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Shanghai, una ciudad sacudida por la covid y las restricciones
Agencia Atlas
Las incomodidades del confinamiento por la pandemia, que en España son un mal recuerdo de hace dos años, son todavía una dura realidad para los vecinos de Shanghai, la mayor ciudad de China. No solo se enfrentan al peor brote que han sufrido en este tiempo, con miles de casos nuevos cada día, sino a unas restricciones que han puesto en riesgo los suministros básicos y la paz social.
Shangai ha llegado al punto, de hecho, en el que no se sabe que es peor, el efecto de la covid en sí o el empeño de las autoridades chinas por mantener a cero el contador de contagios. Con 60.000 casos activos, el confinamiento radical de sus 25 millones de habitantes les está llevando a una situación límite.
La gente grita en la noche desde las ventanas. Protesta en la calle. Recurre en ocasiones al pillaje frente a las crecientes dificultades para el suministro de comida y bienes esenciales. El día a día es una pesadilla que las redes difunden en pequeñas porciones. Está el niño separado de su familia, rumbo a un pabellón de aislamiento de más niños... solos. Están las mascotas de los contagiados, que se sacrifican. La resistencia de muchos a mantener el encierro o a usar mascarilla acaba en detención.
La consigna es no salir, para nada tal y como advierten extraños artefactos mecánicos con altavoz que deambulan por las calles desiertas. Casi ciencia ficción. En tan solo 10 días, Shanghai ha levantado su 'hospital milagro': 40.000 camas con las que intentar un aluvión de ingresos hasta ahora incontenible. Es el peor brote de estos dos largos años. El encierro, que empezó el 28 de marzo, no tiene fecha límite.