Este artículo se publicó hace 10 años.
Rajoy y Rubalcaba hacen piña contra el derecho a decidir
Se sabía de antemano el resultado de la votación (299 en contra, 47 a favor y una abstención) y tal vez por eso el debate sobre la proposición de ley planteada por el Parlament de Catalunya para transferir a la Generalitat la capacidad de convocar un referéndum para conocer la opinión de la sociedad catalana sobre el futuro político de su país no ha respondido a las expectativas, políticas y mediáticas. Seguramente esas expectativas estaban hinchadas.
Por si había alguna duda, antes de iniciarse el debate propiamente dicho, y dentro de las competencias que el reglamento prevé, se leyó una declaración del Gobierno en su derecho de opinar sobre las consecuencias de la propuesta del Parlament. Salvo indicar que no conlleva un gasto económico, el documento ya era toda una declaración de negativa. Nada de nada. A partir de ahí todo fue de corrido.
El suflé presentado al inicio de la sesión vespertina acabó muy rebajado. A medida que fue avanzando la tarde daba la sensación de que el debate era sobre una de esas mociones tan específicas como espesas que logra dejar vacío el hemiciclo y que apenas interesa a poco más de una docena de parlamentarios. Y eso que el envoltorio era de las ocasiones de gala: oleadas de miembros del Parlament -unos 40 de un total de135-, consellers y asesores de la Generalitat y enviados especiales de medios catalanes con profusión de medios técnicos fueron acudiendo al Congreso de los Diputados al ritmo de las llegadas del AVE a Atocha.
La contundencia y concisión de los argumentos en contra a la iniciativa del Parlament desde el primer momento no dejaron resquicio para un debate de cierta altura. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, coincidieron hasta tal extremo que el socialista empleó explicaciones prácticamente milimétricas a las empleadas por el jefe del Ejecutivo momentos antes. Hasta el propio Rubalcaba no tuvo ambages para reconocerlo a la hora de repetir una de sus frases. Cómo sería la cosa que arrancó aplausos en un par de ocasiones a parte de la bancada popular como apoyo a sus palabras. Algo insólito para los tiempos que corren.
Rajoy fue tan elemental como contundente: no se puede transferir una competencia que no se tiene, ni conceptual ni legalmente. A partir de ese razonamiento, el derecho a decidir que comporta un referéndum se queda como está: es asunto de todos los españoles y una parte no puede pronunciarse sobre un todo. En consecuencia, como no hay marco legal pues no hay consulta, ni para esto ni para nada. Así de sencillo.
Al margen de algunas notas de color a las que Rajoy es tan aficionado -por ejemplo, se permitió la reflexión de que la mejor "autodeterminación" de Catalunya fue el 90,4% de votos afirmativos que dieron a la Constitución en 1978- dijo que, ¡faltaría más!, siempre se puede cambiar la Constitución por los mecanismos que la Carta Magna establece. Lo dijo con tal convicción que trasladó la impresión de que él será el último en apostar por ese camino y con la seguridad de que eso no se producirá mientras el PP tenga la mayoría absoluta.
El presidente del Gobierno aportó poco más al debate. Hizo una referencia a Escocia para asegurar que nada tiene que ver con Catalunya. Esa referencia la hizo a pelo porque en el discurso repartido a la prensa se aludía al concepto tan manido como resbaladizo de las colonias. En otro pasaje concluyó que es incierto que "Catalunya esté sufriendo una opresión insoportable ni que se persiga la lengua catalana". Acabó este particular tramo de su discurso proclamando su "amor" por los catalanes y Catalunya.
Alfredo Pérez Rubalcaba, que habló a continuación, tuvo una intervención muy sentida, pero con proliferación de argumentos legalistas. Fue contundente: "No somos independentistas, somos socialistas", un saco en el que metió a los diputados "del PSOE y del PSC" por si quedaban dudas en el ambiente. Tras coincidir con Rajoy en lo mollar -la ley no permite transferir esa competencia- se prolongó en el tiempo para aportar la solución: la reforma de la Constitución. Lo hizo con mayor convicción, pero sin mucho gas al ser consciente de que cuenta con unos efectivos de apenas 110 escaños en esta legislatura y nadie sabe que es lo que pasará en el más allá.
Como suele ocurrir, sus palabras y argumentos estuvieron mejor elaborados que los ofrecidos por Rajoy pero no fueron suficientes para elevar el tono vital del debate; tampoco el nivel político. Eso sí, dirigiéndose a los representantes del Parlament de Catalunya les recordó que "los socialistas siempre hemos estado detrás de todos los avances en el autogobierno logrados por la sociedad catalana". Acabó su intervención recordando al president Tarradellas en su discurso desde el Palau de la Generalitat ante los miles de ciudadanos congregados en la plaza de Sant Jordi cuando, tras decir la famosa frase de "ja sòc aquí", hizo un canto a la capacidad de empuje de la sociedad catalana.
Los representantes del Parlament no enervaron al auditorioPreviamente, las intervenciones de los tres representantes comisionados por el Parlament de Catalunya -Jordi Turull, de CiU, Marta Rovira, de ERC, y Joan Herrera, de ICV- no lograron enervar al auditorio. El diputado convergente, portavoz de su grupo en la cámara catalana, estuvo excesivamente formal aunque insistió en la voluntad de diálogo que conlleva en el fondo la propuesta que defendía. "Si se quiere, se puede. No se puede dar la espalda a una petición legítima y pacífica de la mayoría de los catalanes", planteó como eje de si discurso, constreñido a diez minutos formales aunque el presidente Posada fue magnánimo con los tres invitados. Fue concluyente al final: "Que nadie se equivoque. No estamos ante un callejón sin salida, hemos tomado un camino sin retorno".
Marta Rovira, de ERC, intentó lograr la foto del día al saludar al presidente Rajoy y a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría al pasar junto a sus escaños de camino a la tribuna de oradores. Tal vez lo logró porque por su intervención no pasará a la historia parlamentaria. Sostuvo que los catalanes "hemos decidido votar. Tenemos un mandato salido de las urnas", dijo en alusión a la mayoría parlamentaria que respalda el proceso soberanista en el Parlament.
Terminó su intervención con una mención al poeta valenciano Vicent Andrés Estellés: "¡No podrán res davaant d´un poble unit, alegre i combatiu!". Joan Herrera, veterano del hemiciclo, insistió en que la proposición de ley "es una respuesta razonable y democrática. Tengan en cuenta que su no va a agrandar las distancias ", argumentó. Y dirigiéndose a Rajoy le espetó: "Son rehenes de sus campañas anticatalanistas y las recogidas de firmas contra el estatuto. Son ustedes los que rompen España al no reconocer a la sociedad más plurinacional de Europa, al rescatar a bancos en lugar de a las personas".
Duran: "Eso es democracia, ¿qué miedo hay?Como suele ser habitual, la llegada al estrado del portavoz de CiU, Josep Antoni Duran i Lleida, generó una pequeña desbandada de diputados, principalmente en la bancada del PP. Ni siquiera el contenido del debate alteró esta fea costumbre. Eso se perdieron porque Duran realizó la defensa más sensata que se oyó durante la sesión de la propuesta del Parlament. Vino a decir, con coraje -cosa que no es muy habitual en él- que el resultado del referéndum no es vinculante y que, en cualquier caso, tiene el valor de saber qué es lo que piensa la sociedad catalana. "Eso es democracia, ¿qué miedo hay?".
Esa pregunta, al igual que el resto de argumentos, no tuvo respuesta. "Dialogar, pactar, negociar. Eso es lo que supone la consulta. Y votar", sostuvo en otro instante de una intervención que, en otro momento, planteó una fórmula verdaderamente novedosa: "Si la Generalitat, según sus argumentos, no puede convocar la consulta, pues convóquenla ustedes porque la Constitución se lo permite", dijo.
El resto de las intervenciones tuvieron muy poca historia [fotogalería]. A medida que pasaban las horas los argumentos perdían consistencia. Ni los contrarios a la propuesta eran capaces de añadir nuevos argumentos ni los que apoyaban la iniciativa lograban ser originales. Todo era más de lo mismo. Sin duda, un final bastante pobre para la trascendencia del debate. El resultado final era lo de menos.
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