Este artículo se publicó hace 9 años.
Vida y penurias de los marginados del deporte en España
Quienes practican deportes minoritarios en nuestro país afrontan a menudo obstáculos insalvables: sin instalaciones, sin medios, pagan los costes y los compaginan con sus trabajos. A veces, les llaman locos o les ven como bichos raros. Estos son tres casos presentes y ¿uno futuro?
-Actualizado a
MADRID.- Antonio se defendía aceptablemente al golf y tenía un amigo al que se le daba bien el tenis. Un día, de copas, la locura: se les metió entre ceja y ceja participar en unos Juegos Olímpicos. Pero de lo suyo, muy complicado. Así que buscaron un deporte que apenas nadie practicara en España, le echaron mucho morro y en 2002 se plantaron en la sede de la Federación de Deportes de Invierno. Allí comentaron que llevaban años en Canadá y que eran poco menos que expertos en curling. La farsa, al más puro estilo hollywoodiense, o de película de Ozores, cuajó. “Nos dijeron, directamente, que no sabían de lo que les estábamos hablando”, cuenta Antonio de Mollinedo (Madrid, 1979), uno de los pioneros patrios de esta disciplina de cepillos, discos y estrategia sobre hielo que sigue siendo un semidesconocido en nuestro país.
Pero no sólo no sabían nada en la federación; ellos mismos apenas conocían en lo que se estaban embarcando. “No sabíamos nada de nada de nada. Lo veíamos por la tele y, como en España todos somos expertos en todo, opinábamos el uno del otro en los entrenamientos”, rememora jocoso. Sus allegados bromeaban sobre la ocurrencia que le ocupaba el tiempo libre: “¿Qué tal barres la casa?”, le preguntaban. Más de una década después, De Mollinedo y sus tres compañeros de equipo han profesionalizado al máximo, por la parte que les toca, la práctica de un deporte que en Canadá es más popular por número de licencias que el rey hockey.
En el otro lado, la historia de los sinsabores y obstáculos de los marginados del deporte en España: la falta de instalaciones y de medios convierte poco menos que en un imposible su objetivo olímpico y que se les siga mirando casi como excéntricos. En el caso del curling, la Federación sólo les subvenciona cuando compiten internacionalmente representando a España. El resto –entrenamientos, viajes, dietas, etc- sale en gran parte de sus bolsillos. Si lograran la quimera de vencer en alguno de los torneos que se organizan en Europa, sólo se llevarían 6.000 euros a repartir entre cuatro, a lo que hay que descontar el coste del billete a Escocia, Suecia o cualquier otro país. “Apenas cubriríamos los gastos”.
“Entrenamos en una de hockey, que es como si Cristiano Ronaldo entrenara en un campo de tierra que no es plano. Entonces, Cristiano seguramente ya no sería tan bueno"
Nuestro país no tiene ninguna pista específica para los 130 federados que practican curling, aunque la Federación trata de disponer de una pequeña de hielo en Jaca o de, al menos, un par de carriles específicos en alguna de las instalaciones que existen. La que más se usa es la de Puigcerdà (Girona), que reutilizan para campeonatos nacionales y otros torneos. “Entrenamos en una de hockey, que es como si Cristiano Ronaldo entrenara en un campo de tierra que no es plano. Entonces, Cristiano seguramente ya no sería tan bueno. Sin una pista de hielo dedicada al curling, es muy difícil que crezca en España”. De Mollinedo conoció a su mujer en el curling, es campeón nacional, ha participado en 13 campeonatos de Europa, ascendió a la primera división continental y rozó la clasificación olímpica. Y tiene un trabajo como cualquier otro ciudadano: posee una empresa de informática. “Ahora mis amigos ya no se ríen tanto”.
La fiebre del precolombino lacrosse, más de moda en EEUU, no llegó hasta hace unos años a España. Y hace un lustro a la vida de Anabel Santos, por casualidad. Quería correr, hacer un deporte de equipo, pero menos mainstream, y se encontró con esta práctica para hombres y mujeres cuyo objetivo es introducir una pelota pequeña de goma en la portería contraria valiéndose de palos con red. En Google halló la página del equipo femenino de Madrid Lacrosse, uno de los tres que subsisten en la capital. “¿Pero tú estás segura de dónde te estás metiendo?”, le interrogaron sus familiares.
Juegan y entrenan en campos de hierba artificial o de césped natural no habilitados para su disciplina. En invierno, incluso en canchas de baloncesto
En aquel 2009, el plantel lo formaban tres españolas y cinco extranjeras que estudiaban en la capital y apenas les llegaba para tener las jugadoras suficientes. Hoy la situación se ha dado por completo la vuelta: son una quincena de nuestro país y tres de fuera. Y están enganchando cada vez a más chicas por toda la península para que formen su propio club: rondan las ochenta en España –en chicos la cifra es aproximadamente el doble-, aunque la Liga que va a comenzar sólo va a contar con cinco o seis conjuntos de Madrid, Bilbao, Barcelona, Alicante o Cuenca. Pero no todo se ha tornado positivo: juegan y entrenan en campos de hierba artificial o de césped natural no habilitados para su disciplina. En invierno, incluso en canchas de baloncesto. En Madrid Lacrosse, por ejemplo, suelen practicar en un campo de fútbol 8 del norte de la capital en el que tienen que montar sus porterías y marcar sus líneas. O en algún campo de rugby que les ceda alguna universidad, ya que es una disciplina que tradicionalmente se ha desarrollado en ellas. “Todo depende de dónde tengamos estudiantes”, explica Santos (Mirabel, Cáceres, 1983).
Aún son asociación (no llegan a federación), por lo que no cuentan con ningún tipo de ayudas. Se pagan las equipaciones, el alquiler de instalaciones, los viajes y las dietas. Como ejemplo de minimización de costes, cuando hay un torneo importante en España como la Copa que se celebra en breve en Gijón, organizan un viaje en autobús cuya ruta pasa por varias ciudades –Sevilla, Cuenca o Madrid- recogiendo a las jugadoras. Si no encuentran un hostal barato o a alguien que les deje al menos un sofá, pueden dormir en algún pabellón. “A veces nos ayudan las familias, pero no siempre todas se pueden permitir viajar”, afirma Anabel, una de las capitanas de la recién formada selección femenina, que debutó este verano en un Europeo. Compagina esta pasión con su empleo como social media manager en un banco, a donde de vez en cuando llega con algún moratón de los partidos. “Ya me conocen como la lacrossera”.
El caso del desconocido korfbal es casi único en España. Prácticamente está reducido a Catalunya. Y se da el caso de que hay una selección catalana que compite internacionalmente –de hecho, fue la primera federación catalana reconocida fuera de nuestras fronteras-, pero no una española. Se inventó a principios del siglo XX en Holanda y es considerado un desarrollo del baloncesto y el balonmano. Se enfrentan en una pista dos equipos mixtos y paritarios que tienen el objetivo de encestar la pelota en la canasta del conjunto contrario usando técnicas propias del baloncesto y balonmano. En Holanda, la mayor potencia, es una disciplina semi profesional y sus jugadores están catalogados como deportistas olímpicos. De hecho, el objetivo de la federación internacional es que sea una práctica olímpica en 2024.
“Tiene mucho potencial educativo y trabajamos directamente con los profesores de Educación Física. Intentamos venderlo así a las escuelas para que se desarrolle más”
Desembarcó en Catalunya hace más de tres décadas de la mano de un holandés que vivía en Marbella y de un colegio de Terrassa. “Hoy estamos en plena expansión. Sólo se juega aquí porque sólo se promociona aquí. Desde el CSD hace años que no nos catalogan como disciplina deportiva, sino como una rama del básket, por lo que no hay subvenciones”, explica Luis Rosa, responsable de promoción de la Federació Catalana. Javier Navarro (Barcelona, 1987) fue uno de los que se subió al carro del Korfbal Club Barcelona, uno de los punteros, cuando nació hace nueve años. Como es alto, unos amigos le plantearon la opción de unirse a ellos. “Era algo un poco raro que no había visto nunca”, confiesa. Actualmente, es el capitán del club y juega también en el combinado catalán. “La selección catalana de korfbal estará en los Juegos de 2024”, aventura.
En Catalunya está muy estructurado, tienen una Liga Nacional, unos 2.000 federados y se extiende hasta las categorías infantiles, sobre todo a través de los colegios. “Tiene mucho potencial educativo y trabajamos directamente con los profesores de Educación Física. Intentamos venderlo así a las escuelas para que se desarrolle más”, admite Navarro, maestro de Educación Física y monitor de iniciación deportiva en empresas. La Generalitat les concede cada año unas subvenciones, probablemente para fomentar el deporte catalán y sus selecciones. Sin embargo, los jugadores deben contribuir económicamente para costearse los desplazamientos y el alquiler de instalaciones. “Cuanta más base de jóvenes haya, más fácil es que en el futuro paguemos menos o que no lo hagamos, como pasa con otros disciplinas”.
Quienes quieren dedicarse profesionalmente a los deportes anteriores tienen un presente complicado. Javier de la Chica (Madrid, 1966) intenta que la práctica que lanzó hace tres años en España tenga un mejor porvenir. Siempre ha jugado al pádel y quiso montar un club relacionado con ello, pero que no fuera pádel. “En nuestro país, ya ha tocado techo”, opina. Buscó en internet deportes alternativos de raqueta y con recorrido y halló el 360ball, una disciplina muy exigente creada en 2011 por los hermanos Mark y John Collins en Sudáfrica. Se juega por parejas en una pista circular con un disco central. Cada pareja tiene que dar dos toques a la pelota antes de que golpee en el disco. Puede rebotar en las paredes pero nunca caer en el suelo.
De la primera idea de comprar una única pista para jugar pasó a hacerse, hace dos años junto con un socio, con la exclusiva comercial en nuestro país. “Había que arriesgarse, como cuando montas cualquier empresa. Pero tuve el apoyo de todos mis allegados”. Cosas de la vida, el nacimiento de la disciplina en España con la inauguración de la primera pista coincidió con la muerte de su padre. Tras los problemas iniciales y con la crisis aún latente, ya hay siete canchas de 360ball (sobre todo en el litoral mediterráneo, aparte de en Madrid) y espera un mínimo de diez para la próxima primavera. Comprar una pista, que De la Chica produce, cuesta entre 5.000 y 12.500 euros, en función de la categoría.
La iniciativa suele ser privada, aunque ya ha habido algún Ayuntamiento que también ha apostado por esta práctica que aún está en fase inicial en países como Sudáfrica, Alemania o Francia. Pese a la creencia popular de que deportes como éste o el pádel puedan ser caros, De la Chica, que trabaja como informático en una empresa, defiende que cuesta poco e incluso que hay lugares en los que es gratis. “Sólo necesitas unas zapatillas, una raqueta (aunque hay sitios donde las ceden sin coste) y ponerte a jugar”. El madrileño confía en el auge de 360ball, pero observando el delicado presente de los anteriores deportes y de otros, no sorprende que ponga bajo el listón: “La gente nos dice: ‘Será olímpico’. Pero yo no quiero metas imposibles. Me conformo con que en los próximos años sea una disciplina conocida por todo el mundo y que exista en todas las comunidades. Y a partir de ahí, que avance”.
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