Opinión
Los reds de Liverpool: la afición que se enfrentó a la Dama de Hierro
Por Ramon Usall
Autor de 'Futbolítica. Una vuelta al mundo a través de clubes políticamente singulares'
El 13 de abril de 2013, durante el primer partido que el Liverpool disputó después de la muerte de la antigua primera ministra británica Margaret Thatcher, fallecida cinco días antes, los aficionados reds que se desplazaron hasta el estadio del Reading para ver jugar a su equipo no tuvieron ningún reparo en celebrar efusivamente la defunción de la política conservadora.
Una multitud de cánticos y de pancartas festejó la desaparición de la Dama de Hierro recordando así el atávico enfrentamiento que la ciudad de Liverpool, y muy especialmente los seguidores de su principal equipo, había mantenido con ella durante el período en que Thatcher ocupó el número 10 de Downing Street.
No era la primera vez, aquella misma temporada, que los aficionados del Liverpool se acordaban de la ex primera ministra. El 15 de septiembre de 2012, durante la visita de su club al estadio del Sunderland, los seguidores del equipo del Merseyside ya habían avisado con sus cánticos que “harían una gran fiesta el día de la muerte de Margaret Thatcher”. Era su peculiar forma de celebrar la publicación, pocos días antes, de un informe independiente sobre la tragedia de Hillsborough, que tuvo lugar el 15 de abril de 1989 y en la que murieron 96 aficionados reds, que atribuía la responsabilidad de esos dramáticos hechos a una actuación incompetente de las autoridades policiales que fue encubierta por el gobierno capitaneado por Margaret Thatcher, que había acusado a los propios seguidores del Liverpool de ser los culpables de la catástrofe.
Los sucesos de Hillsborough fueron el punto álgido de la tensa relación entre la afición red y una Dama de Hierro que había abanderado la cruzada contra los aficionados al fútbol de clase trabajadora. Unos seguidores que eran a menudo protagonistas de graves incidentes como los que se vivieron en Bruselas durante la final de la Copa de Europa de 1985, disputada en el estadio de Heysel, que dejaron el triste balance de 39 muertos y que tuvieron a los hooligans del Liverpool como principales responsables.
La animadversión entre la hinchada red y la primera ministra no era un tema exclusivamente futbolístico sino que, en buena medida, se fundamentaba en una cuestión política: la miseria que la Dama de Hierro había provocado en la región de Liverpool con sus políticas de austeridad que, desde 1979, supusieron un acelerado declive de una ciudad que había sido considerada “la Nueva York de Europa” y que vio, a partir de entonces, como el paro y la pobreza no paraban de crecer, como se extendía la epidemia de la heroína y como las huelgas y las revueltas populares sacudían a su sociedad hasta el punto que, en el imaginario popular británico, Liverpool fue bautizada como el “váter” del Reino Unido. Un inodoro que, para más inri, no tenía ni un triste producto de limpieza.
La primera gran rebelión que se vivió en Liverpool con Thatcher en el poder estalló en 1981, en el barrio de Toxteth, uno de los distritos más castigados por la miseria, y enfrentó a la comunidad negra local con los agentes del orden provocando una muerte como consecuencia de un atropello policial y unos disturbios que dejaron un balance de casi quinientos detenidos. La posición de la Dama de Hierro en relación a la revuelta, apoyando sin fisuras la actuación de los agentes y desarrollando una cultura de la impunidad policial, no hizo sino incrementar el odio que ya empezaba a profesarle una ciudad obrera e industrial que era víctima de sus políticas conservadoras.
En consecuencia, en Anfield Road, el tempo futbolístico del Liverpool, pasó a ser habitual escuchar cánticos dirigidos a la primera ministra como los que solía dedicarle el Kop, la mítica gradería popular del estadio, que clamaba a menudo “Maggie, Maggie, Maggie. Die, die, die!” deseando así la muerte de la Dama de Hierro.
El hecho que la masa social del Liverpool estuviera formada por esa misma clase obrera a la que las políticas de Thatcher castigaban con dureza propició que la posición contraria al gobierno conservador que ella lideraba se convirtiera en un elemento esencial de la identidad del club. Por consiguiente, durante el reinado de Thatcher, los gritos contra su figura y en solidaridad con las muchas luchas sociales que tenían lugar en Liverpool se convirtieron en recurrentes en Anfield, una situación que se acentuó con los hechos de Hillsborough, que consolidaron el cisma entre la afición red y la primera ministra.
Aun así, antes de la tragedia, la ciudad de Liverpool ya había manifestado de distintas formas su antipatía por la Dama de Hierro. Sin ir más lejos, en las urnas, cuando, en 1983, la ciudad llevó a uno de los corrientes más izquierdistas del Partido Laborista hasta la alcaldía. La facción trotskista que lideraba la corporación municipal, conocida con el nombre de “Militante”, fue una de las principales pesadillas de la primera ministra hasta el punto que que llegó a tumbar los presupuestos locales para no avalar los millonarios recortes que el gobierno conservador planeaba para la ciudad.
El odio que la clase obrera de la castigada urbe industrial sentía por Margaret Thatcher llevó incluso a que, en 1984, cuando el Ejército Republicano Irlandés (IRA) atentó contra su vida durante una conferencia del Partido Conservador celebrada en Brighton, fueran diversos los habitantes de la ciudad y seguidores del Liverpool que lamentaran que la Dama de Hierro se hubiera escapado por muy poco de una bomba que causó la muerte a cinco miembros de su partido, entre los que se encontraba uno de sus diputados en Westminster.
Paradójicamente, durante esa década de los 80 en que las políticas conservadoras condenaron a Liverpool a una miseria creciente, la ciudad se convirtió en la auténtica capital del fútbol inglés. Durante el período en el que Margaret Thatcher ocupó el poder, es decir, entre 1979 y 1990, el Liverpool ganó ocho ligas y el Everton, su rival ciudadano, dos más. En total, en 10 de los 12 campeonatos disputados bajo el mandato de Maggie el título viajó a la capital del Merseyside, un consuelo para sus habitantes que veían en el fútbol, que era también una de sus principales expresiones comunitarias, un espacio donde desafiar el poder de la Dama de Hierro.
Por si esto fuera poco, el Liverpool añadió dos títulos continentales a la lista: las copas de Europa de 1981 y 1984. Y no la amplió porqué, fruto del drama de Heysel, el equipo fue excluido durante una década de las competiciones europeas. Una sanción ejemplar adoptada por la UEFA que, a pesar de ser finalmente reducida a seis años, contó con el aplauso entusiasta de Margaret Thatcher. No en vano, castigaba a uno de sus principales enemigos: los seguidores del Liverpool. Aquella afición que se había atrevido a plantar cara a la Dama de Hierro.
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