La gentrificación se come la cultura de base en Barcelona: "La creación está aislada"
Los espacios culturales independientes se ven abocados al cierre o al traslado a otros barrios por las presiones inmobiliarias, y a pesar de que una de las salidas es instalarse en edificios municipales, critican un modelo de ciudad que no apuesta por la "cultura viva".
Emma Pons Valls
Barcelona-
Los alquileres en Barcelona han subido un 70% en 10 años y esto provoca una crisis de vivienda sin precedentes. Lejos de afectar solo a los hogares, la gentrificación también afecta a la cultura, desde teatros y centros culturales hasta comercios como librerías, que se ven expulsados de los lugares donde han arraigado, abocados a traslados hacia otros barrios o, incluso, al cierre.
Las presiones inmobiliarias han afectado desde hace años a espacios culturales emblemáticos de la capital catalana, como el Antic Teatre, situado en el barrio Gòtic, o la Sala Beckett, desde 2016 instalada en el Poblenou después de verse obligada a marcharse de Gràcia.
Hace cinco años que el Antic Teatre lucha por la expropiación de su espacio, que se iniciará en 2025
La única manera de sobrevivir que han encontrado algunas salas independientes es instalándose en edificios comprados por el Ayuntamiento, que han tenido que rehabilitar y adaptar para su actividad. Es el caso de la Beckett, que fue al edificio de una antigua cooperativa, y también otros equipamientos como La Caldera de Les Corts, ahora ubicada en unos antiguos cines también adquiridos por el consistorio. Estos dos espacios forman parte de la Red de Fábricas de Creación de Barcelona, junto con otros.
Otros espacios no han podido continuar, y en los últimos años, por ejemplo, han cerrado por la subida del precio del alquiler el Club Cronopios del Raval, el Club Capitol de la Rambla o librerías históricas como Antiquària Farré, en el Gòtic.
El Antic Teatre, cerca de la expropiación definitiva
El Antic Teatre, situado desde hace más de dos décadas en la calle Verdaguer i Callís, en Ciutat Vella, lleva años luchando contra una dinámica que lo ha estado a punto de expulsar. En 2019, la propiedad del espacio les comunicó un aumento del alquiler que no podían asumir y esto desembocó en una campaña popular que finalmente consiguió el compromiso del Ayuntamiento de expropiar el local para poder garantizar la continuidad.
Ahora, todo este proceso se recoge en el cortometraje documental Salvar l'Antic Teatre, de la revista Contracultural. Esta producción pone el foco en la "destrucción progresiva" de los espacios culturales comunitarios y como la presión inmobiliaria "pose en riesgo la diversidad cultural" de Barcelona, explican fuentes de Contracultural.
El documental llega en el momento en el que la expropiación ya está empezando. Según han podido saber desde el Antic Teatre, se incluirá en los presupuestos municipales de 2025: "Se hará sí o sí. Aunque el propietario no esté de acuerdo y haya alegaciones, sabemos que en un tiempo determinado se ejecutará y se acabará". Así lo explica a Público Semolina Tomic, artista y fundadora del espacio.
Se trata de un paso que inició el Gobierno liderado por Ada Colau, que no se vio afectado por el cambio de gobierno del año pasado porque ya estaba blindado. Aun así, Tomic lamenta la falta de "predisposición política" por parte del actual equipo del PSC. "Ahora lo que estamos luchando es por el proyecto, por la gestión, porque no estamos salvando solo el espacio sino el proyecto de arte contemporáneo que apoyamos", explica.
Y es que una de las dudas que presenta el hecho que el Ayuntamiento sea el propietario del edificio es los cambios que esto puede comportar en el proyecto, puesto que a veces implica abrir un concurso público o ceder su gestión a fundaciones o consorcios.
La ubicación del Antic lo convierte en un espacio insólito: "El valor del Antic en el Gòtic es brutal, porque en el centro [de la ciudad] está todo orientado hacia el turismo. Hay una falta de espacios comunitarios que trabajen con el barrio, con los vecinos", afirma su fundadora.
El caso de la Beckett, expulsada de Gràcia por Núñez y Navarro
La Sala Beckett es otro de los escenarios emblemáticos de cultura independiente que ya hace tiempo que se vio expulsada del lugar donde había estado más de 25 años, al barrio de Gràcia. En 2016 se trasladó definitivamente al Poblenou, en un edificio que había sido de una cooperativa y que había comprado el Ayuntamiento.
Desde 1989, la Beckett había estado en un local propiedad de Núñez y Navarro, que en 2006 les notificó que les triplicaban el precio del alquiler. A pesar de ir a juicio, lo perdieron y en este proceso el Ayuntamiento los ofreció irse en el edificio actual, en el Poblenou, que se tenía que reformar.
"A finales de los 80, era posible que una compañía de teatro independiente como Teatro Fronterizo abriera una sede en Gràcia, pero ahora esto es literalmente imposible", lamenta el director de la Beckett, Toni Casares. Con el traslado a otro barrio, explica, han estado especialmente cuidadosos con no convertirse ellos mismos en un agente gentrificador, entrando en relación con la escena cultural y centros educativos para arraigarse.
Casares: "Una ciudad sin una cultura conectada con la cotidianidad es una ciudad muerta"
El cierre y desaparición de estos espacios culturales de base supone una pérdida para la ciudad. Casases lo ve "sintomático" de lo que está pasando en la capital, donde los proyectos creativos culturales independientes tienen muchas dificultades para "encontrar espacios propios" o, si lo hacen, tiene que ser en la periferia. "El centro no permite este tipo de actividad", reafirma el director.
Todo esto revierte en la dinámica cultural de Barcelona: "La creación vive en una burbuja relativamente aislada del día a día de la ciudad, de la cotidianidad. No hay pequeños teatros, lugares culturales vivos, en el centro. O hay grandes equipamientos, museos, o cosas meramente comerciales".
Y todo ello tiene efectos sobre el modelo de ciudad en general: "Una ciudad sin una cultura viva conectada con la cotidianidad es una ciudad muerta", apunta Casares. A esta problemática se suma la expulsión del vecindario: "Un barrio donde vive poquísima gente y solo hay turistas o expats comporta problemas de inseguridad", insiste el director.
Un modelo de ciudad que no apuesta por una cultura comunitaria y de base
La fundadora del Antic, Semolina Tomic, también carga contra un modelo de ciudad que se orienta a "el arte de entretenimiento, comercial y para turistas". "La cultura no puede ser solo entretenimiento, sino que la ciudadanía la pueda practicar, pueda cantar, pintar, bailar... Esto dignifica la vida de las personas y esto es lo que tenemos en el Antic como proyecto".
Tanto Tomic como Casares inciden que la cultura de base no está lo bastante protegida en Barcelona y esto dificulta la existencia de los proyectos independientes. "El teatro y las artes en general tienen buena salud cuando el sector de base está garantizado y puede trabajar con dignidad. Sin base es difícil que haya una cultura viva", afirma Casares.
La protección del uso cultural de un edificio sería una manera de blindar la cultura ante la especulación
La protección del uso cultural de un edificio, como se hace en París, sería una manera de blindar la cultura ante la especulación, para evitar que un teatro se compre para hacer un hotel, por ejemplo, apunta Casares. Indirectamente, los altos precios de los alquileres en, incluso, de las habitaciones de hotel, provocan grandes dificultades para que la creación cultural circule por ciudades diferentes, porque las salas medias no pueden pagar el alojamiento a las compañías visitantes.
"A nivel europeo estamos consiguiendo ciudades que son burbujas culturalmente. La única globalidad que hay es la del gran capital", sostiene Casares. Los grandes festivales o las producciones comerciales se convierten así en la única manera de conocer espectáculos hechos fuera de Catalunya, cerrando la puerta una vez más a la cultura independiente.
Más presupuesto para los espacios de base
Para Casares y Tomic, en Barcelona se ha promovido un modelo cultural muy alejado de la ciudadanía. La fundadora del Antic apunta que hay un modelo "neoliberal" en el que los recursos económicos van a parar a fundaciones o consorcios que gestionan equipamientos públicos, como en el caso del Palau de la Música, el CCCB, el MACBA o el Museo Picasso, entre otros. "No hay auditorías ni transparencia del gasto público en cultura", critica.
Además del reparto "desigual" de los recursos, lamenta que las subvenciones para los espacios pequeños requieren de una burocracia que dificulta mucho el acceso: "La ciudadanía tiene derecho en los espacios públicos, que son nuestros, los pagamos nosotros, pero los recursos no llegan a la cultura de base".
En los últimos años, la compra de edificios como el que alberga el teatro Tantarantana o el del Molino, este por más de seis millones de euros, ha generado debate por el hecho que se decidan priorizar unos espacios ante otros sin que quede claro el criterio ni el proyecto que después se quiere promover.
Tomic: "Los recursos no llegan a la cultura de base"
Por otro lado, hay equipamientos municipales gestionados públicamente, como el caso del TNC, el Auditori o el Mercat de les Flors, pero tanto la fundadora del Antic como el director de la Beckett insisten en la necesidad de espacios "abiertos, accesibles y domésticos": "En Barcelona se han hecho catedrales solemnes donde el usuario se siente diminuto, como si la cultura fuera una cosa por encima de él, y esto es un concepto muy decimonónico, lejos del que permite una cultura próxima", insiste Casares.
El director de la Beckett apunta que la cultura se trata de una "capacidad intrínseca e innata de la condición humana" y la función de los poderes públicos es "permitir su desarrollo creativo", hecho que difiere de "garantizar el acceso".
"Los presupuestos públicos para la cultura continúan siendo irrisorios comparados con otros sectores. La industria automovilística está subvencionada, y nadie dice nada", afirma Casares. Tomic tilda de "ridículo" el presupuesto que reciben los espacios de base: "Esto comporta una precariedad brutal de las personas que se dedican a ellos, y los espacios cierran o van sobreviviendo como pueden... No es que no haya dinero para la cultura, hay, pero los recursos no llegan, no los quieren repartir a la ciudadanía".
"Esto es el neoliberalismo, un proyecto totalmente individualista que no quiere que la gente se encuentre, sino que se queden en casa consumiendo", concluye el artista.
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