jerusalén
En junio de 2018 el rey Salman, por iniciativa del príncipe Mohammad bin Salman, autorizó a las mujeres saudíes a conducir vehículos en el reino, una medida que fue saludada como un paso adelante significativo en los derechos de las mujeres en este reino donde hay medidas draconianas que discriminan al sexo femenino en casi todos los frentes.
La iniciativa acabó con una vieja prohibición, siendo Arabia Saudí el único país del mundo donde las mujeres no podían conducir, ni siquiera con el permiso de sus "guardianes", es decir de alguno de los varones de su familia a las que todas las mujeres están sujetas.
Fue el resultado de una larga lucha. Ya en 1990, decenas de mujeres se manifestaron en Riad conduciendo vehículos pero fueron arrestadas por la policía y se les retiró el pasaporte para que no pudieran viajar al extranjero. En 2011, Shaima Jastania fue condenada a un castigo de diez latigazos por conducir en la ciudad de Yedda.
En la actualidad, una docena de mujeres están en prisión por haber exigido el derecho a conducir poco antes de que las autoridades lo autorizaran. La situación de estas mujeres ha puesto en marcha una campaña internacional que tiene por objetivo sacarlas de la cárcel.
El pasado viernes distintos medios de comunicación saudíes, incluida la agencia oficial de noticias SPA, informaron de que las mujeres detenidas el año pasado serán llevadas a los tribunales. La fiscalía ha confirmado que ha concluido la investigación y las acusadas serán presentadas “ante el tribunal competente”, aunque no se ha especificado la fecha en la que ocurrirá.
Algunas de ellas han sido acusadas de varios delitos, como el de “ayudar a los enemigos del estado”. Según distintas ONG internacionales y familiares de las presas, éstas han sufrido acoso sexual durante los interrogatorios, una acusación que ha negado el gobierno de Riad.
“Estas activistas de los derechos humanos deberían ser liberadas porque su activismo es pacífico”, dijo el director de Amnistía Internacional en la región, quien denunció que la “represión” de las activistas está fuera de lugar.
La situación de estas mujeres ha puesto en marcha una campaña internacional que tiene por objetivo sacarlas de la cárcel
Entre las detenidas figuran Aziza al Yousef, una profesora jubilada de la Universidad Rey Saud de Riad, y Loujain al Hathloul, que fue detenida con anterioridad durante más de 70 días por tratar de entrar desde los Emiratos Árabes Unidos al volante de su coche. Varios periódicos del país han publicado fotografías de las detenidas con la palabra “traidora” impresa sobre cada imagen.
Según el Informe Global de Diferencias de Género de 2017, Arabia Saudí está situada en la posición 141 en relación a 144 países de todo el mundo en lo tocante a la libertad de las mujeres. Además, la situación laboral de la mujer saudí es bastante precaria. De entrada, apenas constituye el 13% de la fuerza laboral y son víctimas de numerosas discriminaciones.
Aunque el príncipe heredero se ha comprometido a impulsar reformas en ese sentido, sus detractores denuncian que se está yendo demasiado despacio, o que se está yendo demasiado rápido. Es cierto que en 2017 el rey Salman, por iniciativa de su hijo, levantó ciertas restricciones que pesaban sobre las mujeres y les dio acceso a los servicios de salud, empleo y educación sin necesidad de obtener el permiso previo de sus guardianes varones.
Pero estas medidas se consideran muy limitadas en un país donde la mujer tiene derecho a la educación y se estima que el 91% de las mujeres están alfabetizadas, un porcentaje que todavía es inferior al de los varones pero que no deja de ser bastante elevado, y a mayor educación mayores demandas. Un dato significativo es que las saudíes, como media, no se casan por primera vez hasta los 25 años.
Después de haber conseguido el permiso para conducir, las saudíes se han marcado otros objetivos. Quizás el principal de ellos sea acabar con el concepto de “guardián”, que para la ONG Human Rights Watch constituye el “impedimento más significativo para los derechos de las mujeres”. Absolutamente todas las mujeres del reino tienen un wali o guardián que generalmente es el padre, el hermano, el tío o el marido.
Las saudíes precisan del consentimiento del guardián para un sinfín de actividades, por ejemplo para viajar, obtener un pasaporte, casarse, divorciarse o firmar contratos. Una mujer que ha sufrido abusos dentro de su hogar no podrá denunciarlos si no cuenta con el consentimiento de su guardián, incluso en el caso de que el agresor sea el propio guardián.
Todas las mujeres del reino tienen un 'wali' o guardián que generalmente es el padre, el hermano, el tío o el marido
Otro aspecto importante de la vida cotidiana que ha puesto en pie de guerra a las activistas saudíes es el estricto código de vestimenta. La mayoría de las mujeres visten una abaya o túnica y se cubren la cabeza con un pañuelo que no necesariamente tapa la cara. La policía religiosa persigue a las mujeres que dejan ver de sí mismas más de la cuenta.
El año pasado circuló el video de una mujer en falda corta grabado en una zona desértica del norte de Riad. La grabación era de apenas seis segundos pero causó un enorme debate. Una parte de los saudíes defendían a la mujer de la falda corta y otra parte denunciaban el escándalo que les causaba el video. La mujer fue identificada y detenida, aunque posteriormente quedó en libertad sin cargos.
La mayoría de los edificios públicos, bancos y universidades tienen entradas diferenciadas para los dos sexos. El transporte público, los parques, las playas y los lugares de ocio están separados. Cuando se descubre una relación directa entre una mujer y un hombre que no es de su familia, los dos pueden ser acusados, pero las mujeres suelen llevarse la peor parte.
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