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Entrevista a la escritora y autora de 'Mammalia' (Males Herbes). La novela, que supone su debut en este género, tiene como piedra angular de la historia los problemas de fertilidad, la industria de la reproducción asistida que crece a su sombra y los límites éticos de todo ello.
Elisenda Solsona (Olesa de Montserrat, 1984), escribe desde que tenía seis años, sobre todo terror. Es un género que le sirve para canalizar sus propios miedos y sufrimientos, y en esta entrevista con Público, detalla por qué cree que la ficción en general es clave en nuestra vida para explicarnos la realidad y también para hacer "crítica social y política".
Solsona trabaja como profesora de Secundaria y, después de las compilaciones de cuentos Cirurgies (Voliana Edicions, 2016) y Satèl·lits (Males Herbes, 2019), acaba de publicar su primera novela, Mammalia (Malas Herbes). Enmarcada en una "distopía próxima", la piedra angular de la historia son los problemas de fertilidad, la industria de la reproducción asistida que crece a su sombra y los límites éticos de todo ello.
Solsona lo vivió de cerca y remarca que "es durísimo sentir que eres parte de este negocio", mientras en el libro estira de los hilos que se relacionan, como los vínculos que se generan, la investigación de los orígenes de las criaturas nacidas a través de diferentes métodos o la propia identidad. Y, también, un tema que lo sobrevuela todo, la renuncia a ser madre o no serlo por voluntad propia.
'Mammalia' es un libro complejo que explica varias historias. ¿Qué es para usted?
Mammalia es la investigación de una protagonista que tiene vacíos en su infancia. A partir de un detonante, Cora empieza a iniciar esta investigación a través de diferentes vínculos que ha hecho en la edad adulta, uniendo diferentes pistas del rompecabezas hasta llegar al monstruo final.
¿Por qué, un monstruo?
Siempre digo que es un monstruo, pero los monstruos pueden ser muy bonitos. Sus orígenes le pueden llegar a hacer mucho miedo, a Cora, porque son un vacío y hay el miedo a aquello desconocido. Pero cuando se da cuenta de qué es lo que pasó, es como que todas las piezas del pasado confluyen en el presente de golpe. Y ve que realmente en el fondo lo sabía. Es darse cuenta de donde viene. A partir de aquí puede construir su identidad, porque hasta entonces va un poco perdida. Todo el mundo tiene derecho a saber sus orígenes. En el momento en que Cora los descubre, sabe qué tipo de familia quiere formar, qué tipo de vínculos quiere tener, si quiere o no quiere ser madre.
"Todo el mundo tiene derecho a saber sus orígenes, y el momento en que la protagonista los descubre, sabe si quiere o no quiere ser madre"
Todo el mundo tiene derecho a saber sus orígenes, y el momento en que la protagonista los descubre, sabe si quiere o no quiere ser madre.
Es una historia compleja, construida a partir de flashbacks y otros recursos narrativos y con una estructura particular.
Tenía las dos historias en la cabeza. La de Cora, la protagonista, y después la de la clínica y el pasado de Cora. Entonces pensé cómo unirlo. Y aquí fue cuando me salió la idea de hacer dos líneas temporales, una que fuera en primera persona y en pasado, que es el motor de la historia, y con una cosa más de narrativa oral. Y la otra, con capítulos más cortos, con las pistas que ella va uniendo, que son en tercera persona y en presente. Estos tienen quizás este punto más poético.
¿Y cómo mantiene la intriga de la historia?
Como lector vas entendiendo la historia a partir de los capítulos largos de Cora y vas uniendo las pistas a partir de los capítulos cortos. Fueron cinco años de creación porque tenía que concluir las dos líneas temporales y además tenían que ir dando las pistas de manera dosificada, de una manera que el lector se enganchara, pero que no intuyera demasiado qué es el que había pasado, porque el final fundido sorprendente.
Uno de los temas del libro son los problemas de fertilidad, que no es muy común abordar desde la ficción. ¿Cómo llegó a ello?
"Quería hablar de la ética en la ciencia, de cómo ha ejercido esta presión sobre el cuerpo de la mujer"
Quería hablar de la ética en la ciencia, sobre todo en relación con los cuerpos de las mujeres. De como la ciencia ha ejercido esta presión sobre el cuerpo de la mujer. De la violencia explícita e implícita que hay de la industria de la fertilidad hacia el cuerpo de la mujer, de la infantilización a que la somete. Y quería hacerlo a través de la ciencia ficción porque me era un escenario mucho más fácil para darle esta vuelta, para tratarlo como una utopía próxima.
¿Qué le permite este género?
Le doy este punto más mágico y más simbólico, pero al final es para trabajar la metáfora de lo que está pasando hoy en día. Es una crítica de lo que está pasando ahora. El telón de fondo es este y la historia gira alrededor de como una persona que ha nacido haciendo un mal uso de la reproducción asistida necesita conocer sus orígenes.
Es un tema del cual hasta hace poco no se hablaba mucho, y menos desde la ficción. ¿Por qué es importante hacerlo?
"Hace falta que haya ficción sobre esto, porque hace una crítica social y política"
Hace falta que haya ficción sobre esto, porque al final está representando problemas que pasan en la actualidad. La ficción hace una crítica social y política. A través de una historia te puedes sentir más identificado que no con un ensayo o un manual. Yo, cuando pasé por todo un proceso de infertilidad, pensaba que me gustaría leer literatura sobre esto, no solo manuales que te digan como te tienes que sentir o que te den una ayuda.
¿Cree que la literatura nos ayuda a entender las cosas?
Sí. Y necesitamos referentes. Por ejemplo, mi hijo. Con su padre estamos separados. Pues leemos cuentos y no hay, de padres separados. No estoy de acuerdo que los cuentos tengan que adoctrinar, no digo que tengan que ser cuentos sobre la separación. Pero el que sí que estaría bien que hubiera cuentos con padres separados. [En la ficción] hay poca representación de la familia no heteronormativa.
"[En la ficción] hay poca representación de la familia no heteronormativa"
Precisamente en Mammalia hay varias parejas de mujeres y lo incorpora dentro de la historia sin que sea en ningún caso el tema alrededor del que gira.
Lo incorporo de una manera natural, no como para hacer una cuota. En Satèl·lits todavía era más exagerado. Lo que se me haría extraño realmente es hacer solo cuentos con parejas heteronormativas. Al final lo que me sale es la diversidad y que todo el mundo se vea representado.
La infertilidad o la renuncia a ser madre son temas que se han ninguneado y se han tratado poco. ¿Cree que esto se está superando?
"Ahora se da más voz a la no maternidad por decisión propia"
Ahora se da más voz a la no maternidad por decisión propia.
Pienso que si hubiera vivido ahora lo que viví en 2014, habría mucha diferencia. Hay más círculos de mujeres, se habla mucho más, hay más visibilidad. Y no solo del hecho que sea un proceso duro, el hecho que alguien quiera ser madre y no pueda, sino también de la no maternidad. Tanto porque no has podido como también por decisión propia.
En 'Mammalia' lo aborda desde los vientres de alquiler.
Es donde quería hacer más crítica, porque en este caso es muy difícil de justificar los orígenes de la criatura. Ha sido una compraventa y esto es complicado. A ver, es que no tienes derecho a ser madre. El derecho es el del niño a su bienestar, y dudo que pase por este proceso de compra, por ser un producto. Para hacer la novela he leído contratos que ponen la carne de gallina. De cosas que puede hacer la gestante, cosas que no... Aquí es donde hay el abuso de poder de quien está contratando este servicio.
Y en general, por lo que hace referencia a la reproducción asistida, ¿cómo abordan las clínicas todo este proceso?
"Es durísimo sentir que eres parte del negocio de la reproducción asistida"
He ido tanto a una clínica privada como una pública y la diferencia es abismal. En la privada, si tienes más dinero puedes acceder a más buenos servicios, y es durísimo sentir que eres parte del negocio de la reproducción asistida. Debería de haber más cuidado hacia las mujeres. En las clínicas públicas sí que me sentí apoyada, pero en la privada era más una parte de un servicio.
En 'Mammalia', las mujeres solo tienen un intento para ser madres.
[Con mi pareja] Nos sentimos un poco así cuando fuimos a una clínica privada, con todo lo que cuesta. Vas pagando, pero realmente solo puedes hacer un intento porque con 30 años y con los sueldos que hay no puedes pagar más.
En cambio en la pública, imagino que la perspectiva es diferente.
Allá viví este proceso de una manera mucho más natural y mucho más orgánica. Pero al final, después de una in vitro que no funcionó, mis hijos vinieron de manera natural, los dos. Yo no tengo ninguna crítica en el sentido de formar una familia con reproducción asistida, sino hacia que se haga un buen uso, que se tenga cuidado de todo el proceso y que la mujer no se sienta parte de este entramado neoliberal de hacer negocios con la fertilidad.
¿La infantilización en el cuerpo de las mujeres la vincula con la violencia obstétrica?
"La violencia obstétrica es porque te infantilizan y hacen abuso de poder hacia tu cuerpo"
La violencia obstétrica es porque te infantilizan y hacen abuso de poder hacia tu cuerpo. Yo lo he vivido sobre todo cuando tuve dos abortos antes de que naciera mi hijo. Te ponían en un box, al lado había todo de mujeres que estaban abortando en aquel momento, y sentías los gritos... Era una cosa de película de terror. ¿No se puede tratar con algo más de cuidado este proceso? Estás teniendo contracciones para expulsar un feto que no irá a ninguna parte, que no está vivo, estás sintiendo todo esto por una cosa que no irá a más... Tuve contracciones más dolorosas en los abortos que cuando tuve mis hijos. Tratadme con algo más de cuidado.
Han sido cinco años de escribir 'Mammalia'. ¿Qué es lo que ha disfrutado más y lo que menos? ¿Se ha hecho largo?
No, al contrario. Yo me hubiera estado 20 años más, porque lo que me cuesta es el momento de iniciar la idea. Soy muy controladora. El momento que inicias una idea, una novela, todo es infinito. Los paisajes, los personajes, la trama, todo. Me cuesta mucho irlo acotando, todo me sobrepasa. El momento en que tengo la escalerilla y la estructura y empieza la reescritura, entonces es cuando me lo paso muy bien. Con la reescritura me siento realmente escritora, porque disfruto muchísimo y pienso que es aquí donde quiero estar.
¿Cómo crea el esqueleto de la historia?
Primero pienso en una historia costumbrista, en una historia de relaciones personales, entre personajes, una cosa más intimista, y le coloco un final impactante o un monstruo final. Cuando tengo este esqueleto, lo coloco en un paisaje en que haya algo perturbador, fuera de lugar, que no acabas de entender. Un paisaje con este punto inquietante que hace que los personajes se activen con el conflicto.
Dice que escribir terror le sirve para sacar las cosas que tiene adentro.
"El terror me sirve para estar tranquila, para ver los monstruos frente a frente"
Desde muy pequeña que escribo cuentos de terror, desde que empecé a escribir, con seis o siete años. Me gusta mucho el terror. Haciendo un proyecto de autoficción sobre mi bisabuela, por el cual me han dado la beca Montserrat Roig, empecé a investigar sobre por qué escribo. Vi que el terror me servía para estar tranquila, para ver los monstruos frente a frente, canalizar los pensamientos intrusivos y el sufrimiento.
¿Cómo combina su trabajo como profesora de Secundaria con la escritura?
Es encontrar los momentos en que puedo escribir. Cuando los encuentro, necesito que sean muy largos, porque me cuesta mucho concentrarme de primeras. Necesito ponerme dentro de la historia y una vez ya estoy, tener mucho rato. Un domingo por la tarde, por ejemplo. O una noche que no puedo dormir y estoy hasta las tres escribiendo.
¿Se ha planteado dedicarse solo a la escritura?
Ojalá, pero es imposible. Y de todos los trabajos que podría hacer, la de profesora de Secundaria me gusta mucho. Pero sí que es verdad que me gustaría tener más tiempo para escribir.
¿Por qué ha decidido hacer el salto a la novela y que ha supuesto?
Ha sido muy natural. Muchas veces, después de Satél·lits, me preguntaban "¿y para cuando, la novela?". Cómo si el cuento fuera un género menor. Y a mí el cuento me encanta. Tiene una vertiente muy cinematográfica. De hecho, yo pensaba que Mammalia sería un cuento, pero cuando empecé a sembrar, ya vi que me saldría largo.
A veces ha hablado de la influencia de lecturas de adolescencia, como Mercè Rodoreda y Montserrat Roig. ¿Las considera sus referentes?
Me gusta que ahora se empiece a hablar de la Rodoreda más fantástica, porque tiene este punto de realismo mágico, este punto fantástico. Cuando abrí Mercè Rodoreda, de pequeña, pensaba que quería hacer una mezcla de esto. Quería escribir como ella, la manera con que hace las comparaciones, como trabaja los símbolos... Cada día tengo influencias de lo que voy leyendo, de lo que voy viendo, del cine, de la literatura. Pero lo que lees y lo que ves en la infancia y la adolescencia, te marca. Tengo muchas autoras que me han influenciado muchísimo, y seguro que Mammalia bebe de todo esto.
¿Está trabajando en alguno otro proyecto?
Yo no soy una escritora que lleva siempre la libreta encima, con mil ideas. Creo que soy mucho más escritora de la reescritura que de generar ideas. Y en Mammalia, por suerte, tengo una idea y la trabajo y espero que me funcione. Ahora estoy trabajando una sobre la amistad. Quiero hablar sobre cómo nos marca la amistad de la infancia, como es difícil conservarla en la edad adulta, las nuevas amistades que generamos, y como puede llegar a hacer daño una rotura de una amistad, mucho más a veces que el de una pareja.
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