madrid
Desde que el Ministerio de Igualdad, bajo el mando de Irene Montero, decidiera impulsar la ley del solo sí es sí, todo el mundo ha escuchado al menos una vez la idea de que para tener relaciones sexuales iba a hacer falta firmar un contrato. Que el consentimiento se convirtiera en la piedra angular de cualquier acto sexual levantó verdaderas ampollas. No tardaron en empezar a circular falsos contratos de consentimiento en redes sociales, aunque en realidad lo que recoge la norma no es más que el hecho de que todas las personas implicadas han de expresar su voluntad para proceder en cada práctica de esta naturaleza. Es más, muchas juristas feministas salieron a explicar que, aunque existiera, un contrato sexual carecería de sentido porque tan solo significaría la expresión de un deseo puntual, lo que no excluye que esa decisión pueda cambiar. Parecía agua pasada, pero esta semana el debate ha regresado.
Miguel Ángel Galán, presidente de CENAFE (Centro Nacional de Formación de Entrenadores de Fútbol), ha publicado en su cuenta de X (antiguo Twitter) un contrato de consentimiento sexual del que supuestamente disponen los futbolistas profesionales, y no profesionales, para evitar enfrentarse a denuncias por agresiones sexuales. Estos días también se ha dejado ver el interés de algunas aplicaciones de citas en incluir este consentimiento previo, como si ello diera carta blanca para cualquier cosa, como si dejarlo por escrito fuera más importante que los gestos, el ánimo o la propia palabra.
El supuesto contrato difundido por Miguel Ángel Galán incluye una cláusula que contempla el caso de "violación accidental"
El supuesto contrato difundido por Galán incluye incluso una cláusula que contempla el caso de "violación accidental", haciendo alusión a una penetración no consentida que puede ocurrir espontáneamente y sin intención debido a movimientos involuntarios durante el acto sexual. Un "peligroso oxímoron" que ha hecho saltar las alarmas a las expertas en violencia sexual, quienes consideran que puede terminar "deslegitimando, banalizando y relativizando la gravedad" que entrañan las agresiones sexuales, así como "enturbiando el hecho de que haya criterios delimitadores como los hay para definir qué es una violación", tal y como ha explicado en una conversación con Público, Laia Serra, abogada penalista experta en violencias machistas.
Pensar que un contrato puede abarcar todo lo que conlleva una relación sexual implica una noción probablemente insuficiente de la propia sexualidad porque "siempre hay matices" que van apareciendo a medida que se entabla y se negocia el vínculo, continúa Serra. Es más, ¿cuándo empieza y cuándo termina una relación sexual? Ni siquiera eso es tan sencillo de acotar. Se trata de "un proceso que tiene una cronología, una duración y una progresión impredecible". En todo caso, "el elemento más relevante es que el consentimiento es revocable. Que una mujer a las 17.00 horas de la tarde consienta una serie de prácticas sexuales no quiere decir que en el curso de una eventual interacción no pueda modificar su criterio. "Por lo tanto, la idea de un supuesto contrato es un absurdo y nunca podría generar un efecto de cobertura legal", argumenta la letrada.
"Que una mujer consienta una serie de prácticas sexuales no quiere decir que en el curso de una eventual interacción no pueda modificar su criterio"
Hombres que no saben qué es el consentimiento
Sea o no cierta la existencia de estos documentos, lo llamativo del fenómeno −más allá de lo estético− es que "hay una gran cantidad de hombres que están de acuerdo con ellos y que están normalizando la violencia patriarcal", advierte Fernando Herranz, historiador y doctor en estudios de género. Desde los sectores de las masculinidades críticas se intenta poner el foco en que el problema no es siquiera la introducción del consentimiento como epicentro de las relaciones sexuales, sino cómo entienden los hombres el consentimiento mismo y cómo construyen su deseo sexual.
El patriarcado nunca ha contemplado el deseo femenino, ni mucho menos la voluntad de las mujeres. "El deseo siempre ha dependido del deseo del hombre, ese que se prevé que tenga la iniciativa sexual, el poder, el mando. Hablar de consentimiento es poner en duda uno de los rasgos más nocivos de la masculinidad tradicional", insiste el experto. El asunto de los contratos, de alguna manera, supone retomar "el mismo discurso que siempre ha existido", ese que dice "si me has calentado, cómo vas a dejarme con las ganas" o "si has venido, ya sabías a lo que te atienes", explica Herranz, poniendo la mirada en la víctima y no en ellos mismos, que son los propios violadores.
"Hablar de consentimiento es poner en duda uno de los rasgos más nocivos de la masculinidad tradicional"
Contradicciones que, sean como sean, siempre terminan revictimizándolas y cuestionando sus relatos. Es el discurso de not all men, pero always men. Aquel que, por un lado, impera a las mujeres a que no beban, no salgan de fiesta o no consuman drogas para supuestamente protegerse y evitar actitudes que puedan exponerlas a sufrir violencia −como si ser victimizadas fuera responsabilidad suya−; pero, por otro, les dice a sus hijas, amigas o hermanas que "no se relacionen con hombres, precisamente porque todos ellos saben cómo se relacionan los hombres", apunta Herranz.
El regreso del mantra machista de los contratos no solo alienta a la deshumanización y burocratización de la intimidad sexual, sino que además sugiere una "idea muy perniciosa" sobre "cómo los hombres están sujetos a la arbitrariedad de la maldad de las mujeres", señala Laia Serra. Una suerte de escenario donde las mujeres instrumentalizan su sexualidad y actúan "de manera torticera", frente al "hombre víctima que debe protegerse de una legislación que les pone en riesgo y que les discrimina".
El regreso del mantra machista de los contratos sugiere que hombres están sujetos a la maldad de las mujeres
No en vano, otro de los bulos que más resonaron con la aprobación de la ley del solo sí es sí es que acababa con la presunción de inocencia de los hombres, que todos serían culpables hasta que se demostrara lo contrario. Cuando la jerarquía normativa establece que una ley no puede ir en contra de un principio constitucional como la presunción de inocencia, recogido en el artículo 24.
El debate sobre los contratos de consentimiento sexual llega tan solo unos días después de que haya empezado el juicio por el caso Pélicot, tras la denuncia por agresión sexual contra el futbolista Rafa Mir y la condena al jugador Hugo Mallo. Los hechos están encima de la mesa, pero las conclusiones no sugieren demasiados avances.
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