Opinión
Gordofobia: una discriminación socialmente aceptada
Por Mery Viñas (@Meryvinas_Coach)
Psicóloga y 'coach' experta en psicología de la alimentación
-Actualizado a
Niños y niñas de 9 y 10 años que empiezan su primera dieta. Un 6% de adolescentes que padecen un TCA (trastorno de la conducta alimentaria) y un 70% de mujeres que afirman haber hecho alguna dieta en su vida.
Este es el resultado de vivir en una sociedad gordofóbica, aquella que fomenta un sistema de opresión hacia las personas gordas y que alimenta entre la población el temor a engordar. Una sociedad que vive de forma omnipresente con la cultura de la dieta, que nos recuerda que nuestro cuerpo no es válido ni suficientemente pequeño para encajar en los cánones de belleza establecidos y que nos empuja a invertir nuestro tiempo, dinero y energía a empequeñecer nuestros cuerpos.
Pero si las dietas funcionaran, ni existirían personas gordas ni habría que repetir una tras otra. La realidad es que no funcionan y así lo demuestran los estudios que concluyen que el 95% de las dietas fallan, recuperando el peso perdido en un plazo de 3 a 5 años e incluso aumentando aún más kilos de los perdidos (el conocido efecto yo-yo). ¿Pensabas que era culpa tuya? No, es que las dietas no funcionan ni funcionarán nunca. ¿El resultado de vivir a dieta? Lucrar a cientos de empresas que promueven falsas soluciones para cambiar el cuerpo, además de un aumento de la insatisfacción corporal, una disminución de la autoestima y el estigma.
De esta gordofobia se derivan muchas consecuencias, como el aumento de los TCA, el bullying escolar por la forma del cuerpo, que la palabra gorda sea un insulto, que te juzguen por tu peso, así como una mayor probabilidad de peores diagnósticos en la consulta médica. Y es que la gordofobia también se cuela en el sector médico donde todavía es más latente el discurso de que la gordura es la causa de todas las enfermedades. En este campo, ya hay evidencia de que los médicos dedican menos tiempo y menos contacto visual a una persona gorda que a una persona en normopeso. Y bien conocido es el caso de mujeres gordas que salen de consulta sin haber hecho ningún tipo de prueba médica, pero con prescripción de perder peso. Este puede ser el caso de una mujer gorda con dolor de rodilla. Al entrar en consulta tiene muchísimas probabilidades de que le prescriban pérdida de peso sin realizar ninguna prueba, mientras que a una persona delgada le puede doler la rodilla igual y ésta sí que será mejor tratada y diagnosticada. Recientemente, una de mis pacientes me comentaba entre lágrimas que su médico le había reñido por haberse quedado embarazada con su "elevado" peso y que "cómo se atrevía" a arriesgarse a traer un bebé con su cuerpo gordo, mientras que sus analíticas demostraban estar perfectamente sana. "No podrás ser madre", "Ese dolor es por tu peso" o "No llegarás a los 50" son algunas de las frases que cientos de pacientes escuchan a diario en el médico, hasta tal punto que temen ir a sus revisiones por miedo a escuchar lo mismo de siempre. Ese discurso paternalista y acusador de que lo estás haciendo mal todo el tiempo y de que es por tu salud, cuando para nada se tiene en cuenta la verdadera salud física y mental.
Porque si hablamos de salud, entonces debemos alejarnos del culto al IMC (índice de masa corporal), un parámetro que solo tiene en cuenta altura y peso y que deja de lado el historial clínico de la persona para determinar si padece o no una enfermedad. Pero en la comunidad médica, el IMC es lo que determina si una persona es obesa o no lo es. Solo un punto de corte. Una clasificación que no tiene en cuenta ningún parámetro de laboratorio y que ha ido cambiando a lo largo de los años. Por ejemplo, en 1998 se rebajó el normopeso de 27’5 a 25, con lo que de la noche a la mañana más de 29 millones de estadounidenses que se encontraban en normopeso amanecieron "poco saludables" debido a este cambio. El peso nunca será un indicador único de salud, porque ni la salud es exclusiva de cuerpos delgados ni la enfermedad lo es de los cuerpos gordos.
Por todo esto, que exista el Día Mundial de la Obesidad es solo una manera de seguir perpetuando la gordofobia. Es un modo de seguir recordando que millones de personas no tienen el permiso de encajar en esta sociedad ni en sus cuerpos, que no tienen fuerza de voluntad y que hay algo mal en ellos.
Si verdaderamente queremos promover la salud, entonces dejemos de celebrar la pérdida de peso, aceptemos la diversidad corporal y convirtamos el Día Mundial de la Obesidad en el Día Mundial Contra la Gordofobia. Los cuerpos gordos (como los bajos o los altos) han existido, existen y existirán siempre. Luchar contra la gordofobia es realmente una cuestión de salud.
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