Michel Nieva, filósofo: "Los grandes defensores de la inteligencia artificial son los líderes fascistas como Trump o Milei"
El escritor argentino critica en 'Ciencia ficción capitalista' que los multimillonarios tecnológicos como Elon Musk o Jeff Bezos pretendan salvar a la humanidad del fin del mundo destruyendo el planeta.
Madrid-
"Este ensayo pretende ser una crítica política a la estetización de la acumulación capitalista mediante la tecnología". Así describe el filósofo Michel Nieva (Buenos Aires, 1988) su último libro, Ciencia ficción capitalista (Nuevos Cuadernos Anagrama), cuyo subtítulo reza: Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo.
Del metaverso de Mark Zuckerberg, un concepto robado de la novela Snow Crash, de Neal Stephenson: cómo los precarios pueden vivir una realidad paralela de lujos; a la búsqueda de la inmortalidad emprendida por Peter Thiel (Paypal) y Jeff Bezos (Amazon), quien comparte con Elon Musk (SpaceX) el sueño —o la pesadilla— de los viajes interplanetarios.
Empecemos por el final: la conquista del espacio o el alargamiento de la vida son proyectos de multimillonarios tecnológicos destinados solo a unos pocos ricos escogidos.
Los proyectos mesiánicos para salvar a la humanidad de la catástrofe ecológica, económica, política o biológica son tecnologías que solamente va a poder disfrutar la minoría plutocrática de Silicon Valley, como viajar a Marte, alargar la vida o subir la conciencia a una nube.
La paradoja es que esos discursos plantean que el problema de la Tierra no es la destrucción capitalista, sino la insuficiencia tecnológica, por lo que la única manera de solucionarlo es acelerar la tecnología.
Así, para volver habitable Marte proponen usar las mismas tecnologías que contaminaron la Tierra, porque Marte es un planeta frío y para calentarlo habría que liberar masivamente dióxido de carbono, lanzando bombas atómicas en los polos para que se derrita el agua.
La solución marciana resulta descabellada.
El libro continúa la tesis de Mark Fisher del "realismo capitalista". Margaret Thatcher proponía que no había alternativa a las políticas de ajuste y Fisher decía que el capitalismo había logrado imponer que la única realidad posible era el neoliberalismo: "Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo".
Hemos entrado en una etapa en la que el capitalismo ya imaginó su continuidad, que es la fantasía de Marte: "Terminemos de destruir este planeta y vayamos a destrozar otro". Sin embargo, no hay una alternativa para solucionar los problemas reales de la Tierra.
De ahí el lema de Elon Musk "Occupy Mars", que no discute la redistribución igualitaria de la riqueza [como Ocuppy Wall Street], sino acelerar el proceso de la conquista del espacio. Un delirio capitalista.
Una "humanidad sin mundo", embellecida por la estetización o romantización del capitalismo tecnológico.
La gran ciencia ficción de nuestro tiempo la produce el propio capitalismo, tanto en la estetización de sus productos como en sus ideas, inspiradas en la mitología de los libros del género y en sus autores, algunos contratados como futurólogos por las grandes empresas.
Elon Musk critica los impuestos —y, por extensión, al Estado—, pero en su día recibió ayudas del Gobierno, al igual que otros magnates tecnológicos.
Esa idiosincrasia californiana, surgida en la década de los noventa, tenía al hacker como una especie de icono y persona rebelde que lucha contra un Estado opresivo. Ellos toman esa idea para modelar la figura del multimillonario que lucha contra las restricciones del Estado, aunque no deja de ser una hipocresía, porque sus empresas fueron posibles gracias a los beneficios impositivos que recibieron porque las tecnologías que desarrollan son de interés bélico y logístico.
Usted sostiene que esta utopía tecnológica, que suena más bien a distopía, es más efectiva si la lidera la figura de un salvador. Una "fantasía patriarcal".
Es tan eficaz porque conecta la seducción que produce la tecnología punta con una estructura narrativa muy arcaica del patriarca. Eso produjo un cambio en las figuras del capitalismo tecnológico, porque la generación de Bill Gates encarnaba al empresario austero y protestante que beneficia a la sociedad con donaciones. Ahora son unos mesías narcisistas y egomaníacos, que tienen que ver con la propia lógica de las redes sociales de las que son dueños, que fomentan los discursos de odio que luego cristalizan en la política.
De hecho, usted entronca la ciencia ficción capitalista con los nuevos fascismos.
Empresas como X, Instagram o TikTok se dieron cuenta de que ese tipo de discursos producen más compromiso y odio. Además, el monopolio de esta tecnología, concentrada en un solo lugar del mundo, también habilita un fascismo y una sola manera de pensar. Es decir, esta aplicación tecnológica claramente induce al fascismo, como estamos viendo en el mundo.
Tampoco ayuda que el discurso progresista, según usted, haya fracasado y se haya vuelto obsoleto. De hecho, a Trump también lo han votado afroamericanos e hispanos.
Las democracia liberales precarizaron aún más el trabajo de las mayorías. Digamos que se justificaron con un discurso ideológico a favor de las minorías que estaba completamente vacío, de modo que muchas mayorías trabajadoras, precarizadas por la democracias liberales, ni siquiera eran redimidas por ese discurso, porque eran obreros white trash que no fueron ni siquiera considerados en el discurso del progresismo porque los veían como hombres blancos privilegiados.
Ese caldo de cultivo del odio de las mayorías ha sido vehiculizado por estos líderes mesiánicos blancos. Un fracaso de los partidos demócratas liberales, que ya ni siquiera representan a la supuestas minorías que defienden en su discurso, porque a Trump también lo votaron las comunidades negras y latinas.
¿Cómo afectarán los avances tecnológicos, incluida la inteligencia artificial, a los trabajadores?
Las inteligencias artificiales son desarrolladas por corporaciones que quieren maximizar las ganancias del mundo corporativo. Muchos trabajos ya se están considerando obsoletos, de modo que los empleados son reemplazados por aplicaciones. Es difícil saber qué va a pasar a largo plazo, pero parece que tiende a la precarización. Por algo los grandes defensores de la inteligencia artificial son los líderes fascistas como Trump o Milei, cuya fantasía es un Estado manejado por la inteligencia artificial, de modo que no haya que contratar a nadie.
Estos millonarios plantean un futuro en otro planeta cuando su fórmula catastrófica —que califican como libertaria y ecologista— agota los recursos de la Tierra. Es decir, mientras sus tecnologías contaminan el medioambiente, prevén trasladar al espacio esa economía extractivista, como si el problema fuese la solución.
Ya el nombre de Silicon Valley parte de la dependencia de lo mineral, porque con el silicio se fabricaban los microprocesadores... Esta fantasía utópica es posible a costa de las consecuencias ecológicas en el sur global. Los coches de Tesla no emiten dióxido de carbono, aunque su fabricación no es sostenible, porque cada batería requiere 70 kilos de litio. Una cantidad monstruosa, porque esas baterías estaban pensadas para equipos pequeños como móviles, no para vehículos. La extracción del mineral no es sustentable para el planeta a nivel energético, como tampoco el uso de la inteligencia artificial. O sea, la tecnología que va a salvar a la humanidad requiere un consumo energético que ha destrozado el planeta.
¿Hay lugar para el optimismo?
El optimismo es tratar de pensar alternativas en un momento en el que el capitalismo ha logrado una omnipresencia y una omnipotencia total de la tecnología, de la política y de la economía. O sea, estamos completamente atados a la tecnología, pero nunca cuestionamos que esa tecnología está creada con la cosmogonía o la idiosincrasia de Silicon Valley. Creo que es importante, más que nunca, pensar en otra cosmogonía de la tecnología.
Por ejemplo, en 'Ciencia ficción capitalista' plantea la alternativa del ecosocialismo cósmico de Lenin.
En el libro trato de pensar en otra alternativa a la conquista espacial, que es la versión marxista. Durante un encuentro con H.G. Wells, Lenin criticó la tesis de La guerra de los mundos y planteó que, si hubiera una civilización más avanzada que la nuestra, esa especie alienígena tendría que ser socialista. Es decir, abrió la puerta a una comunión intergaláctica socialista.
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