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Violencia de género Discapacitadas y víctimas de violencia machista: 200 empleos que rompen el círculo de la violencia

Son las vulnerables entre las vulnerables. Han pasado años de malos tratos, tienen una discapacidad, y se enfrentan de nuevo al mundo laboral sin infraestructura y con hijos que alimentar. Contamos la historia de tres de entre las más de doscientas que han conseguido salir adelante gracias a un programa específico de Inserta Empleo (ONCE).

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Imagen de archivo de una mujer en silla de ruedas cruzando una calle.

MADRID,

El marido de María dormía con un cuchillo debajo de la almohada: "Si te mueves, te mato", le susurraba cada noche.

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Carmen vivió veinticuatro años de palizas, humillaciones, amenazas, que le dejaron una discapacidad del 35% y un tic que no termina de marcharse: mira el reloj compulsivamente. Cuando salía de casa, su marido le decía el tiempo exacto que podía estar fuera. Que no se le ocurriera llegar un minuto tarde. Dice que le da escalofríos recordarlo.

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Durante meses Silvia se levantó con el ojo morado, los labios hinchados, y ese hombro derecho que le dislocó su pareja, que nunca se ha llegado a recuperar. Pasó más de la mitad de su vida recibiendo golpes: "Con la rodilla, con los puños, ahogándome con sus manos", lo enumera como quien recita la lista de la compra.

María, Carmen y Silvia -no son sus verdaderos nombres- son tres generaciones de mujeres de las que no podremos dar muchos datos porque sus vidas corren peligro. Las tres están llenas de cicatrices físicas. Y de las otras. De ésas que duelen tanto que no hay tiempo que las cure. Dice Silvia:

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"Hace poco me dijeron que él estaba a diez kilómetros de distancia. Me hice pis encima"

Los años de maltrato dejaron a María y Carmen con una discapacidad. Silvia desde pequeña tenía una "dificultad de comprensión lectora" -no logra especificarnos más- , discapacidad que se agravó con las palizas, y a la que se sumaron otras: "A veces me cuesta explicarme, pero si le veo me quedo sin habla, me bloqueo, me echo a llorar".

Una de cada tres mujeres con discapacidad asegura que ha sufrido o sufre algún tipo de violencia física, psicológica, o sexual por parte de su pareja o expareja, más del doble que las mujeres sin discapacidad, según datos del Informe sobre Violencia de género hacia las mujeres con Discapacidad a partir de la Macroencuesta de 2015, de Fundación CERMI MUJERES. El 80% de las mujeres con discapacidad es víctima de la violencia y tiene un riesgo cuatro veces mayor que el resto de mujeres de sufrir violencia sexual, señala el Informe del Parlamento Europeo sobre la situación de las mujeres de los grupos minoritarios en la Unión Europea de 2004.

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75,8% de las mujeres con discapacidad revelan que no acudieron a la policía por considerar que no tuvo importancia y por miedo a las represalias

Salvo estos estudios las estadísticas sobre violencia de género en las mujeres con discapacidad, son escasas. En la mayoría de los casos los sistemas de medición eran las denuncias lo que suponía un sesgo muy importante, ya que 75,8% de las mujeres con discapacidad del Informe revela que no acudieron a la policía por dos motivos principales: considerar que no tuvo importancia y por miedo a las represalias. Además, muchas de ellas tienen posteriormente alguna discapacidad por el maltrato recibido: por cada mujer asesinada, diez agredidas sufren como consecuencia de la agresión machista discapacidad visual, auditiva o de movilidad.

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La discapacidad de María es del 65% y el adjetivo "crónica" se repite en todas sus dolencias: fibromialgia crónica "causada por el maltrato prolongado". Fatiga crónica. Depresión crónica. Fisura en el oído izquierdo con mareos y vértigos intermitentes.

Carmen tiene una discapacidad del 35% eminentemente psicológica. "Me dejó devastada, me sentía invalidada, una inútil, me anuló la capacidad de pensar".

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La discapacidad de Silvia es del 70%. A las dificultades de comprensión se añadió una depresión crónica, y un estrés post traumático con el que vive desde hace una década -el tiempo que pasó desde que abandonó a su marido con su recién nacido en los brazos-. Una década de pesadillas, de ojos en la nuca, de miedo en los huesos, de dolor en el alma.

212 mujeres con empleo

"La mayoría llegan anuladas, asustadas, sintiéndose incapaces", nos dice Virginia Carcedo, secretaria general de Inserta Empleo, la entidad experta en formación y empleo de personas con discapacidad de la Fundación ONCE. Un aumento en el número de mujeres con discapacidad víctimas de violencia machista les hizo entender la necesidad de un programa específico de búsqueda de empleo para estas mujeres: "Nos dimos cuenta de la necesidad de este programa porque en las entrevistas que solemos hacer, nuestros especialistas detectaron que algunas tenían un perfil diferente, al indagar más, descubrieron que eran víctimas de malos tratos".

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"Es necesaria la recuperación emocional, dotarse de una red social y recuperar los vínculos perdidos", asegura Carcedo

En los últimos dos años Inserta Empleo ha atendido a 1.109 mujeres con este perfil, de las cuales 369 han conseguido formarse en sus cursos, y 212 han obtenido un puesto de trabajo. El primer paso comienza en los cursos de formación, un espacio en el que no solo aprenden una habilidad específica, sino donde comienzan a recuperar la confianza en sí mismas. "Lo primero es el reconocimiento de su propia realidad, enfrentar el problema y trabajar con una perspectiva de ciclo vital enfocado en tareas que deberán interiorizar para culminar su empoderamiento personal. Es necesaria la recuperación emocional, dotarse de una red social y recuperar los vínculos perdidos. Todo eso debe cumplirse antes que el empleo. Pero a eso también hay que añadir otras ayudas en cuestiones legales relacionadas con su separación, divorcio y guarda y custodia de sus hijos", explica Carcedo.

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Romper el círculo de la violencia es el objetivo final. No es una tarea fácil. Todo parece faltarles. Los años de maltrato las han dejado aisladas, sin vínculos, tal y como sigue el modus operandi del maltratador. Cuando huyen de casa se encuentran sin techo, con poca estructura familiar, sin amigos, sin dinero -muchas de ellas dependían económicamente de sus parejas- y con hijos a su cargo. Todo ello en una estado de fragilidad emocional y física. "Son las más vulnerables entre las vulnerables", sigue Carcedo.

"Estuve por lo menos nueve meses pensando que no valía para nada, y mis hijos diciéndome que tenía que aportar algo, pero yo no me veía capaz de nada", declara Carmen

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Si echamos un vistazo al perfil de las mujeres que llegaron a Inserta Empleo vemos que el 86,3% no estaban ocupadas, según la definición de la EPA. El 43,6% tenían un nivel de estudios de secundaria, el 25,4% pertenecían a las nuevas clases medias, y el 39,9% tenían más de 65 años.

Carmen escapó de casa "temblando como una hoja". Su hermano la acompañó a la policía, aunque ella insiste en que no quería ir, tenía miedo. Denunció y estuvo tres meses en una casa de acogida. Después de ese tiempo se fue a vivir a casa de sus hijos: "Estuve por lo menos nueve meses pensando que no valía para nada, y mis hijos diciéndome que tenía que aportar algo, pero yo no me veía capaz de nada". Hacerse voluntaria en Cruz Roja fue lo que le devolvió las ganas de vivir: "Cuidando de los enfermos de Alzheimer me di cuenta que podía ser útil". Luego cogió el valor para acercarse a Inserta Empleo, y desde entonces ha ido enlazando un trabajo de limpieza con otro. Casi siempre en centros comerciales, alguna vez en una oficina. Y ahora también cuida a un anciano dos veces por semana. Nos dice que le da para ayudar en casa de sus hijos, y comprarse un vestido bonito de vez en cuando. Pero sobre todo repite: "Estoy rehabilitada, ya tengo amigos".

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"Para nosotras no hay justicia"

Según el informe del mercado de trabajo de las personas con discapacidad (SEPEEl) el 83,5% de las mujeres con discapacidad ocupadas están en empleos de baja calificación dentro del sector servicios. La mayoría como personal de limpieza en hoteles, empresas, restaurantes. La situación se repite entre nuestras protagonistas.

María se vio en la calle con sus dos hijos, su fisura en el oído, sus mareos, y su urgencia por encontrar un lugar en el que criarlos

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María se vio en la calle con sus dos hijos, su fisura en el oído, sus mareos, y su urgencia por encontrar un lugar en el que criarlos con una única idea entre ceja y ceja: "No podía parar, tenía que alimentar a mis hijos. Deprimida, dolorida, con todo trabajé como una burra". Su discapacidad solo se la reconocieron hace un año, y de ahí la temporalidad de sus empleos: "Empezaba de cocinera en un lugar y me tenía que acabar yendo porque no tenía fuerza en los brazos -por su fatiga crónica- para coger ollas tan grandes". Como limpiadora, lo mismo. Los dolores iban haciendo mella y a buscar otro trabajo en el que emplear otros músculos que también acabarían sin dar respuesta. Por todo lo que pasó, dice con orgullo -no podía ser de otra forma- que siempre tuvo un techo y tres platos de comida que ofrecer a sus hijos. Pero reconoce que cuando le reconocieron su discapacidad y se acercó a la ONCE para que le encontraran algo que encajara con todas sus dificultades, su vida cambió: "Hoy vendo cupones y estoy en mi mejor momento".

El protocolo de Inserta Empleo realiza una valoración de capacidades en relación a la discapacidad aplicando la Clasificación Internacional de Funcionamiento y Discapacidad (CIF). De este modo detecta los elementos generadores de exclusión en su entorno, desde sus apoyos más próximos (estructura familiar, responsabilidades), hasta la zona de residencia (si son entornos urbanos o rurales) y observa las disonancias en estos contextos que puedan alterar el equilibrio psicológico, fundamental para iniciar la búsqueda de trabajo.

Inserta le encontró a Silvia una tienda hasta que ese cuchillo en manos de aquel hombre parecía que acababa con ella de nuevo

Silvia dice que soñaba con ser dependienta. Inserta le encontró una tienda hasta que ese cuchillo en manos de aquel hombre parecía que acababa con ella de nuevo. Su ex marido la persiguió dos veces hasta el puesto de trabajo, y le tocó dejarlo, por ella y porque los dueños del establecimiento tampoco lo toleraban. También ha sido limpiadora, pero nos dice que limpiaba con los ojos en la puerta, esperando a que llegara: "Nada de limpiar en patios, porque ahí entra fácil y me pilla desprevenida y me mata". Con cada amenaza nueva que recibe, sus posibilidades laborales se cierran, sus miedos aumentan, y el círculo de violencia que lleva media vida sufriendo no se rompe. "Para nosotras no hay justicia, por eso nos matan todos los días. En cada juicio que he tenido me lo han puesto en frente, me he bloqueado y me he puesto a llorar. Nunca consigo hablar delante de él, y claro, los pierdo todos, y él en la calle".

El programa de Inserta Empleo es especialmente cuidadoso con casos como el de Silvia. De las 1.109 mujeres que están en su bolsa de empleo el 19% dispone de medidas de protección. No solo ofrecen la formación específica y los trabajos adecuados para su situación. Una vez que consiguen el empleo el seguimiento y la evaluación continúa.

"Es fundamental abordar el problema desde una perspectiva de vulneración de derechos e interseccionalidad, un compromiso social con las instituciones públicas, la sociedad civil, los movimientos asociativos de mujeres y con políticas sociales que trabajen la prevención y la educación", nos dice Carcedo. Desde Fundación ONCE colaboran con entidades con una larga trayectoria en atención a mujeres víctimas de violencia de género como la Fundación INTEGRA, Cruz Roja, Fundación CERMI MUJER, además del Grupo ILUNION especializado en favorecer políticas empresariales de inserción para estas mujeres.

Carmen se siente rehabilitada, animada, confiada, pero al final de la conversación confiesa: "Puede que haya muchas cosas que se me haya pasado contarle. Tengo muchas lagunas de aquel entonces. Cuando tienes tanto dolor, desaparecen los pensamientos".

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