Córdoba
Nuevos agentes contaminantes están llegando a los océanos en las últimas décadas en composición y cantidades nunca vistas en ecosistemas marinos. Son los llamados contaminantes emergentes, integrados principalmente por nanopartículas de fármacos, filtros solares y microplásticos. Los sistemas convencionales de depuración se revelan incapaces hoy día de filtrar esos productos derivados, en gran medida, del incremento exponencial del consumo y nuevos modelos de vida.
¿Qué efectos tienen sobre la salud del Mediterráneo? Eso es precisamente lo que están investigando desde hace años un grupo de expertos que trabajan bajo el paraguas del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía, con sede en Puerto Real (Cádiz), y la Universidad de Córdoba. Los resultados son todavía parciales y centrados en microcrustáceos, algas, bacterias y moluscos bivalvos. Lo que sí han podido constatar es que en algunas especies observadas provoca estrés oxidativo, dificultades de reproducción y merma de la biodiversidad.
Todos esos componentes tóxicos acaban incorporándose en la cadena alimentaria que termina, tarde o temprano, en nuestra mesa. ¿Cuáles son las consecuencias para la salud humana? Eso aún no lo sabemos con seguridad. Pero todo indica que no pinta bien. "No conocemos los efectos a largo plazo. Aunque buenos no van a ser". Así se expresa la bióloga Carmen Michán, profesora de la Universidad de Córdoba y experta en análisis de biomarcadores moleculares de contaminación ambiental.
La bióloga Carmen Michán: "No conocemos los efectos a largo plazo. Aunque buenos no van a ser"
Lo primero que hay que tener en cuenta es que en cada escalón que se sube en la cadena trófica algunos tóxicos aumentan diez veces su concentración. Si los organismos no metabolizan estos agentes contaminantes, los guardan y se van acumulando de forma geométrica cada vez que son devorados por un nuevo animal marítimo. El grupo de investigación, que acaba de obtener luz verde a un nuevo proyecto, está examinando las zonas costeras del Mediterráneo, el estuario del Guadalquivir y los ríos Tinto y Odiel, en Huelva, por su alta concentración en metales derivados de la actividad minera.
La mayor parte de los análisis, sin embargo, se hacen en experimentos artificiales en laboratorios. De esta manera, pueden focalizar su estudio sobre agentes contaminantes concretos. En condiciones naturales, los elementos se presentan mezclados con todo tipo de sustancias, lo que dificulta examinar su comportamiento y los efectos que producen en los microorganismos estudiados. "Las almejas o las coquinas, por ejemplo, sirven de indicadores y lo que nosotros detectamos es la reacción que tienen ante el contaminante", explica Michán.
Uno de los trabajos sobre el terreno del grupo de investigación tiene lugar en una red de lagunas costeras de Túnez. En ese caso, han verificado las secuelas de los metales sobre la fauna marina. "Y hemos visto que el efecto negativo está potenciado por la elevada temperatura de las aguas", puntualiza. Lo que quiere decir que estamos ante un nuevo dato que refuerza la preocupación de la comunidad científica por la alerta climática. "Todos estos organismos nos proporcionan una alerta muy temprana de la contaminación y sus efectos", agrega Michán.
Algunas cosas ya se conocen con bastante precisión. Por ejemplo, que ciertos tipos de pescado, como el atún o el pez espada, acumulan una alta concentración de metales. "Por eso", argumenta la bióloga, "los niños no deben consumir grandes cantidades de determinados peces". También se sabe que la infertilidad en mujeres puede estar asociada al consumo de algunas especies marítimas.
Lo que está claro es que el vertido al mar de fármacos, productos cosméticos y microplásticos ha sufrido una "aportación exponencial" en los últimos años. "Antes no había", subraya Carmen Michán. "Y ahora todo es de usar y tirar", lamenta la profesora de la UCO, muy sensibilizada con la deriva medioambiental del planeta desde la segunda mitad del siglo pasado.
No hay estimaciones precisas sobre las toneladas de contaminantes emergentes que acaban en el mar Mediterráneo cada año. Pero no son pocas. "Son contaminantes nuevos y no se ha estudiado mucho al respecto", admite José Alhama, experto en biomarcadores moleculares de ecosistemas. Aunque una cosa sí se sabe ya. Los microplásticos están invadiendo el planeta. De tal forma, que se han recogido muestras considerables en lugares tan recónditos como el Cañón del Colorado o el mismo Ártico.
José Alhama: "Los microplásticos están invadiendo el planeta"
"Nosotros estudiamos los efectos en la cadena trófica en pruebas controladas", explica Alhama. En Cádiz disponen de grandes tanques experimentales para verificar la reacción en organismos vivos de ciertos contaminantes. Y hasta ahora lo que ha sido confirmado científicamente es que todas estas sustancias tienen consecuencias directas en la merma de cantidad y diversidad de los organismos marítimos. "Estamos estudiando el microbioma en la coquina de fango y la afectación en el tubo digestivo. Y las bacterias de ese órgano son importantes para defendernos de infecciones y enfermedades".
La incidencia del estrés oxidativo en ciertos organismos puede provocar algunos tipos de cáncer, mutaciones o esclerosis, asegura Alhama, integrante también de este grupo de investigadores. La afectación de contaminantes en el litoral andaluz es dispar. En Almería, el estado del ecosistema marino es significativamente más limpio, mientras que en la desembocadura del Guadalquivir en Huelva se registran niveles de metales más altos, con daños mayores en ostras y mejillones.
Julián Blasco es director del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC). Asegura que no hay datos fiables para cuantificar de forma comparativa los volúmenes de fármacos que alcanzan hoy el Mediterráneo, entre otras cosas, porque antes no se disponían de técnicas analíticas fiables. Sí se ha detectado, con todo, que su presencia es significativa y que muchas de estas sustancias no se eliminan y permanecen en el mar. Sus consecuencias sobre algunas especies están demostradas. "Las pastillas antibaby pueden llegar a modificar el sexto en ciertos gasterópodos", aduce.
Las zonas litorales con mayores concentraciones de población corren el riesgo de albergar más compuestos emergentes en sus aguas. Se sabe, por ejemplo, que durante los carnavales de Brasil la presencia de drogas sintéticas en el mar aumenta considerablemente. Blasco afirma que todo este tipo de contaminantes emergentes pueden afectar a los organismos acuáticos de distinta forma, como por ejemplo a sus funciones metabólicas o a su sistema de defensa antioxidante, que puede estar relacionado con el envejecimiento. Otra cosa son sus consecuencias sobre los seres humanos. "Eso no lo sabemos por ahora. Nosotros solo estudiamos los ecosistemas", señala.
El director del ICMAN es cauto a la hora de valorar el estado de salud del Mediterráneo. Reconoce que los residuos contaminantes han aumentado en las últimas décadas, pero avisa que los sistemas de depuración de vertidos también han mejorado sustancialmente. "Lo que sí está claro es que hoy estamos más preocupados por los temas ambientales y miramos con lupa la cuestión". Carmen Michán se muestra más expeditiva en sus reflexiones. "La salud del Mediterráneo es muy mala. Cada vez tiene menos vida". ¿Y la situación tiene arreglo? "Quiero pensar que sí. Si nos lo tomamos en serio y optamos por un modelo de consumo sostenible, tendrá solución".
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