Este artículo se publicó hace 3 años.
El 'Guernica' desaparecido que cuestiona la Transición y reivindica a Picasso
El 'Guernica' de Ibarrola, expuesto en esta edición de ARCO y vendido por 300.000 euros, fue pintado en los setenta para reivindicar el cuadro de Picasso, que no siempre tuvo la aceptación popular que tiene en la actualidad.
Jose Carmona
Madrid-
"La pintura no está hecha para decorar las habitaciones", dejó dicho Pablo Picasso. El dolor y el fuego que calcinó Guernica el 26 de abril de 1937 quedó plasmado en su obra magna, presentada en la Exposición Internacional de París de ese mismo año con la intención de dar relevancia a la causa republicana en España, asfixiada por el golpe de Estado militar que culminó con el alzamiento de Franco.
Agustín Ibarrola, nacido en Basauri en 1930, tuvo la idea de plasmar un nuevo Guernica en los setenta, a modo de homenaje del original para reivindicar su mensaje político y a la vez poner en el mapa la idea de que la obra debería ser expuesta en Guernica, por ser fuente de inspiración y por justicia histórica. Más de cuarenta años después, la obra se ha convertido en el plato fuerte de ARCO.
Originalmente depositado en 1939 en el MoMA de Nueva York por el propio Picasso, el Guernica fue recuperado por España durante la Transición y fue expuesto en el Casón del Buen Retiro desde 1981 hasta 1992, cuando lo adquirió el Museo Reina Sofía. Cruzó el Atlántico pero no de la forma que Ibarrola deseaba, así que, al ver que sus demandas no tenían éxito, enterró todas sus obras y recreaciones relacionadas con el asunto y nunca más se supo de ellas.
Durante la feria anual de arte contemporáneo, el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el lugar donde por primera vez se expuso este Guernica de Ibarrola, ha adquirido la pieza por 300.000 euros. La familia del pintor, aún vivo pero desconectado de la vida pública a sus 91 años, solo quería que la pieza acabara en un lugar de exposición pública y no en una colección privada.
Ibarrola llevó a cabo una serie de láminas en los años setenta que homenajeaban el cuadro de Picasso en un momento en el que la democracia estaba tan en el aire como en 1937. Estas composiciones tenían su culmen en un mural de dos metros de alto y diez de largo. El autor, además, entendía que la Transición había acabado y así quiso plasmarlo en una exposición de 1981, titulada Legado Picasso - Guernica, lugar donde la obra ganó relevancia. Sin embargo, tras la noticia de que el cuadro aterrizaría en Madrid y no en Euskadi, Ibarrola decidió enterrar estas piezas, que desaparecieron del panorama durante cuatro décadas hasta que han vuelto a emerger en ARCO gracias a la galería José de la Mano.
Fue "por azar y deformación de la galería" el hallazgo de este mural homenaje a Guernica, guardado bajo llave por la familia del artista. "Ibarrola es de los más importantes del grupo de artistas Equipo 57, que aspiraba durante el franquismo a cambiar la sociedad del arte", cuentan desde la galería. Bajo esa premisa de admiración y de redescubrir a aquellos artistas fue como llegaron hasta el cuadro.
José de la Mano, galerista y encargado de llevar la obra a ARCO 2021, atiende a Público y cuenta cómo fue: "Empezamos un proceso de documentación y vimos una foto pequeña que ni sabíamos de dónde era, donde se veía un mural con trozos que parecían del Guernica. Como la obra de Agustín se compone en paneles, había usado cuatro de ellos para hacer una escenografía. Entonces la familia nos contó que este grupo de intelectuales pedían la creación de un museo de la ciudad de Guernica para poner ahí el cuadro de Picasso junto a la de otros artistas"
Una segunda parte de la obra de Picasso
Con los mismos colores fúnebres, con la oscuridad por bandera, Ibarrola plasmó lo que podría entenderse como una segunda parte del Guernica de Picasso. La Guardia Civil reprimiendo, manifestaciones y la tensión geométrica plasman las incertidumbres de una democracia en ciernes y la violencia que Euskadi sufrió durante la dictadura de Franco. Queriendo reivindicar a Picasso, Ibarrola terminó haciendo un retrato de los de los ochenta.
José de la Mano analiza la obra de Ibarrola: "Tener una lámina del Guernica en los setenta y ochenta era toda una declaración de intenciones. Su interpretación 40 años después es, en realidad, una interpretación de la Transición. Está la imagen de la lucha social, de los barrotes de la cárcel, de la Policía. Interpreta el final de la dictadura. No hay que olvidar que Agustín estuvo cinco años en la cárcel".
La vida de Agustín no fue fácil y su compromiso político le pasó factura. Como miembro del Partido Comunista es detenido en 1962 y condenado por un tribunal militar a nueve años de encarcelamiento. En 1965 es puesto en libertad y se embarca, junto a otros artistas vascos, en la creación de varios grupos artísticos que se englobarían dentro de la llamada Escuela Vasca, pero en 1967 es detenido nuevamente y encarcelado en Basauri hasta 1969. Una vez fuera de prisión vio como la extrema derecha incendiaba su caserío-estudio en Gametxo (Vizcaya).
La compra de la obra, a cargo del Museo de Bellas Artes de Bilbao, pone un punto y final poético a los viajes y mensaje de este mural: "Que vaya a Bilbao es cerrar un círculo. Se presenta en el 1977 allí en un espacio llamado la Sala Gris. Que ese sea su destino final es importante para la familia", argumenta José de la Mano, que no duda de que el preció de su venta, finalmente cerrado en 300.000, podría haber sido mucho mayor: "El precio hubiera sido superior, pero al autoimponernos la condición de que fuera para institución hemos puesto un precio más normal".
El Guernica de Pablo Picasso acabó en el centro de Madrid, tal vez un ejemplo más del centralismo español, donde en ocasiones parece que todo nace y muere en la capital del reino. Pero también se podrá decir que fue en Madrid donde el Guernica de Ibarrola se desempolvó para que volviera a Euskadi, para compensar de algún modo que, como dijo Blas de Otero, aquel lugar "un día fue arruinado bajo el cielo".
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