Opinión
Paradojas del destino y de la política en 2024
Por Sato Díaz
Coordinador de Política.
Pasa en la política habitualmente que vemos gigantes, amigo Sancho, donde solo hay molinos de viento, que las cuestiones son paradójicas, que en ocasiones son lo que parecen y otras no e, incluso, a veces son una cosa y su contraria. El año 2024 se agota. Año intenso en la polis global y también en la española. He aquí la primera gran paradoja. Mientras los partidos han mirado hacia adentro ante el tsunami de citas electorales del primer semestre (gallegas, vascas, catalanas y europeas) y un segundo semestre marcado por los cónclaves internos, el compás de los acontecimientos verdaderamente importantes se ha marcado en la esfera internacional. La política española ha mantenido un diálogo propio durante este 2024, con sus discusiones innatas y atávicas, pese a que el foco que marcará el devenir se sitúa fuera de estos debates y se decide en otros idiomas (inglés, ruso, chino, árabe, hebreo, alemán).
Durante el 2024 se ha perpetuado el genocidio en Palestina al cual nos hemos acostumbrado en Occidente de una manera escalofriante. Los bombardeos civiles, el asesinato de niñas y niños o el desprecio de Israel a las organizaciones multilaterales solo han sido el preludio de algo más extenso: el Estado sionista ha multiplicado su práctica expansionista por casi todo Oriente Medio (Yemen, Irán, Líbano, Siria...). Terminamos el año con un esbozo de mapa nuevo a la orilla oriental del Mediterráneo.
Al norte de esta región en llamas, Turquía se consolida como Estado que ofrece, precisamente, estabilidad y la aprovecha para avanzar en su política de exterminio al pueblo kurdo. Al norte del Mar Negro, la guerra en Ucrania se cronifica a la espera de que en unas semanas se deje notar la política exterior de Donald Trump y conlleve algún desenlace inesperado. Pero la invasión rusa a Ucrania y el regreso de la guerra a Europa ya ha operado políticamente en el Viejo Continente, que, ensimismado, da alas a nuevos nacionalismos.
Las elecciones europeas de la pasada primavera fueron un buen ejemplo de ello. Las extremas derechas avanzaron de manera estrepitosa en el Parlamento Europeo. Además, estas fuerzas ultras ya gobiernan en distintos países (Italia, Hungría...) y están en claro ascenso en el resto. En Francia se celebraron comicios legislativos en junio y julio y el Nuevo Frente Popular se hizo con la victoria en la segunda vuelta. Pese al auge del ultra Agrupamiento Nacional, Emmanuel Macron no ha dudado en dejar fuera del Gobierno a la izquierda hasta en dos ocasiones y en hacer guiños a una insaciable Marine Le Pen.
Otra gran paradoja del momento, quienes se dicen demócratas allanan el camino a quienes quieren acabar con la democracia. La derecha tradicional - conservadores, democracia cristiana y liberales- mantiene una relación enfermiza con la ultraderecha: ora compiten, ora cooperan, aunque el guion da a entender que terminan por entenderse. Así pasó en las comunidades autónomas en las que el PP necesitó de Vox, que se entendieron, pero este 2024 Santiago Abascal se envalentonó y rompió los gobiernos y ahora aprieta a los de Alberto Núñez Feijóo para aprobarles los presupuestos a costa de los derechos de la infancia migrante. "El afán de querer olvidarte es mi mayor ímpetu para recordarte", qué bien describía la paradoja, Gabriel García Márquez.
En este sentido, una cita clave se señala en el calendario el 23 de febrero de 2025. Las elecciones alemanas se han convertido en una disputa entre la derecha tradicional de la CDU/CSU y la ultra con tintes neonazis de la AfD. La caída de la coalición gubernamental de socialdemócratas, verdes y liberales encabezada por Olaf Scholz deja tocada casi hundida a la socialdemocracia europea. Pocas semanas antes retornará Trump a la Casa Blanca. Y aquí encontramos una nueva paradoja: ante este panorama internacional, Pedro Sánchez y su Gobierno de coalición se convierten en referente de la izquierda europea y global.
Y eso ocurre cuando la compleja aritmética parlamentaria en el Congreso y Senado hace que mientras el Gobierno de izquierdas tiene buena prensa entre el progresismo internacional, aquí las reformas van tan lentas que desesperan a sus votantes. El PSOE teme nuevas derrotas en las Cortes y echa el freno allá donde la calle le pide más valentía, la vivienda, o donde Yolanda Díaz tiene puesta muchas de sus expectativas, la reducción de la jornada laboral a 37 horas y media. Tanto Sumar como CCOO y UGT aprietan para un acuerdo en este sentido en el año que está a punto de nacer y el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, lo sitúa en un horizonte más lejano. Qué paradoja que ante el avance de las derechas a las izquierdas les cueste tanto...
Como paradoja también es que ante la sensación de gran inestabilidad política y el alto voltaje de la discusión pública, The Economist bendijera a la economía española como la mejor situada de la OCDE. De la misma manera es paradójico que, siendo estos datos reales, haya tantas familias con el agua al cuello en este país y la desigualdad crezca cada día más y más, los datos de pobreza sean espeluznantes y los servicios públicos se vean resentidos por las políticas neoliberales que desde muchas comunidades autónomas se desarrollan, siguiendo el ejemplo de la Comunidad de Madrid de Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez.
"El imposible no podría haber ocurrido, por lo tanto lo imposible debe de ser posible a pesar de las apariencias", nos servimos del aforismo de la escritora británica Agatha Christie para llegar a la última paradoja política de este artículo. En 2024 se aclaró más todavía que quien gobierna no ostenta (todo) el poder. Y es que cuando hay un Gobierno, el de Sánchez, elegido democráticamente al haber recibido en noviembre del 2023 el apoyo mayoritario del Congreso de los Diputados, esos sectores que mandan pero no se presentan a las elecciones han afilado sus cuchillos para hacer caer al Ejecutivo. Una ofensiva judicial coordinada con una acción mediática con epicentro en Madrid y con el empuje de parte del sector empresarial han conseguido acorralar al gobierno en un laberinto de casos y titulares y hacer del Palacio de la Moncloa no solo el centro político ejecutivo del país, sino también una trinchera desde la que resistir.
Paradojas del destino, desde el Gobierno ya sitúan a la oposición política en los tribunales, ante la incapacidad de Feijóo (hasta el momento) de situarse como alternativa. Pero ojo, en 2025 podremos encontrarnos con la paradójica situación de ver al dirigente gallego del PP bailando sardanas y borrando las fotos de las grandes manifestaciones de 2024 contra la ley de amnistía para intentar llegar a un entendimiento con Carles Puigdemont.
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