madrid
Actualizado:Dice Manu Chao que tan solo hay una manera de hundir el capitalismo: “La única manera de joderlos es no comprando, porque es lo único que les interesa”. Las Navidades, quizá el momento más representativo del consumismo, suelen ser las fechas donde hasta los más concienciados y anticapitalistas caen en las redes del gasto y del crédito.
Para combatir esta idea nace Talento Local, una iniciativa que da luz a cientos de proyectos alternativos y sostenibles, que quieren hacer de las compras y el gasto un mundo menos frío y lesivo con el medio ambiente.
“El consumidor tiene una decisión muy importante entre sus manos a la hora de elegir dónde compra”, dice Vanesa Carrasquilla, impulsora de la campaña. “No hace falta que vayan a las grandes cadenas, hay otra forma de vivir las Navidades”, asevera.
Bajo esta organización –que durante las Navidades ha funcionado bajo el hashtag #yoregalotalentolocal–hay adscritas ya 112 empresas que comparten valores: huir del consumismo exacerbado, escapar de la construcción en cadena y hacer materiales sostenibles que, dentro de lo que cabe, no contaminen en exceso el planeta.
Ropa sostenible y duradera
Uno de estos ejemplos es el de Counting Clouds, una marca de moda que produce su material en talleres madrileños. No deslocaliza sus talleres en Asia. La empresa nació hace tres años y vendía ropa para niños, pero poco a poco fue evolucionando y principalmente cose prendas de mujer: “Para que el negocio salga adelante tienes que vender los valores que hay tras la marca. Que el que compre la ropa sepa que compra mucho más. En las grandes cadenas simplemente compras ropa, pero aquí hay una historia detrás de cada prenda”, cuenta Elena Garicano, dueña del negocio.
La moda, con sus excesos y sus pretensiones, está ligada a unos valores en los que Garicano no quiere verse reflejada: “La moda mainstream yo la llamo fastfashion, porque las tendencias impulsan a comprar todo el tiempo; todo pasa de moda muy rápido. Mi negocio está enfocado a que compres una prenda para que dentro de diez años se mantenga en buen estado”, reconoce la modista.
Otra manera de diversificar el negocio para hacerlo rentable es con talleres de aprendizaje, como es el caso de Warm & Wild, creada por Marta Sieteiglesias. Además de vender textiles teñidos con productos naturales, realiza cursos y prácticas para ilustrar al usuario medio sobre cómo manejar las herramientas necesarias para teñir telas.
Productos naturales y caseros
“Es una forma de elaborar de manera no tóxica y evitar productos sintéticos. Reutilizo alimentos como cáscaras de cebolla o aguacate. Es una manera natural de crear colores. El problema de los tintes naturales es que requiere tiempo, mientras que el sintético es rápido y barato. Un producto mío puede tardar en hacerse entre tres y cuatro días”, cuenta la propia Sieteiglesias.
Bajo este modelo de producción, la tintorera ha conseguido que incluso negocios pequeños se fijen en su manera de hacer, por lo que acuden a sus clases particulares para poder desarrollar este modelo de negocio. “Empecé a conocer el sector y me formé en estas técnicas, que en España son escasas. A raíz de esto vi que era una buena opción crear textiles de forma sostenible. La idea es que cada producto sea único y nos alejemos de la producción en cadena”, asegura.
Que el pequeño sea engullido por el grande es el gran riesgo de estos proyectos, aunque puede que haya algo peor: que te plagien ideas. Ese fue el caso de The Little Revolution, que vio cómo sus diseños de decoración en madera eran imitados por compañías más grandes que ella: “Aún no me ha copiado ninguna multinacional, aunque me han dicho que todo llegará”, asegura Laura Estalayo con algo de desidia. “Si lo viera en Zara me daría un vuelco al corazón, porque cuando me pasó por primera vez vi que es muy difícil defenderte. Cuando registras un diseño puedes meterle hasta 50 variantes, pero pueden hacer pequeños cambios y no sabes cómo justificarlos”, asegura la diseñadora.
El riesgo al plagio
La estrategia de esta empresa para hacerse un hueco en el mercado es tallar productos personalizados: “Si la gente me compra a mí, con la diferencia de precio que tengo respecto a Ikea, es porque pueden elegir. No llego a hacer productos de lujo, pero Ikea produce ciertas cosas a diez euros que yo puedo vender por 80. Al estar yo sola en el taller, los tiempos de producción son más lentos”, reconoce. De hecho, ha descubierto que los productos que elabora en pequeñas series no funcionan tan bien como encargos a medida.
Todos estos materiales tienen como fin combatir el consumismo casi esquizofrénico al que las grandes marcas han condenado al comprador. Quieren ser los salmones de la industria, remontar un río que tiene una fuerza imparable, es algo que llena de orgullo a estas creadoras y en especial a su impulsora, Vanesa Carrasquilla: “Me gusta pensar que estamos plantando semillas del cambio. Habrá algunas que no brotarán, pero habremos plantado la semilla en un consumidor. Si no nos unimos, no habrá cambio, y hay que construir de forma consciente”.
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