Steven Spielberg pone orden en sus emociones familiares en 'Los Fabelman'

"Te diré un secreto", le dijo Steven Spielberg a Tony Kushner en una pausa del rodaje de Munich, en 2005, y como respuesta a la pregunta del dramaturgo y guionista: "¿Cuándo decidiste que querías ser director de cine?". Así nació Los Fabelman, aquel secreto contado ahora a voces y donde Steven Spielberg ha recolocado responsabilidades, ha conquistado por fin el perdón para sí mismo y para sus padres, y ha compartido cómo y cuándo nació su inalterable pasión por el cine.

En aquella noche otoñal en Malta, el cineasta confesó a Kushner toda la historia que hoy es esta película, de la que siguieron hablando año tras año hasta que en 2020 murió su padre, Arnold Spielberg (su madre, Leah Adler, había fallecido unos años antes), y él sintió la urgencia de rodar Los Fabelman. 150 minutos de una película personal que por el momento le han valido siete nominaciones a los Oscar –película, dirección, guion original, actriz (Michelle Williams), actor de reparto (Juddi Hirsch), banda sonora (John Williams) y diseño de producción-, cinco Globos de Oro y muchos otros premios más.

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La película y el amor incondicional por el cine de Steven Spielberg arrancan en 1952, cuando sus padres le llevaron por primera vez al cine. Tenía seis años y vieron en el Fox Theater de Filadelfia El mayor espectáculo del mundo, de Cecile B. DeMille. El accidente de tren de la ficción conmocionó al pequeño, en absoluto turbado por la tragedia, pero intrigadísimo por la forma en que podían haber rodado aquello. Aquel choque de vagones, por cierto, ya había aparecido en una producción suya anterior, Super 8, que dirigió J.J. Abrams, y en la que ahora se redescubren muchos guiños a su propia infancia.

El mejor Spielberg, el verdaderamente mágico, está, en el caso de esta película, en todas las secuencias dedicadas al cine. Precioso el momento en que su padre le explica cómo funciona el cine, divertidísimos los rodajes de sus películas amateurs de adolescente –sus hermanas envueltas en papel higiénico para hacer de momias o el film de 40 minutos que hizo con sus amigos Scouts, Escape to Nowhere-, esclarecedora la escena de su legendario encuentro con John Ford.

"Este negocio te va a destrozar", le dijo Ford fumando un puro y con los pies en la mesa, tiempo después de que su tío abuelo sentenciase: "Somos yonquis y el arte es nuestra droga" y le advirtiese de que el cine le alejaría de su familia, sus amores o sus amigos, entre otros. Juddi Hirsch interpreta a este personaje, protagonista de una secuencia maravillosa, y que se ha ganado por diez minutos en la película una nominación al mejor actor secundario en los Oscar.

La separación

Tenía y no tenía razón aquel hombre. La relación de Spielberg con su familia ha estado marcada durante decenios por la separación de sus padres, de la que públicamente culpó alguna vez a su padre y que ahora, en Los Fabelman recoloca de un modo más justo y comprensivo. Al mismo tiempo ha sido precisamente el cine el que le ha permitido ordenar su caos emocional.

Paul Dano y Michelle Williams dan vida a sus padres, un diseñador informático pionero y una pianista con talento que abandonó su vocación por su marido y sus hijos. Con ellos y sus tres hermanas, el pequeño Sammy (alter ego de Spierlberg en la ficción) forma parte de una familia judeo-americana típica de los años 50 y 60, que tiene su primera crisis cuando debe mudarse al oeste.

Por entonces, el chico ya se había convertido en el documentalista de la familia, a la que rodaba con su cámara de Super 8. Y fue, justamente, una de aquellas películas caseras, crónica de un campamento en el campo, donde descubrió que la relación de sus padres no era tan recia como él pensaba. De nuevo, el gran Spielberg.

Verdad y corazón

Su primer amor, con una chica disparatada enamorada de Jesucristo; el acoso que sufrió en el instituto por ser judío, la relación y los desacuerdos con su padre, con el que creció, y que le animaba con el cine pensando que no era más que una afición y el dolor por la distancia de su madre completan esta biografía de infancia y juventud, hermosísima en algunos momentos, tal vez demasiado autoindulgente, pero auténtica. Tanta verdad y tanto corazón ha puesto Spielberg en ella que durante el rodaje no pudo contener las lágrimas algunos días.

"Fue una experiencia difícil y extraña. No se parece a nada que haya vivido anteriormente. Cuando llegué al set el primer día, tuve que controlarme". Y cuando vio a Paul Dano y Michelle Williams, maquillados y vestidos para rodar, "los miraba juntos y no veía a Michelle ni a Paul. Veía a Leah y a Arnold. Veía a mi madre y a mi padre. Perdí un poco la noción de la realidad".

Prácticamente todo lo que Spielberg cuenta en Los Fabelman se conocía. El cineasta ha hablado públicamente de su cine y de su vida en muchas ocasiones, pero, por supuesto, otra cosa es verlo a través de su mirada de cine, una de las mejores y, sin duda, una de las que contagian un amor más genuino por el cine. "Mi madre me dio todo el permiso del mundo para perseguir tornados, metafóricamente, durante toda mi vida", ha dicho el cineasta, que esta vez ha corrido a explorar desde el mismo centro de la tormenta.