ROMA
El Partido Democráta italiano ha vuelto a ganarse el sobrenombre de partido de Renzi, después de que el ex primer ministro haya arrasado en las primarias abiertas con en torno al 70 % de los votos y se haya impuesto a Andrea Orlando, el actual ministro de justicia y a Michele Emiliano, gobernador de la Apulia, en su pugna por la secretaría general de la formación.
Con menos de la mitad de los casi dos millones de votos escrutados, Matteo Renzi ya compareció en público en la histórica sede del PD en Roma para celebrar su victoria, que calificó como “una responsabilidad extraordinaria”. También llamó a la unidad de su partido, que en los últimos tiempos ha sufrido una serie de escisiones importantes del ala más izquierdista que hicieron perder a la formación una considerable fuerza parlamentaria. “He aprendido que este no es un partido personal. Empieza una historia completamente nueva, no la revancha de la vieja”, dijo.
Precisamente este año se cumple una década de la formación del Partido Demócrata, que surgió como una amalgama de corrientes ideológicas que se unió para hacer frente al berlusconismo y que ha vivido desde entonces numerosas tensiones y una lucha interna que desembocó en la última escisión notable en febrero de este año.
En esta nueva etapa del renzismo la unidad cobra un valor primordial porque un PD hasta ahora dividido se enfrenta a un cada vez más fuerte Movimiento 5 Estrellas que se presenta en bloque.
Antes de terminar el recuento, también reconoció su derrota y felicitó a Renzi, Orlando, segundo muy por detrás del vencedor, con en torno al 20% de los votos, representante de la corriente más reformista y el candidato más débil porque fue nombrado ministro por el propio Renzi y no pudo ser suficientemente crítico con el nuevo líder.
Es la segunda vez que Renzi se impone en unas primarias, después de las de 2013, pero entre aquellas y las de este domingo han pasado 1.000 días de gobierno, que se vieron oscurecidos por sus pugnas con históricos exponentes de la izquierda italiana como Pier Luigi Bersani y Massimo D’Alema y que culminaron en una sonada debacle en diciembre de 2016, con el referéndum constitucional en el que fracasó estrepitosamente. Aquella derrota derivó en su dimisión, primero como primer ministro y después como secretario de la principal formación de centroizquierda del país.
Desde ese momento, Matteo Renzi se ocultó de la primera línea política y comenzó a gestar una estudiada maniobra política con un objetivo fundamental: volver a empezar. Se sabe que en este tiempo ha mantenido encuentros con destacadas figuras del ámbito empresarial y que ha viajado incluso a Estados Unidos para tomar ideas, celebró un Congreso apresurado, sin debate ni consenso entre los militantes y adelantó las primarias, que deberían haberse celebrado en diciembre, con la intención de obtener cuanto antes la legitimidad que necesitaba.
Renzi prepara su asalto al poder
Tras hacerse con la secretaría del partido se convierte, por ende, automáticamente en el candidato a las próximas elecciones generales, pero en el fragmentado panorama político italiano, una victoria en los comicios no es un pase directo a la silla de primer ministro y menos aún con la cuestión de la ley electoral aún por resolver. Éste es uno de los lugares comunes de desencuentro entre los partidos y debía ser uno de los principales cometidos del cada vez más anquilosado gobierno de Paolo Gentiloni y todavía ni tan siquiera se ha iniciado.
La gobernabilidad, como ya es costumbre, es uno de los principales quebraderos de cabeza de la política italiana y, según apuntan los sondeos, ninguna formación alcanzaría la mayoría necesaria para formar gobierno. Para asegurarse una ventaja es necesario saber enfrascarse en una alianza viable.
Para frenar el cada vez más robusto empuje del Movimiento 5 Estrellas, las opciones del Partido Demócrata pasan por tomar las riendas de la gobernabilidad en Italia y probar sus capacidades para crear coaliciones y establecer unas mesas de negociación que resulten factibles. Una de sus principales bazas es la de sentarse a negociar con Silvio Berlusconi, algo que para Renzi no es nuevo, ya que durante su gobierno ya pactó varias de sus reformas con el octogenario magnate, aunque no terminaron del todo bien avenidos.
Para Renzi, demostrar ahora que puede ser el gran negociador del PD y atajar la cuestión de la ley electoral, que actualmente no es unánime para Cámara de los Diputados y Senado y después de que el Italicum, su gran propuesta, fuera declarada en parte inconstitucional, será una de sus tareas fundamentales. Algunos sectores ven con recelo las capacidades de Renzi para encarrilar las negociaciones y cuestionan que sea la figura más indicada en este momento. “Para llevar esto a cabo es necesario una visión de estadista, no sabemos si Renzi lo es, aunque es un líder bastante eficaz en lo que respecta a la comunicación politica, con su gran energía” explica a Público el analista y profesor de la Universidad La Sapienza ,Oreste Massari.
Queda por ver, también, hasta dónde es capaz de sobreponerse de su fracaso en el referéndum, que terminó por desvanecer, en cierto modo, lo innovador e importante que había conseguido en su gobierno. “Ahora es un líder desgastado, un Renzi irresoluto, inconcluso, que ha ganado sin resolver una serie de problemas, lo que le hubiera proporcionado mayor plenitud como figura política”, refiere a este diario el analista y profesor de la Universidad Luiss, Massimiliano Panarari.
Este domingo Renzi ha dado el primer paso, pero por delante tiene la tarea de definir y consensuar un programa claro y delimitar la posición de su proyecto reformista: “Hasta ahora ha avanzado a golpe de eslogan”, apunta Massari.
También deberá reconciliarse con su electorado y recuperar la confianza de una parte importante de sus votantes y de sectores cada vez más desencantados con la política, como los jóvenes, que están huyendo en masa hacia el Movimiento 5 Estrellas o los extractos sociales que más se han empobrecido con la crisis económica, que son los más susceptibles de acabar votando a los movimientos populistas antisistema.
Renzi se pone de nuevo al frente de la principal fuerza de sistema en Italia y el mayor partido europeísta, por lo que tiene una responsabilidad suma en un momento de auge de los populismos, para garantizar la compatibilidad y la continuidad del proyecto europeo y no puede permitirse presentarse con un partido desinflado.
Después de las elecciones francesas y alemanas, Italia será la próxima cita importante en las urnas y el partido de Renzi deberá concretar de forma patente su postura europea, frente al euroescepticismo del M5S y de la ultraderechista Liga Norte, ambos aún sin un candidato firme.
Para afrontar los retos que le esperan no bastará con vencer, deberá también convencer a su partido, a posibles aliados fuera de sus filas y a su heterogéneo electorado.
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