Este artículo se publicó hace 4 años.
"Hay gente con hambre": organizaciones brasileñas exigen ayudas hasta el final de la pandemia mientras Bolsonaro rehúye
El Gobierno brasileño no quiere endeudarse, y plantea prorrogar el programa social solo durante tres o cuatro meses, por menos de la mitad del valor y para la mitad de los beneficiarios.
Víctor David López
Rio De Janeiro (Brasil)-
A Jair Bolsonaro no le salen las cuentas, y eso que los meses en los que ha estado vigente el auxilio de emergencia para los más necesitados –desde mayo a diciembre– ha capitalizado el esfuerzo global en porcentaje de aprobación en las encuestas. Sin embargo, la renta básica que han necesitado directamente 68 millones de brasileños –el impacto indirecto, según núcleos familiares, llegó a 130 millones de personas, el 62% de la población– no debería ser un aspecto matemático, ni demoscópico, sino un compromiso con los derechos humanos.
La pandemia de la covid-19 se quedará instalada en Brasil durante un buen tiempo: los contagios siguen en alza, la vacunación empezó mal y tarde y va despacio –ahora mismo está parada en varios estados, por falta de existencias–, y el país es logísticamente inabarcable. Por ello, una nueva campaña liderada por la Red Brasileña de Renta Básica exige "Auxilio de emergencia hasta el fin de la pandemia", con el mismo valor que antes: 600 reales al mes, unos 90 euros –valor fruto de la presión social al comienzo de la crisis, ya que el Gobierno propuso, de primeras, un tercio de esa cuantía–.
El Gobierno Federal se niega. Según Bolsonaro y su ministro de economía, Paulo Guedes, el auxilio no puede ser permanente, hay riesgo de endeudamiento, de quiebra. Solo aceptan prorrogarlo mínimamente. La segunda versión, si se confirma, alcanzaría a una población que oscila entre 30 y 40 millones de personas, con 200 o 250 reales durante tres o cuatro meses más. La inversión pasará de 250.000 millones de reales a 60.000 millones. La estrategia del ministro de economía, Paulo Guedes, es aprobar esta extensión a cambio de reformas constitucionales que incluyen severos recortes en gasto público, el llamado "pacto federativo", que las dos cámaras del Congreso Nacional deberían votar y aprobar, con el impulso de los nuevos presidentes del Senado Federal, Rodrigo Pacheco, y de la Cámara de Diputados, Arthur Lira.
En la otra acera está la realidad. La Coalizão Negra por Direitos, una de las organizaciones que lidera esta nueva campaña, ha realizado una acción de protesta este jueves en São Paulo. Una de las consignas que más repitieron frente al Banco Central, en la Avenida Paulista, fue Tem gente com fome [Hay gente con hambre], título del célebre poema de Solano Trindade, publicado en 1944, y transformado en música por Ney Matogrosso en 1979.
La referencia a la penuria no es demagogia, ni capricho, ni desproporción. El fin del auxilio de emergencia es una "señal de muerte", según la Articulação Semiárido Brasileirao (ASA). En una carta publicada esta semana, la principal red de organizaciones de la región noreste del país, la más seca y la más pobre, defiende que el auxilio sea mantenido hasta el final de la pandemia para todos los que lo necesitan, "incluyendo agricultores familiares".
Añade la Articulação que este auxilio "no es una limosna", sino un "instrumento de seguridad alimentaria, derecho básico del ciudadano brasileño, frente al desastroso desempleo y el hambre que lastran al Semiárido y a todo Brasil". Argumentar que el presupuesto federal no aguanta este programa social es, para ASA, "la justificación de siempre cuando se trata de servicios en favor de la vida, especialmente la vida de aquellos que están al margen de la sociedad".
Por esos márgenes transita Jhuly, que con 22 años acaba de dar a luz a su quinto hijo –uno de ellos falleció–. Es cabeza de familia y está en paro. Su primera y única experiencia laboral formal fue hace tres años, formando parte del programa de prácticas "Joven Aprendiz", orientado a la inserción de jóvenes en el mercado laboral. En conversación con Público reconoce que buscar empleo en 2021 es casi una utopía: "Está muy complicado, y más ahora que las guarderías todavía no han reabierto, y yo no tengo con quién dejar a mis hijos".
Jhuly, como muchos otros millones de personas, ha tenido problemas para cobrar la cantidad mensual que le correspondía: "Estoy en esa guerra de poder recibirlo desde el mes de julio", relata. "Me aprobaron en abril, recibí la primera cuota y luego me colocaron en evaluación, alegando que estaba recibiendo el auxilio por maternidad". Ese auxilio por maternidad, sin embargo, había terminado dos meses antes. La Red Brasileña de Renta Básica le ofreció ayuda jurídica, gracias a la cual está consiguiendo pelear por sus derechos en los tribunales.
Plan B para la sociedad civil si no se prorroga el auxilio
Según datos de la Red Brasileña de Renta Básica, el 53% de los que recibieron el auxilio lo han usado mes a mes, casi en su totalidad, para comprar alimentos; el 25% lo ha usado para pagar facturas atrasadas de agua y luz; el 16% para pagar el resto de gastos de la casa, el 1% lo empleó para comprar medicamentos, y el 5% restante logró diversificar.
De entre los testimonios que maneja esta agrupación de organizaciones, hay algunos que fotografían a la perfección el agujero generado por la crisis. Tatiana, en el estado de Río Grande del Sur, fue beneficiaria de la primera etapa de este auxilio. También necesitaba ese auxilio su hija, pero a ella le fue negado. Tatiana acabó empleando los 600 reales al mes para mantener a su hija y a su nieto. Con lo equivalente a 90 euros al mes vivieron los tres.
"No vamos a quedarnos a merced de eso. Sabemos cómo es la cuestión gubernamental. No podemos seguir esperando", cuenta para este reportaje Drica Monteiro, del Colectivo Amara (Vitória –Espírito Santo–), otra de las organizaciones que forman parte de la campaña por el "Auxilio de emergencia hasta el final de la pandemia". Su plan B, y el de muchas otras asociaciones, es sacar adelante a sus vecinos mostrándoles nuevos caminos para generar ingresos, por pequeños que sean. "Ahora estamos intentando conseguir colaboradores que se comprometan a ayudarnos a impartir cursos profesionalizantes: trencista [en peluquerías], artesanato, para la gente que está desempleada".
Con el paso del tiempo, Monteiro ha ido viendo cómo no solo cesaba la ayuda gubernamental, sino también el apoyo solidario de los más pudientes. "Están bajando mucho las donaciones", se lamenta: "Es normal, al principio las personas estaban más sensibilizadas y con el tiempo esa sensibilidad disminuye, porque también la pandemia ha ido perjudicando a mucha más gente, ha ido cayendo la producción de los que ayudaban". Esa disminución ha sido radical: de conseguir cestas básicas para ayudar a 1.300 familias al mes han pasado a poder atender a poco más de sesenta familias. El resto pasa hambre.
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