El Fondo Monetario Internacional (FMI) se afana en ensalzar el diferencial de crecimiento español en sus últimas radiografías de situación semestrales, y su informe de previsiones económicas, el World Economic Outlook (WEO), de esta primavera tampoco es la excepción.
Bien es cierto que, como en todos los informes de país, la economía española adolece de un mercado de trabajo dinámico, capaz de acercarse, como varios del club de países de rentas altas, al pleno empleo o de registrar ratios de productividad acordes con su peso como potencia industrializada. Sin duda, dos estigmas estructurales del patrón económico hispano. Incluso una mayor propensión a acumular inflación que los socios de su entorno.
Mal que le pese a cierta doctrina neoliberal, la economía española se ha instalado en el complejo y tumultuoso ciclo de negocios post-covid, en un círculo que, sin ser virtuoso, ha sorprendido a la comunidad internacional. De hecho, al FMI, en su análisis específico de España, que antecedió unos días a la cumbre primaveral de esta semana en Washington, el factor que más preocupa a sus expertos es la crispación política, que agudiza el riesgo de fragmentación y atenaza una prosperidad que, en el orden mundial, ya crea divergencias notables; entre países y en sus cuadros de mando macroeconómicos.
El WEO confiere a España varios balones de oxígeno. El primero, de diferencial económico. Porque su PIB crecerá este año un 1,9% el más vigoroso tras el de EEUU, que registrará un aumento del 2,7%, los dos ritmos más elevados del bloque industrializado en 2024, y un 2,1% el próximo ejercicio (solo por detrás de la previsión para Canadá, del 2,3%). El Fondo, además, mejora en cuatro décimas su estimación de la economía española realizada en enero.
El FMI prevé un crecimiento del PIB para España del 1,9% en 2024 y del 2,1% para 2025
Esta valoración no solo otorga a España el mayor poder de resiliencia (algo por debajo, pero casi a la par que el Bidenomics o política económica de la Administración demócrata estadounidense) entre los países de rentas altas para afrontar los riesgos geopolíticos y monetarios venideros, sino que sitúa su PIB con el mayor pulso de entre los grandes socios del euro: lejos del 0,2% de la recesiva Alemania, y del 0,7% de las anémicas Francia e Italia, y más de un punto por encima del promedio del área este año y medio aún en 2025, cuando el eje franco-alemán retornará a un crecimiento del 1,5%, mientras la economía trasalpina seguirá anclada en tierra de nadie.
Pero, además, el FMI reconoce al Gobierno español otro cierto colchón de seguridad, el fiscal, a expensas (como recalcaba su informe nacional) de un profundo cambio en el mapa impositivo, que modifique ciertos gravámenes directos e indirectos, con especial hincapié en el IVA, y constituya tributos nuevos, sobre todo, medioambientales, o decida si prorroga el que afecta a la banca y a las energéticas.
El mayor dinamismo, impulsado por una demanda interna en la que los fondos europeos Next Generation actúan como combustible del consumo de hogares y las inversiones empresariales, y repunte de la recaudación fiscal induce al Fondo a perfilar un sendero idóneo para la consolidación fiscal (con las cuentas pública sin superar el déficit del 3% del PIB) y la reducción de la deuda para 2028, hasta cerca del 100% del PIB (frente al 108% actual). Así Hacienda, liberada de los estímulos a familias y a empresas de la post-pandemia, también podrían espolear la economía en caso de necesidad.
Según el informe del FMI, el mercado laboral generará empleo y asentará la tasa de paro por debajo del 12% este bienio. Todavía lejos de la media de la Eurozona (el 6,6%) y que requiere de recetas legislativas que faciliten la contratación; en esencia, una revisión a la baja de las cotizaciones de empresas.
Tampoco la inflación parece una amenaza. El IPC irá en paulatino descenso –(al 3,4% de media en 2023 al 2,7% este año y al 2,4% en 2025), todavía fuera del corsé, ya más flexible, del 2% del BCE.
España ha cumplido con el esfuerzo para amoldar la inflación. En todo caso, Pierre-Olivier Gourinchas, economista jefe del FMI y responsable del WEO, conmina a las autoridades económicas de todo el mundo a coordinarse con los bancos centrales para vencer en un combate aún en el alero y que podría retrasar el abaratamiento crediticio. "Es la prioridad máxima" porque su aterrizaje hacia posiciones más moderadas podría "ser temporal" por el alto voltaje geopolítico y desencadenar nuevas espirales energéticas y de materias primas metálicas, por la carrera competitiva de subsidios a las industrias nacionales, y alimentarias que recaban la mayor parte de estos repuntes de costes. "Hay sobradas razones para permanecer vigilantes", señala.
Los ‘puntos negros’ de la coyuntura global
El empleo y la continua reinvención de las cadenas de valor han solidificado la resiliencia de los hogares, que han mantenidos sus ingresos, y de las empresas y sus objetivos corporativos en el terreno productivo, de ventas (facturación) y beneficios, mientras las moderaciones salariales (subidas por debajo de los repuntes de IPC) han despejado el horizonte de rebajas de tipos.
Sin embargo, la fragmentación de la globalización y los necesarios ajustes presupuestarios (con más propensión a subidas impositivas que a recortes de servicios sociales a los ojos del WEO) siguen siendo dos de los nubarrones que podrían precipitar vientos huracanados en un clima de rebajas de productividad, tensiones competitivas, repuntes inflacionistas y tipos demasiado elevados.
Los precios se han contenido (de un crecimiento del 9,5% en 2022 al 2,3% a finales de 2023 en las potencias industrializadas, y del 13,7% al 9,9% en los mercados emergente y en vías de desarrollo) y los estímulos fiscales se han amortiguado, aunque no desaparecido. En EEUU, las ayudas hacia los proyectos verdes y la reconversión manufacturera de chips y componentes tecnológicos aún suponían, al término de 2023, un 2% de su PIB, frente a las 0,7% décimas de China y las 0,2% de media en la Eurozona, donde más se ha resentido la confianza del consumo, la industria y la economía.
El WEO también recalca la aportación de la inmigración en la absorción de las ofertas de trabajo, en especial en EEUU, y las contracciones que sufre el mercado laboral chino y apela a que se establezcan "cauces de sincronización" entre medidas de control inflacionistas y las decisiones monetarias de los bancos centrales, que pasan por relajar las presiones consumistas y reanimar la creación de empleo con "subidas consensuadas" de salarios lo que implica la involucración de los agentes sociales.
Solo así se volverá a mantener a raya la inflación, el precio del dinero bajará de sus elevados niveles (los mas altos en más de tres décadas) y se podrán ajustar los costes hipotecarios, elevar la concesión de préstamos, refinanciar deudas, reducir los riesgos de bancarrota de empresas y estimular las compraventas en los sectores inmobiliarios y la propensión al consumo en una fase de reducción del ahorro familiar y de volatilidad bursátil.
Las recetas para salir de la atonía
El informe semestral del FMI plantea que se deben acometer correcciones drásticas de los déficits y de las deudas, a las que no contribuye precisamente una política de tipos altos que se traslada a las naciones de rentas bajas, donde el promedio por los pagos por intereses alcanza el 14,3% del total de sus ingresos presupuestarios. El Fondo llama a salir de esta década de parálisis con trazas inflacionistas, pese a los malos augurios que aprecia sobre el comercio, en un estadio de anemia, con su actividad más baja en décadas, y que ha entorpecido la "relativa convergencia" en los niveles de vida de un nutrido grupo de países en desarrollo hacia los de renta media.
Las materias primas están en descenso (el petróleo cayó un 2,5% en 2023) pero todavía amenazadas por las tensiones geopolíticas, que deterioran las expectativas inflacionistas a medio plazo de los bancos centrales y distorsiona las agendas fiscales de los gobiernos y sus cambios estructurales que se deberían enfocar hacia la productividad.
El economista jefe del FMI describe de manera elocuente sus recomendaciones: "La transición energética y los avances digitales se deben intensificar con inversiones y transferencia de innovación tecnológica, así como con una substancial financiación pública y privada". Sin caer en el proteccionismo, aclara, y sin demoler la globalización porque la separación en bloques del comercio confeccionaría un mundo dividido tecnológica, financiera y geoeconómicamente, con enfoques inflacionistas, inversores, de tipos y fiscales opuestos y con objetivos climáticos, de productividad asociados a la IA distorsionados que impedirían reformas estructurales urgentes y consensuadas tanto desde la órbita multilateral como en el seno del G-20.
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