Este artículo se publicó hace 4 años.
KickingballEl deporte femenino que arrasa en Venezuela quiere conquistar España
Exclusivamente practicado por mujeres, ya se juega en Bilbao, Barcelona y Tenerife, donde se fundó el primer equipo de kickingball. Las Panteras de Madrid, integrado por venezolanas, buscan crear una federación para participar en competiciones internacionales.
Madrid--Actualizado a
Visten camiseta negra y han rasgado su nombre en la tela: Panteras. Son pioneras del kickingball, un deporte que atracó antes en Tenerife y luego aterrizó en Madrid, procedente de Venezuela. Allí, arrasa entre las mujeres. Una disciplina exclusivamente femenina que la diáspora quiere popularizar en España, donde también cuenta con incondicionales en Bilbao y Valencia.
"Nació como un punto de encuentro de las paisanas en un país que no es el nuestro", explica Adriana Ferrer, una administrativa oriunda de Caracas que se desplaza cada domingo hasta Mejorada del Campo para ejercer de shortstop, o sea, de campocorto. La terminología procede del béisbol y de su hermano pequeño, el sóftbol, aunque aquí no hay bates y la pelota es de fútbol.
En Venezuela no lo practicaba, pero aquí le fue cogiendo gusto, hasta el punto de que su distracción dominical terminó convirtiéndose en un compromiso. "Nos lo hemos tomado en serio y pretendemos popularizarlo en la calle y en las escuelas", añade Adriana, quien recaló hace cinco años en España, un año antes de que las Panteras himplasen por primera vez sobre un terreno de juego.
"En Venezuela triunfa entre nosotras y lo hemos exportado a Chile, Perú, Ecuador, Argentina, Colombia, Panamá, Chile, México y Estados Unidos. Ahora es el momento de que se expanda todavía más en España, donde pronto podría crearse un nuevo club en Valencia", explica esta treintañera, quien reconoce que no practicaba ningún deporte antes de embutirse en el uniforme de estas fieras del kickingball.
La referencia felina no es gratuita, pues lograron imponerse en un torneo celebrado en Tenerife al temible Relámpago de San Miguel, considerado el mejor equipo de la isla. En Madrid, donde Yune Bolívar fundó el primero de la península, también sobresalen entre los restantes clubes: Murallas, Espartanas, Vikingas y Las Panas de Venezuela. Tendrán que certificarlo en la primera liga oficial, que dará comienzo el 15 de marzo.
"Todas las chicas están invitadas, no sólo las venezolanas", propone Ferrer. Un guiño proselitista, si bien en Madrid también hay jugadoras peruanas y ecuatorianas. "Con nosotras había dos españolas, pero lo dejaron por motivos laborales", añade la shortstop, cuya intención es unir todas las culturas. "Aunque lleves tiempo sin hacer ejercicio, este deporte te da la bienvenida. Todas pueden practicarlo, por lo que resulta integrador".
Para practicarlo sólo es necesario un balón y un campo de tierra. Esa adaptación, en la que el bate y la equipación del béisbol se quedaron por el camino, facilitó su popularización. "No es un deporte elitista, al contrario. Las jugadoras proceden de varias ciudades venezolanas y desempeñan diversos trabajos, pues migraron de una forma no planificada. Muchas trabajan en la hostelería, pero no hay un perfil específico. Es femenino, mas no excluyente".
Aunque entrenan en el polideportivo La Dehesa después de que el Ayuntamiento de Mejorada del Campo les tendiese la mano, los partidos se disputan en el campo de fútbol El Patatal, situado en Aravaca. Poco importa el lugar, pues los equipos no se forman en función del barrio donde residen las jugadoras, sino a través de los contactos establecidos en las redes sociales. Así, a partir de una convocatoria en Facebook, nacieron las Panteras.
"Donde hay emigración venezolana, hay un equipo. Alguien pone un anuncio y comienza a reclutar a las jugadoras", explica Adriana, quien considera que el kickingball podría haberse enraizado en Venezuela porque antaño los hombres copaban los deportes y no había competiciones femeninas. "Nació a modo de inclusión y creció rápido, pues no es un juego complicado. Los fundamentos del béisbol ayudan, pero se aprende con la práctica".
En realidad, este derivado del béisbol nació en Estados Unidos, si bien nunca fue tan popular como en Venezuela, que lo adaptó como un deporte propio, aunque circunscrito a las mujeres. "Como es un juego de menor impacto que el sóftbol y el fútbol, facilitaba su dinamismo prescindiendo de la dureza. Eso sí, aquí hay que sudar y resulta necesario tener agilidad, disciplina y coordinación con las compañeras", deja claro Johani Chávez.
Ella llegó de Maracaibo, como otras de Valencia, El Llano, Barquisimeto y Caracas. Como Adriana, es una treintañera que trabaja como administrativa desde hace siete años en España. En cambio, sí que llegó a jugar al kickingball en el colegio como amateur. Otras compañeras, en cambio, llegaron a formar parte de equipos regionales y nacionales. Como Ciprianny Gómez, capitana de las Panteras, entrenado por tres hombres, aunque en otros clubes las mujeres llevan la batuta. Al no poder jugar, ellos participan en la parte técnica.
Johani es segunda base y right field (jardinera derecha). Pese a la jerga anglosajona, apela a su sencillez. Nueve jugadoras contra otras tantas, enfrentadas por el objetivo de realizar más carreras que las rivales. Podría ahondarse en los detalles, pero basta imaginarse una pista de béisbol pequeña donde las piernas y los brazos sustituyen a los bates. "Además, te permite desconectar de la vida diaria y someterte a una disciplina", afirma la pantera negra.
Ahora, su cometido es contribuir a difundirlo, aunque las cifras de su país se antojen inalcanzables. En Venezuela es el deporte femenino por excelencia y cuenta con medio millar de escuelas y casi doscientas universidades, una cantera fértil. "Allí es oficial y aquí va a más, por lo que queremos crear una federación para organizar una liga nacional y poder competir contra otros países", anhela Chávez.
Kickingball alude a la acción de golpear un balón, si bien ellas creen que no sólo le propinan una patada a una pelota. "Nos empodera, porque es un deporte que nos permite sentirnos más seguras, desarrollarnos y estar conectadas. Así demostramos que somos capaces de hacer deporte, trabajar y atender a los niños, porque muchas compañeras son madres", concluye Johani. No falta mucho, pues, para organizar una liga infantil que ya tienen en mente.
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