Opinión
La fiesta del PP sigue sin acabar en València
Directora corporativa y de Relaciones institucionales.
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Si hubo una frase que describió a la perfección lo que fue la corrupción del Partido Popular, en general, y de la Gürtel valenciana, sus derivadas y otras cuantas causas más, en particular, fue la del exsecretario general del PP de la Comunitat (PPCV), Ricardo Costa: “La fiesta en el PP no se acaba nunca”. Quien fue, además, hombre de la máxima confianza de Francisco Camps cuando éste era president , al mismo tiempo, principal acusación del mismo durante la imputación de ambos, definió perfectamente a una organización donde el dinero, las invitaciones y los regalos de lujo entraban como riadas -si me permiten y aunque duela- en las cuentas del partido y sus dirigentes gracias a una estructura mafiosa que se construyó en la organización. Lo documenta todo muy bien, por cierto -y ahora vuelve a cobrar la máxima actualidad-, el periodista valenciano Rodrigo Terrasa en La ciudad de la euforia (Libros del K.O.). Este texto es, en realidad, un relato estremecedor de la falta de escrúpulos de un grupo de políticos que se dopan electoralmente y retroalimentan con una corrupción descarada.
Desde hace dos semanas, el pueblo valenciano vive una tragedia de dimensiones históricas; y sí, estamos hartas del término “histórico”, pero la emergencia climática, su negación o la negligencia política frente a la ciencia y la información es lo que tienen: cada catástrofe es más histórica que la anterior si no se le pone remedio… y veremos si estamos a tiempo. En estas dos semana larguísimas, además, el presidente Carlos Mazón, que ignoró sus responsabilidades durante las horas decisivas de la riada, las previas (¿a que en la últimas horas el Estado autonómico ha funcionado bien en Andalucía, en Catalunya y en la propia Comunitat Valenciana, más allá de lo inevitable?), ha vuelto a sorprendernos con dos decisiones que vienen a reafirmar en sus posiciones a quienes creen que lo del PP valenciano no tiene remedio.
En primer lugar, ¿soy la única a la que se le ha venido a la cabeza y tiritando la frase de Ricardo Costa cuando Mazón anunció hace unos días que cesaría a dos conselleras y crearía una vicepresidencia omnipotente para la reconstrucción de las zonas afectadas por la DANA del 29 de octubre? Vino todo a la vez a mi memoria: lo que ocurrió con la Gürtel, con el empresario Enrique Ortiz en Alicante; con el accidente del Metro de Valencia, otro pozo de corrupción (lean también Exhumación, editorial Binomio, de Álvaro Jarillo, una novela negra de ésas que, en realidad, ocurrieron); con las ayudas al desarrollo robadas por el conseller Rafael Blasco, uno de los hombres más poderosos del PP valenciano en los años y años de fiestas que inauguró Eduardo Zaplana, condenado estos días a diez años de cárcel por corrupción… Y hay más, mucho más: fiesta e impunidad. ¿Quién va a vigilar a esa vicepresidencia todopoderosa, sus adjudicaciones, a los reconstructores, un presupuesto que seguro será milmillonario y llegado también de las administraciones central y europea, los costes y sobrecostes,… ?
¿Por qué vamos a fiarnos del PP valenciano si, a la primera de cambio y con la tragedia en carne viva, nos enteramos este jueves de que la Generalitat de València ha emitido “cientos de salvoconductos para empleados de Mercadona, Consum, Aldi y Lidl, entre otros, que firma el subsecretario valenciano de Interior y Justicia, en los que se les autoriza a la circulación y al reparto incluso bajo alerta meteorológica roja o naranja”, según desveló Javier Ruiz en la Cadena Ser y pese a las leyes estatales, los derechos laborales más básicos, que prohíben esos movimientos de los y las trabajadoras en momentos de riesgo vital? Es difícil de creer tanto despropósito e inhumanidad, pero, como ven, sigue pasando: “En el PP la fiesta no se acaba nunca”. Ni en el lodo ni en las morgues.
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