madrid
Pablo Casado no aspira a ganar las elecciones, pero sí a gobernar. Lejos quedó aquello de “que gobierne la lista más votada”, tan defendido por el PP de Mariano Rajoy. En Génova reconocen que el partido caerá respecto a los comicios de 2016 - entonces aglutinaron un 33% del censo y obtuvieron casi 8 millones de votos- pero confían en que las tres derechas (PP, Cs y Vox) sumen si Albert Rivera y Santiago Abascal cumplen con las expectativas generadas.
El objetivo del PP durante toda esta campaña ha sido tratar de mitigar la fuga de votos hacia Vox y Ciudadanos -especialmente al primero- e impedir que el PSOE siga creciendo. Para ello -y desde hace meses- Casado mantiene un tono duro contra Pedro Sánchez, entrando, incluso, en el terreno de las descalificaciones. Su principal argumento ha sido atacar al socialista por las supuestas concesiones que éste hace al independentismo catalán y vasco. Alega que el presidente del Gobierno indultará a los políticos catalanes que actualmente se encuentran en prisión acusados de malversación, rebelión, conspiración y sedición, a cambio de conseguir sus votos.
El plan de Casado de virar hacia cierto perfil "moderado" y "centrista” para conseguir más apoyos no dio el resultado esperado en los debates electorales. El tono duro de Albert Rivera descolocó a un Casado que se centró en Sánchez e ignoró al de Ciudadanos. El catalán aprovechó la ocasión y salió fortalecido de la cita televisiva en TVE al protagonizar momentos de alta tensión con el presidente del gobierno, mientras Casado mantenía un tono “presidencialista”, que le borró del foco. En el segundo encuentro, celebrado el día siguiente, el popular entró en el cuerpo a cuerpo contra Rivera y subsanó los errores del debate anterior.
Criba en las listas
El líder de los populares se muestra optimista, a pesar de las predicciones. Prioriza los mítines a la demoscopia y reivindica al PP como “la columna vertebral del país". No obstante, el partido no atraviesa su mejor momento a nivel interno. Además de la criba en las listas electorales al Congreso- solo repiten 12 de los 52 candidatos de 2016- el cambio de chaqueta de Ángel Garrido cogió por sorpresa al que había sido su partido durante 20 años. El presidente de la Comunidad de Madrid hasta hace unas semanas anunció que renunciaba su puesto número cuatro en la lista del PP a las europeas para concurrir como número 13 a la Comunidad de Madrid por Ciudadanos.
La de Garrido no ha sido la única fuga en los últimos meses, aunque sí la más sonada. El expresidente de la comunidad autónoma de Baleares y senador José Ramón Bauzá y la presidenta de las Cortes de Castilla y León, Silvia Clemente, también decidieron cambiar sus colorores por el naranja. Ella protagonizó un sonado pucherazo, él está en la lista europea de Ciudadanos.
Ya en campaña, el concejal del Ayuntamiento de Madrid, Íñigo Henríquez de Luna, antiguo hombre de confianza de Esperanza Aguirre, se afilió a Vox a los seis días de conocer que no repetiría en la lista al Consistorio. 24 horas más tarde, trascendía que el veterano edil Fernando Martínez, al que se atribuye la idea del logo de los populares, también se iba a Vox. Estos meses.
Las perspectivas del PP de Casado en el futuro
Estos comicios marcarán la trayectoria de Casado en el partido, en el que se abren dos escenarios: reeditar el pacto a la andaluza - al igual que su homólogo Juan Manuel Moreno Bonilla, que, pese a una gran caída, logró sumar para desbancar a Susana Díaz- y gobernar en coalición con dos socios que no se quieren ni ver o, como apuntan los sondeos, quedarse en la oposición si el bloque de derechas no suma, arriesgándose a que su liderazgo sea cuestionado.
La mirada está puesta desde la marcha de Rajoy en Alberto Núñez Feijóo, el barón con más poder del PP, que augura un buen resultado para las candidaturas de Galicia al Congreso -quizá el mejor- al ser uno de sus feudos históricos. Feijóo decidió no presentarse al Congreso Extraordinario de julio y Casado acabó imponiéndose ante Soraya Sáenz de Santamaría -ya retirada de la actividad política -e imponiendo un giro discursivo, dando un tibio adiós a la era Rajoy, y resucitando a José María Aznar, para intentar frenar la fuga de votantes a causa de Vox.
Casado no se plantea dimitir si los resultados no son favorables. De hecho, los populares utilizarán la victoria de la suma de izquierdas como argumento para las municipales, autonómicas y europeas. Intensificarán el discurso contra Sánchez, Unidas Podemos y, especialmente, los partidos catalanes, si son decisivos para la formación de gobierno, para prevenir a sus votantes: “¿Ustedes quieren esto en sus municipios?”, lanzarán.
Desde la dirección del partido consideran que no se puede pedir más a Pablo Casado y a su equipo con solo 10 meses de liderazgo. Alegan que éste ha demostrado lo que le importa el partido y su reputación; de ahí los cambios en las listas, los mensajes y el argumentario. “Esto es un proyecto a largo plazo”, defienden.
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