parís
"El antisionismo es una de las formas modernas de antisemitismo". El presidente francés, Emmanuel Macron, defendió con estas palabras el miércoles pasado su voluntad de penalizar las críticas más severas contra Israel. Durante la cena anual del Consejo representativo de las instituciones judías de Francia (CRIF), el dirigente centrista anunció que Francia ratificaría "la definición de antisemitismo que incluye el antisionismo adoptada por la Alianza internacional para la memoria del holocausto (IHRA)".
Promovido por esta asociación sionista, este concepto de antisemitismo es el mismo que utiliza Israel a instancias de Benjamin Netanyahu. Toda una garantía de rigor y neutralidad política. ¿Realmente Macron cree que el antisemitismo y el antisionismo resultan sinónimos? ¿O reivindica esta amalgama por intereses políticos? El joven presidente, de 41 años, seguramente pretendía con esta medida satisfacer a los representantes del CRIF, una de las instituciones más influyentes de la comunidad judía francesa. Este anuncio se produjo pocos días después de que el ensayista reaccionario Alain Finkielkraut recibiera insultos antisemitas y antisionistas durante una manifestación de los chalecos amarillos. Miles de franceses participaron la semana pasada en actos contra el racismo hacia los judíos, tras un aumento el año pasado del 74% de los actos antisemitas en este país –por un total de 541, una cifra inferior a los más de 800 de los años 2015 y 2014–.
Nadie duda de la existencia de mensajes en los que se disimula el odio hacia los judíos en medio de comentarios contra el estado israelí. Pero de la misma forma que la condena debe ser rotunda ante cualquier acto antisemita, también hay que preguntarse sobre la pertenencia de equiparar un acto racista con una crítica, por muy dura que sea, hacia un estado colonialista como Israel.
De hecho, Macron defendió en julio de 2017 que: "No cederemos nada ante el antisionismo, ya que se trata de la forma reinventada del antisemitismo". Unas declaraciones que resultaron aún más polémicas al ser pronunciadas ante la presencia de Netanyahu durante la conmemoración en Francia de las persecuciones de Vél d’Hiv, en las que fueron detenidos 13.000 judíos, 4.000 de ellos menores de edad, en 1942. Invitado por el joven presidente, el primer ministro israelí participaba por primera vez en esta ceremonia. Lo que contribuía en la asimilación entre Israel, la memoria del Holocausto y la historia trágica del pueblo judío.
"Se trata de una medida liberticida"
Un año y medio después, el dirigente francés apuesta por equiparar las acciones antisionistas con las antisemitas. Según la definición del IHRA, resultan antisemitas acciones como "proclamar que la existencia del estado de Israel es un proyecto racista" o "establecer comparaciones entre las actuales políticas israelíes y las de la Alemania nazi". "Se trata de un texto que es confuso y que no tiene base legal", asegura en declaraciones a Público el periodista Dominique Vidal, autor del ensayo Antisionisme=antisemitisme?. Según este experto del Próximo Oriente, esta definición será "utilizada por las autoridades para sancionar los comentarios racistas mezclados con antisionismo", pero también permitirá a las organizaciones sionistas, como el CRIF, "denunciar las críticas contra el gobierno israelí".
"Se trata de una medida liberticida, que puede restringir la libertad de opinión", afirma Daniel Lévyne, miembro de la coordinación nacional de la Unión Judía Francesa para la Paz. En cambio, Dominique Vidal defiende que se trata de "un premio de consolación para las organizaciones sionistas francesas". "Macron tuvo que renunciar a su proyecto inicial de aprobar una nueva ley que criminalizara el antisionismo", se felicita este periodista, colaborador de Le Monde Diplomatique.
Tras la revelación del aumento en un 74% de los actos antisemitas, el diputado de La República en Marcha (el partido del presidente francés), Sylvain Maillard expresó su deseo de impulsar una nueva ley para que los actos antisionistas fueran reconocidos como un delito equivalente al del antisemitismo. Ante la impopularidad de esta medida, y el riesgo de que fuera declarada anticonstitucional, el gobierno francés apostó por utilizar la definición del IHRA. De esta forma, siguió el ejemplo del Reino Unido, Alemania o del Parlamento Europeo, que también ratificaron la controvertida declaración de esta organización sionista.
Sin embargo, esta equiparación entre antisemitismo y antisionismo "se trata de una aberración", afirma Vidal. "Por un lado, los actos antisemitas son delictivos como cualquiera acción racista. Por otro lado, el antisionismo es una opinión política", añade. Es como si en España se aprobara una ley para penalizar los discursos anti-españolistas. O en Catalunya fueran criminalizados los discursos anti-independentistas.
Son judíos, antisionistas, ¿y antisemitas?
Además, la complejidad del concepto antisionismo dificulta aún más la penalización de estas acciones. Según recuerda Vidal en el libro Antisionisme=antisemitisme?, "antes de la Segunda Guerra Mundial, la inmensa mayoría de los judíos se oponían al proyecto de un estado judío en Palestina". Muchos de ellos eran considerados entonces como antisionistas. ¿También eran antisemitas? En la actualidad, ciudadanos israelíes se presentan como antisionistas o a-sionistas ya que se oponen a la ocupación de los territorios palestinos. ¿También son antisemitas?
Incluso en 2003 el expresidente del Parlamento israelí Avraham Burg afirmaba que "ya hemos llegado al final de la aventura sionista. Es probable que nuestra generación sea la última del sionismo. Después de ella, quedará un estado judío irreconocible y detestable". El historiador Shlomo Sand, uno de los miembros de la escuela de historiadores israelíes revisionistas, que contribuyeron en el estudio de la Nakba —la expulsión de 700.000 palestinos durante la guerra arabo-israelí de 1948 y 1949—, también dice "definirse como asionista", en declaraciones recogidas en el libro Vidal. ¿Todos ellos son antisemitas?
Pese al carácter contradictorio de equiparar antisemitismo y antisionismo, las autoridades israelíes recurren a este recurso desde hace décadas para tachar de "antisemitas" a los que se oponen a la ocupación de Cisjordania y la Franja de Gaza, donde ya residen unos 700.000 colonos israelíes, según datos del diario israelí Haaretz.
Este símil también se ha hecho recurrente en Europa. Los atentados en una escuela judía en el sur de Francia en 2012 o en un supermercado judío en París en 2015 revelaron la brutalidad del odio hacia los judíos inspirado en el fundamentalismo islamista. Aunque este "nuevo antisemitismo" musulmán ha hecho correr ríos de tinta, el aumento de los actos contra los judíos durante el año pasado en Francia "estuvo sobre todo relacionado con un retorno del antisemitismo de extrema derecha", explica el politólogo Stéphane François, especialista de los movimientos ultras.
"Existe una instrumentalización del antisemitismo contra la población de origen magrebí de los barrios populares y ahora también contra los chalecos amarillos", lamenta Lévyne, quien considera "contraproducente" este uso político del antisemitismo para desacreditar a sectores de la población o movimientos sociales. La existencia de un antisemitismo islamista resulta una evidencia. También hubo pancartas y acciones antisemitas en manifestaciones de los chalecos amarillos, aunque estas resultaron marginales. Sin embargo, esto no justifica la amalgama entre antisemitismo y antisionismo.
Según el informe anual de la Comisión Nacional Consultativa de Derechos Humanos, en 2016 los simpatizantes de la izquierda radical francesa, que suelen ser los más críticos con el gobierno israelí, "no mostraban ninguna disposición particular a aceptar los prejuicios antisemitas, más bien lo contrario. Se oponían a ellos de forma sistemática, por encima de la media de los franceses". No existe ningún vínculo directo entre el odio hacia los judíos y el rechazo a las políticas coloniales del estado de Israel. Por mucho que Netanyahu, Macron y sus seguidores europeos se esfuercen en ello.
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