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Quien a hierro mata, a hierro muere. O, en la antiquísima versión del Código de Hammurabi, ojo por ojo y diente por diente. En cualquiera de estos refranes se encierra la sustancia de la nueva película de Paco Plaza, protagonizada por Luis Tosar, en quien el cineasta ha encontrado la herramienta perfecta para explorar las zonas más oscuras del ser humano, de cualquier ser humano. “En todos está la posibilidad del bien y del mal”.
Descubrir de qué atrocidad somos capaces no es un ‘juego’ nuevo que plantee el cine, sin embargo, Paco Plaza y su cómplice Luis Tosar convierten esa pregunta en una reflexión mucho más inquietante. Quien a hierro mata presenta a un buen hombre que, de pronto, se tropieza con la posibilidad de actuar con total impunidad contra quien cree que es responsable de sus desdichas.
En el ambiente del narcotráfico gallego, el capo Antonio Padín decide ingresar por voluntad propia en una residencia de ancianos, consciente del deterioro que le provoca una grave enfermedad. Allí trabaja Mario, un enfermero al que todos respetan y que está a punto de ser padre. Mirar a los ojos a este hombre despierta los peores recuerdos del pasado de Mario, que ve la posibilidad de una venganza silenciosa. “Es una historia del rencor. Pero el rencor a quien hace más daño es al que lo siente, no al que lo paga”.
En una especie de universos concéntricos, los personajes de esta historia van, o vienen, del luminoso mar de las rías gallegas al entorno, a veces claustrofóbico, de esa residencia de ancianos. Y desde el principio, un arranque escalofriante, el cineasta advierte de que lo que se va a ver a continuación es una historia sin filtros, muy dura y cargada de violencia. Pero, en una especie de juego con el espectador que comienza en ese mismo momento, no avisa de que lo más perturbador de su nueva película es la violencia interior que vive el personaje.
Una narrativa visual en la que el equipo ha trabajado desde la luz a la oscuridad, y donde algunos colores tienen sentido alegórico o admonitorio, se ensambla impecable con el trabajo de unos actores brillantes –el tristemente desaparecido Xoán Cejudo; Enric Auquer, impactante; Ismael Martínez o María Vázquez-, que acompañan a Luis Tosar en esta caída en picado por el abismo del odio.
Ésta, más que una película sobre la venganza, parece una historia sobre el mal que todos llevamos dentro o sobre…
Paco Plaza: …sobre el rencor. La venganza es la acción. Es una historia de cómo el rencor es una adicción que impide a este hombre continuar con su vida. La venganza aparece porque es posible, pero su motor es el rencor, de pronto tiene la posibilidad de infringir dolor a una persona a la que considera responsable de su desgracia. Pero la venganza y el rencor hacen más daño a quien lo siente que a quien se le hace.
Luis Tosar: Sí hay algo del mal impreso en nosotros, como una especie de mecanismo medio automático en el ser humano. Aunque, por supuesto, siempre uno tiene la opción de decidir. Es como los conflictos armados, una riada de víctimas y victimarios, pero hay que ponerles fin. Esta sociedad no evoluciona para poder tope, fin, a las riadas del odio.
Entonces, ¿somos o no todos capaces de cometer actos de venganza como los del personaje?
Paco Plaza: Nadie es bueno ni malo. Y en todos está la posibilidad del bien y del mal. El protagonista de la película toma el camino menos amable, el del odio y acaba pagando un precio. El título ya lo dice, las acciones generan reacción. Los actos no inocentes tienen consecuencias. El personaje activa un dispositivo que no controla. Él ejecuta la venganza, pero es ésta la que lleva las riendas, ha puesto en marcha algo que le supera.
‘Quien a hierro mata’ habla del legado que se deja a los hijos, en este caso ¿de la herencia del odio?
Paco Plaza: Sí, son las consecuencias. La violencia siempre tiene consecuencias que van más allá de lo personal. Para el personaje es una simple compensación, pero está descompensando la vida de mucha gente. El personaje es un yonqui, tiene adicción al odio, algo que es muy perjudicial para él y para los demás.
Luis Tosar: Hay una película de Clint Eastwood en la que dicen que cuando matas a una persona no solo le quitas lo que tiene, sino todo lo que podría llegar a tener.
Con la película se juega a que el espectador se ponga en la piel del personaje y se pregunte qué haría él. ¿Ustedes han pasado ese proceso?
Paco Plaza: Lo más interesante de una película es que sirva de conversación, es la función del arte. También te obliga a plantear cosas sobre ti mismo. En mi caso, yo me dedico a intentar entender a todos los personajes y por qué hacen lo que hacen.
Luis Tosar: Es una pregunta sin repuesta, una especie de engaño. No sé si lo haría o no. Me interesa más la idea del poder, la posibilidad de hacer las cosas. Es más tentadora. La impunidad es muy cabrona.
Hay una clara propuesta estética en la película, un juego de colores, la luz…
Paco Plaza: Vamos de la luz hacia la oscuridad del personaje, vamos encerrándole. Es una especie de encajonamiento hasta que no tiene escapatoria. Y sí, hay una especie de simbología en el código de colores, pero sería un spoiler, el público estaría pendiente…
Todo sucede en el entorno del narcotráfico gallego, pero el proceso de este personaje se podría entender hoy en cualquier otra circunstancia, ¿no?
Paco Plaza: Sí, podría ser una familia desahuciada y un especulador inmobiliario. Todas las historias desde Sófocles son las mismas, tienen que ver con las relaciones personales más que con las circunstancias y todas son trasladables de una época a otra.
Luis Tosar: Bueno, aquí hay una premisa muy interesante y es la del narco que decide auto ingresarse en una residencia de ancianos.
Paco Plaza: No me imagino a Vito Corleone alejado del cliché del gangster. Él decide que se va a dejar morir entre anónimos, porque quiere desaparecer y que nadie vea su degeneración. Es un gangster, quiere infundir miedo, no quiere dar lástima.
¿Esa decadencia física sirve de alegoría a la decadencia moral del personaje protagonista?
Luis Tosar: Caminan de la mano. Además, es muy actual el hecho de que nosotros apartamos a los viejos, no somos integradores con la tercera edad. En otras culturas, este aspecto de la película se vería de una forma completamente distinta.
Paco Plaza: También habla de los hijos de la familia Padín, que no quieren que su padre esté ahí, les parece un desprecio.
Hay un parto real en la película. ¿Es el dolor de la mujer al tener un hijo, al que luego los actos del padre van a marcar?
Paco Plaza: Es la pulsión entre la vida y la muerte, quería retratar en paralelo el nacimiento y la muerte. Es un mecanismo que no cesa.
Luis Tosar: Y marca la sensación de traición de la mujer, con ese hombre que no está presente cuando tiene que estar.
¿La primera escena de la película es una declaración de intenciones, todo lo que se va a contar a partir de aquí es duro y no va a haber filtros?
Paco Plaza: Sí. Porque en la película hay una apuesta por lo crudo y por un naturalismo. Sin edulcorantes. Lo que rodamos en la residencia es real, con los mayores que hay allí, solo metimos a dos actores. El parto es real. Y los momentos de ficción he intentado que fueran lo más naturalistas posible.
Para un actor que sabe que este es el planteamiento de la película, ¿no se hace especialmente duro?
Luis Tosar: La verdad es que no tomé la decisión muy rápido. Me pilló a contrapié, acababa de nacer mi hija y yo estaba emocionalmente en las antípodas de aquello. La última imagen de la película era devastadora. Es la única vez que me ha pasado, que por una cuestión emocional me ha dado pereza un trabajo.
Seguro que después de hacerlo ha sacado cosas en positivo ¿no?
Luis Tosar: Sí, he aprendido que se puede ser actor sin comerse mucho la cabeza, que puedes sumergirte en zonas oscuras y salir bien parado y volver a tu casa con tu familia. Y también he aprendido que la figura del director es súper importante. Un director sensible, que te cuide, que te contenga en los momentos delicados… Lo que podría ser un infierno se convierte en algo placentero.
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