.
María Casares es un ejemplo perfecto del talento que perdió España por culpa de la Guerra Civil y de la dictadura franquista. Es hija de Santiago Casares Quiroga, que había sido Ministro y Jefe de Gobierno de la II República bajo la presidencia de Manuel Azaña, y que poco antes de terminar la Guerra Civil se exilia junto a su hija en Francia. María tenía 16 años y allí comienza sus estudios de interpretación que le permiten triunfar en la escena francesa con apenas 20 años. Llegó a ser condecorada con la Legión de honor de la República francesa.
Casares no pudo regresar a España hasta 1976 cuando representó El adefesio, de Rafael Alberti. Cinco años después, en 1981, pudo publicar sus memorias en España, Residencia privilegiada, en las que recuerda la relación que mantuvo con personajes como Camus, Jean Paul Sartre, Jean Cocteau o Pablo Picasso. A pesar de que la mayor parte de su vida transcurrió en el extranjero, Casares no renunció nunca a la nacionalidad española aunque afirmaba: "Mi única patria es el teatro".
"Maruja Mallo, entre Verbena y Espantajo toda la belleza del mundo cabe dentro del ojo, sus cuadros son los que he visto pintados con más imaginación, emoción y sensualidad." Así escribía el poeta Federico García Lorca sobre la artista Maruja Mallo, considerada como la más vanguardista de las artistas españolas del siglo XX y diosa española del surrealismo. Miembro de la Generación del 27, Mallo colaboró intensamente con Rafael Alberti quedando los decorados del drama Santa Casilda como testigo.
En 1932 dio el salto a París consiguiendo exponer por primera vez en la Galería Pierre Loeb. Allí entra en contacto con André Breton, Picasso, Miró, Péret, Aragon, Arp, Magritte y el grupo Abstraction-Création del que formaba parte Joaquín Torres-García. No obstante, su dedicación al arte fue combinada con sus ideales políticos. Fiel a la II República, Mallo participó en las Misiones Pedagógicas y ejerció de profesora en el Instituto de Arévalo, en el Instituto Escuela de Madrid y en la Escuela de Cerámica de Madrid.
Cuando explota la Guerra Civil, Maruja Mallo se encuentra en Galicia enrolada en las Misiones Pedagógicas. De ahí huye a Portugal y después a Argentina continuando con exposiciones en Buenos Aires, Nueva York o Londres, entre otros lugares. Regresa a España en la década de los 60. Hasta pocos años antes de su muerte no obtuvo el reconocimiento en España que sí había recibido internacionalmente por su talento.
Esta mujer es la primera ministra de la historia de España. De ideología anarquista, llegó a la cartera de Sanidad en plena Guerra Civil y ejecutó reformas imprescindibles en el terreno higiénico y de salud pública, medidas pioneras sobre prevención de la enfermedad, eugenesia, sexualidad, control de la natalidad y reguló el decreto de interrupción voluntario del embarazo.
Asimismo, Montseny también quiso acabar con la prostitución y creó los liberatorios, espacios donde las prostitutas entraban y salían libremente, recibían instrucción y tratamiento médico, recuperaban autoestima y eran preparadas para incorporarse a la esfera laboral. Con el final de la Guerra Civil, Montseny se exilió en Francia donde fue perseguida tanto por la policía nazi como por la franquista, que pidió su extradición aunque las autoridades francesas la denegaron.
Se instaló en Toulouse y siguió divulgando sus ideas en medios anarquistas. Dos años después de la muerte de Franco, Montseny regresó a España y continuó desde su país su activismo en pro de la CNT. En sus últimos años reivindicó al Estado la devolución del patrimonio sindical incautado a la CNT tras finalizar la Guerra Civil, se opuso firmemente a los Pactos de la Moncloa y al recién instaurado sistema político constitucional español.
Durante las últimas elecciones generales, el Ministerio del Interior difundió un tuit en el que aseguraba que las primeras elecciones generales democráticas se celebraron en España en 1977. La frase llevaba trampa. Las primeras elecciones democráticas en España se celebraron el 19 de noviembre de 1933, fecha en la que por primera vez acudieron a votar tanto los hombres como las mujeres en sufragio universal.
La principal responsable de aquel logro histórico fue Clara Campoamor. Ella fue la que defendió el derecho al voto a la mujer en un duelo en el Congreso frente a otra mujer, Victoria Kent. La segunda defendió ante la Cámara un aplazamiento de la aprobación del derecho a votar para las mujeres argumentando que aún no estaban suficientemente emancipadas y que sus voto irían a parar a las derechas.
Campamor replicó: ""Señores diputados: lejos yo de censurar ni de atacar las manifestaciones de mi colega, señorita Kent, comprendo, por el contrario, la tortura de su espíritu al haberse visto hoy en trance de negar la capacidad inicial de la mujer (...) ¡Las mujeres! ¿Cómo puede decirse que cuando las mujeres den señales de vida por la República se les concederá como premio el derecho a votar? ¿Es que no han luchado las mujeres por la República? ¿Es que al hablar con elogio de las mujeres obreras y de las mujeres universitarias no está cantando su capacidad? Además, al hablar de las mujeres obreras y universitarias, ¿se va a ignorar a todas las que no pertenecen a una clase ni a la otra? ¿No sufren éstas las consecuencias de la legislación? ¿No pagan los impuestos para sostener al Estado en la misma forma que las otras y que los varones?"
A pesar de este éxito, Campoamor vio como dentro de la propia República se le cerraron las puertas. En 1934 abandonó el Partido Radical por su subordinación a la CEDA y por la represión de la insurrección revolucionaria de Asturias. Trató de unirse a Izquierda Republicana pero su admisión fue denegada. Fue entonces cuando escribió y publicó —en mayo de 1935— Mi pecado mortal. El voto femenino y yo, su testimonio personal de las luchas parlamentarias. Murió en el exilio.
Esta mujer fue la única mujer que consiguió ser diputada en las tres legislaturas de la II República. Si bien Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken fueron elegidas diputadas en 1931, sólo la última consiguió revalidar su escaño en las elecciones de 1933 y de 1936, siempre con el PSOE. No obstante, en 1937, en plena Guerra Civil, se pasa al PCE y en 1944, ya en el exilio, abandona también el Partido Comunista.
Nelken comenzó su activismo en la adolescencia. Ya en 1919 escribía el artículo La condición social de la mujer donde denunciaba "son innumerables los refranes españoles que limitan la actividad de la mujer al círculo de los quehaceres domésticos" y que "la preparación de la mujer para algo que no sea estrictamente el matrimonio, parece cosa insólita que debe ser ridiculizada".
Con la victoria de las tropas de Franco, cruzó la frontera francesa durante la retirada general de Catalunya. Trabajó en la asistencia a los refugiados republicanos internados en los campos de concentración franceses y, a finales de 1939, se exilió en México, donde trabajó en la Secretaría de Educación Pública, colaboró con el gobierno republicano en el exilio, participó en las actividades de la Unión de Mujeres Españolas. En octubre de 1942 fue expulsada del PCE tras haber criticado la política de la UNE. Falleció en México en 1968.
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