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Mercè Ibarz: "A Mercè Rodoreda todavía la leemos demasiado exclusivamente en clave catalana"

18/04/2022. La autora del libro, Mercè Ibarz.
La autora del libro, Mercè Ibarz. Lídia Penelo

La escritora y periodista Mercè Ibarz publica Retrat de Mercè Rodoreda (Empúries), un libro imprescindible para acercarse y entender a la autora de Quanta, quanta guerra

A la periodista y escritora Mercè Ibarz le gusta hacer retratos de los personajes que elige. Confía más en este género que en las biografías, a menudo escurridizas o tendenciosas. Lleva más de 30 años escribiendo sobre la gran escritora catalana Mercè Rodoreda. Cuando empezó a hacerlo no entendía porque a Rodoreda se la tildaba de cursi o remilgada.

Ella la encuentra como una escritora punk, una autora marcada por la experiencia de la guerra, por la vida en el exilio y por unas circunstancias personales difíciles; una autora que se aferra a la escritura para construirse un futuro. Ibarz sostiene que la literatura de Rodoreda la conecta con la de otras autoras europeas como Natalia Ginzburg o Clarice Lispector, tan celebrada últimamente.

Mercè Ibarz, que cuando habla y escribe huye de las medias tintas, acaba de publicar Retrat de Mercè Rodoreda (Empúries) un volumen donde ha reescrito y ampliado todo lo que conoce de la autora de Mirall trencat. El resultado es un volumen que permite seguir la vida de Rodoreda, de cuando empezaba a escribir cuentos y hacía crónicas en la época de la República y de su profunda conexión con Andreu Nin, de su boda con su tío, de su maternidad, del primer exilio en Roissy donde su vida queda ligada a la de Armand Obiol, la oscura temporada en Burdeos, poder escribir en Ginebra, la vuelta a Catalunya y el menosprecio que le dedicaron los intelectuales que manejaban el cotarro, como Romanyà…

Mercè Ibarz ha conseguido que este retrato se lea como una novela que satisfará a los que ya admiran a Rodoreda, pero que también es el mejor mapa posible para adentrarse en la obra de una mujer que vivía para escribir. Y es que como advierte Mercè Ibarz: "Poca broma con Rodoreda. Sabía bien lo que se hacía".

¿Recuerda que es lo primero que leyó de Mercè Rodoreda?

La meva Cristina i altres contes, y fue una sensación difícil. Piensa que estoy hablando del año 1971, mi conocimiento de nuestra lengua escrita era en esos momentos bastante bajo, había empezado en Lleida, pero... y era una lectura obligada de clase y fue como un choque porque muchas palabras no las comprendía, yo venía con mis palabras locales y poco más, insisto era el 71, la lectura que había hecho en catalán era escasa.

Es una recopilación de cuentos bastante negros con una extraña luz

Pero el choque que me produjeron aquellos cuentos no lo he reconocido hasta después de mucho tiempo. Como toda la Rodoreda, es una recopilación de cuentos bastante negros con una extraña luz, y eso lo ves con la relectura más que con la primera lectura. Es una negrura que siempre acaba teniendo una luz que a veces no es nada fácil porque es a base de transformarte, y si tienes que transformarte en pez te transformas en pez.

En 'Retrat de Mercè Rodoreda' insiste en la idea de que la Rodoreda de cursi y remilgada nada, para usted se acerca más a la filosofía punk, ¿verdad?

A mí me parece punk. De remilgada nada, ahora bien yo no digo que Rodoreda es punk, mi lectura lo es. Empecé a escribir sobre ella en la época del punk y otras cosas… a ver si nos entendemos. Y mi impresión sobre todo cuanto oía decir, que todavía se oye decir, es que Rodoreda es cursi y remilgada, ya lo escribí en el primer retrato. Era decir que a mí me parece punk por aquello de no hay futuro. Llevo 30 años leyéndola con intensidad, y cada vez me parece más potente, va creciendo y su fondo es muy incómodo.

En el libro apunta que para escribir según que cosas las tenía que haber vivido.

Sí y otra cosa básica cuando escribes, tienes que encontrar la prosa para decirlo. Tienes que encontrar el lenguaje, no sale así como así. Ni sirve todo, ni sale a la primera, y ella lo hizo.

Sorprende que a pesar de todas las dificultades, como cuando debía pasarse el día cosiendo para comer, ella no desfallecía y seguía pegada a la escritura.

No es sorprendente. A ver, si nos es más fácil imaginarlo con un escritor sirio o una escritora ucraniana hagámoslo, pero es que debemos situarnos en este punto: lo pierden todo. Y además ella se queda en Europa y vuelve a sufrir otra guerra y vive literalmente bajo las bombas. ¿Qué podía hacer sino escribir? Tal como decide qué es lo que quiere escribir es una carga muy grande. Ella misma lo dice, dar cuenta de lo que hemos vivido y sin hacerlo como crónica, es un gran esfuerzo porque tienes que trabajar y encontrar la forma de decirlo porque es inédito.

Ahora que dice la palabra inédito, ¿hay inéditos todavía de Rodoreda?

Yo no lo he consultado todo, por eso digo que yo hago un retrato, no una biografía, no necesito saberlo todo, y si hay inéditos saldrán. Se van encontrando más poemas y ahora sale una nueva edición de su poesía, de Agonia Llum. Pero vuelvo a lo que decíamos, su escritura es una decisión muy firme. Lo necesitaba ella y consideraba que es lo que tenía que hacer como escritora catalana. Todo está deshecho y a medida que pasa el tiempo se ve que no volverán pronto, que el franquismo durará. Con Rodoreda ocurre una cosa, sabemos más de su vida íntima en aquellos años, que de otros escritores. No sé tantas cosas de Anna Murià y fue amiga mía.

Los que escribimos, necesitamos guardar secretos

Los que escribimos, necesitamos guardar secretos, es de dónde salen las cosas. Es como un disco duro interno en el que vas a buscar las cosas que necesitas. Y además cuando vuelve a Barcelona, en el 49, permanece dos meses, y en lo que ve, según mi interpretación, no queda nada de lo que había sido, el franquismo lo está aniquilando todo. Y además, si hay una Barcelona resistente, que en el 49 es subterránea, lo que se encuentra es que los exiliados provocan recelos entre la Catalunya resistente.

Pese a vivir la mayor parte de su vida fuera de Catalunya, Rodoreda logra escribir una lengua catalana vivísima.

Esto es en su disco duro interno, es que se formó muy bien durante la República, y eso lo olvidamos a veces. Ella aprende a escribir en catalán en 1931 porque se va a dar clases. Y es el momento decisivo para la lengua, de si seguimos con la lengua modernista que estaba suficientemente escrita o cambiamos, y hay un grupo de escritores que se toman las correcciones de Fabra al pie de la letra. Lo hace Pere Calders, Tísner , Bartra, lo hacen todos los que verdaderamente tienen obra ¿Cómo lo hace? Pues así. Creo que quizás hay dos razones que explican su manera de escribir: existe la guerra y la fascinación que como escritora le provoca, y la huella que le deja porque no hay sentimientos tan fuertes como en una guerra.

La mayoría de sus personajes hablan solos, hacen soliloquios

Y la otra razón es que está muy sola y habla sola. La mayoría de sus personajes hablan solos, hacen soliloquios. Pienso que no voy a utilizar nunca más la idea del monólogo interior, porque eso para los especialistas en literatura de acuerdo, pero para el lector común y para mí es más claro utilizar soliloquio. Es una cierta tendencia necesaria en los escritores europeos de la época, ocurre con la pintura, incluso con el Miró de aquella época, personajes con los ojos abiertos de par en par que ven unas cosas que quizás sólo se las pueden decir a sí mismos si cabe.

Ella escribe desde la pasión. Y quizás pensarás que no habla de pasión, pero eso depende de lo que entendamos por pasión. Primera, la pasión es también el calvario, no es sólo la pasión amorosa. Creo que seguramente no se puede escribir sin pasión, y si la pierdes, pierdes mucho. Y ella procura no perderla. Y si debe estar leyendo, pensando, yendo al cine o pintando, lo hace y cuando está preñada y debe desocupar lo hace, y escribe. Y después hay que tener presente que reescribe muchísimo.

Una de las cosas que le ha gustado destacar es que Rodoreda escribió a la vez 'La Plaça del Diamant' y 'La mort i la primavera'.

Esto ya lo vi hace 30 años y me dejó estupefacta porque son sus dos obras más extremas. Pero es que también llevaba entre manos Jardí vora al mar y Mirall trencat que entonces se llamaba Una casa abandonada, y también estaba con los cuentos. Es decir, creo que también influye muchísimo el hecho de que cree que debe hacer novela porque cuentos ya tiene muchos hechos, y el tiempo le ha dado la razón para que sigamos valorando más las novelas que los cuentos.

Y sobre todo también cuenta que ya tiene 50 años y por tanto es el momento, o lo hace o ya no tendrá tiempo material. Tenía muchas cosas que decir y al mismo tiempo es el momento en que también está sola, de una forma más evidente. Obiols está en Viena y su relación ya hace tiempo que está claro cómo va, y es cuando él le dice tú escribe que yo proveeré. Por tanto, aquel es el momento en que ve que sí se ha abierto una puerta y en que se vuelve a publicar aquí, porque lo que le importa es eso, publicar en Barcelona. Para publicar en el exilio no hay estructura, no es como el caso del exilio ruso que se habían procurado en París y otros sitios sus imprentas y publicaciones, en el caso de la cultura catalana en el exilio esto no existía.

Y otra cosa que le ocurre a Rodoreda, es que en vida alcanza un éxito popular pero no cultural ni de crítica.

En esos momentos no, ha tardado. Y no puede decirse que la Rodoreda no tenga un éxito cultural o de crítica hoy en día, pero sí puede decirse que a Mercè Rodoreda todavía la leemos demasiado exclusivamente en clave catalana. Yo hago la propuesta de leerla en clave europea porque leerla sólo en clave catalana es reducir sus potencialidades, si sólo la leemos como escritora catalana y en relación con Catalunya —que por supuesto debe hacerse y no me niego—. Pero no es sólo eso, Mercè Rodoreda es una escritora de altísimo nivel en el marco de la Europa de la segunda mitad del siglo XX.

¿Es un buen momento para que los lectores más jóvenes se acerquen a sus libros?

Creo que ahora es un momento muy bueno para leerla, sobre todo los lectores más jóvenes a los que no les hayan hecho aburrir a Rodoreda por una razón u otra. La propuesta es, ¡retornad, porque tiene mucho que decir! Por ejemplo, Viatges y flors es poco publicitado y es la que más me gusta y a la que más vuelvo. Pero para leerla también hace falta valentía, llevo treinta años leyéndola y a menudo no puedo leer de un tirón El carrer de les Camèlies. Entonces tienes Viatges y flors que leo a pedazos como si fuera un libro de poesía o de cuentos.

Clarice Lispector decía que escribir es no mentir al sentimiento

Son prosas cortas condensadas de una potencia expresiva y metafórica excelente que retratan formas de ser y de estar en el mundo. Y por lo que respecta a retratar sentimientos, hace como la Lispector que decía que escribir es no mentir al sentimiento, y si no lo consigo no me interesa. Y para no mentir al sentimiento, el sentimiento debes decirlo como crees que es, y los sentimientos son de todo tipo, y cuanto más al fondo vas, más ves los agujeros negros que representan, y ésta va al fondo.

Ahora que muchos lectores descubren a Clarice Lispector, también pueden ir a Rodoreda…

Esto también es sorprendente, que ni las propias casas editoriales hagan sus propios enlaces. Estaría bien que manifestaran de forma más expresa porque hacen algunas conexiones. El catálogo habla y el editor lo tiene fácil. Los autores no están en paralelo para que se parezcan, más allá de los que practican estilos similares también me interesan los que coexisten en el tiempo y pasan por experiencias similares y cómo lo dicen cada uno con su voz. Y con la Lispector hay bastantes paralelismos con Rodoreda, sobre todo con las metamorfosis, o con Ginzburg, Yourcenar o Woolf… Dependiendo de que es lo que leas encontrarás estas conexiones. El otro día un colega y amigo, Julià de Jòdar, me decía que leer La mort y la primavera es como leer a Julien Gracq o Ernst Jünger. Y esto, lo aporta cada lector.

¿Llegó a tratar a Mercè Rodoreda?

No la traté. Simplemente asistí a dos actos en los que estaba presente, pero nunca la entrevisté. La vi dos veces: en la presentación de Quanta, quanta guerra y cuando le ponen la placa en la Plaça del Diamant en Gràcia. Yo estaba trabajando en Hoy, pero no hacía información de libros. La cronología es básica. Las cartas con la Murià se publican en el 86 por primera vez y en el 91 se vuelven a publicar, y la de ahora es la tercera edición. A Murià la conozco entonces. Sin el trato con Anna y las cartas, no creo que hubiera hecho el primer libro sobre Rodoreda. Entonces trabajé con las cartas de Anna y unas cuantas cartas que me facilitó la familia de Joan Sales.

Insisto, no necesito saberlo todo, yo trabajo con poco. Para saberlo todo tienes que ser un detective y debes dedicar muchas horas a las fuentes, y yo no tenía ganas de dedicar muchas horas a Carme Manrúbia. Con lo poco que capté tuve bastante, y ella debe tener cartas, ¡que no entiendo por qué no han aparecido todavía!

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