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MADRID.- Uno de los mayores misterios de Marte, ahora que tanto se conoce ya del planeta, es si existe gas metano en su atmósfera y de dónde sale. La posibilidad de que tenga un origen biológico, que sea un indicio de vida presente o pasada, es suficiente para que los científicos se vuelquen en su detección y estudio. De hecho se ha detectado metano, supuestamente, varias veces y por varios instrumentos (el último el rover Curiosity sobre la superficie marciana) pero falta una confirmación definitiva, porque es esquivo, aparece y desaparece, e incluso, según algunos, podría tratarse de contaminación terrestre.
Por eso, la próxima misión europea a Marte, la primera en 12 años, puede resolver este enigma sobre la presencia de trazas de este gas en la tenue atmósfera marciana, que indicaría que el planeta está más vivo, geológica o biológicamente, de lo que se creía. En la Tierra la mayor parte del metano es de origen biológico, de hecho se le relaciona con el cambio climático debido sobre todo al que expele el ganado vacuno. Sin embargo, también puede tener origen geológico, pero no se ha detectado actividad geológica en Marte que explique esta presencia tan variable.
Exomars 2016 es la primera parte de un programa de exploración a largo plazo, en colaboración con Rusia, que incluye buscar indicios de vida y llegar a la superficie de Marte y recorrerla, lo que significaría una primicia para la Agencia Europea del Espacio (ESA). El lanzamiento, a bordo de un cohete Protón desde el cosmódromo de Baikonur, está previsto para el 14 de marzo y la llegada a Marte en octubre.
Se envía una nave que se quedará en órbita de Marte y cuya misión principal es detectar gases, como el metano y otros que se encuentran igualmente en muy baja concentración en la atmósfera, y estudiar de dónde proceden. Sobre este orbitador viaja Schiaparelli, un módulo de demostración de la compleja tecnología necesaria para aterrizar de forma controlada en la superficie. Lleva el nombre del astrónomo italiano que cartografió Marte en el siglo XIX.
Si todo va bien, Schiaparelli, de 600 kilos, se separará del orbitador tres días antes de alcanzar la atmósfera de Marte y caerá hacia la planicie Meridiani Planum, protegido por un escudo térmico. En la fase final de caída se activará un paracaídas y también unos retropropulsores. Si sobrevive a la llegada, podrá transmitir durante unos cuantos días la información obtenida por sus sensores sobre las condiciones atmosféricas, durante el descenso y ya en la superficie, hasta que se le acabe la batería.
La exploración de Marte, que empezó en 1960, está sembrada de fracasos, aunque desde hace unos 10 años los éxitos se suceden y Marte es ya el planeta mejor conocido del Sistema solar. Rusia intentó aterrizar varias veces en el pasado, sin éxito, mientras que Estados Unidos ha tenido grandes fracasos pero también grandes éxitos en sus intentos.
Su vehículo Opportunity, por ejemplo funciona desde 2004 examinando sobre el terreno la geología marciana. Ha recorrido más de 40 kilómetros, un récord absoluto de distancia en otro mundo. También la última misión europea a Marte hasta ahora, Mars Express, que llegó a la órbita de Marte en diciembre de 2003, sigue observando remotamente el planeta. Llevaba un módulo de descenso, el Beagle 2, que se perdió tras su separación de la nave.
Este mes de marzo es una ventana de lanzamiento de las que existen periódicamente para alcanzar Marte en unos siete meses, debido a la situación relativa de los dos planetas, Marte y la Tierra. Por eso también estaba previsto este mes el lanzamiento de una nueva misión de la NASA, Insight, que se canceló en diciembre pasado debido a problemas en uno de los instrumentos, diseñado y fabricado en Francia. Así, en esta oportunidad, solo una nave, la rusoeuropea Exomars tomará el puente espacial hacia Marte.
Exomars tiene una larga y complicada historia, repleta de cambios, por lo que el solo hecho de que despegue por fin es notable. De hecho, la NASA participaba en principio en la misión pero en 2011 renunció a hacerlo por motivos presupuestarios, mientras se concentraba en un proyecto a medio plazo, no realista, de mandar seres humanos a Marte.
Entonces la ESA buscó la colaboración de la agencia rusa Roscosmos, que suministra los cohetes y también varios instrumentos y elementos.
En los instrumentos europeos de Exomars participan investigadores de 14 países, entre ellos España. En el espectrómetro Nomad, instalado en el orbitador que se lanzará el 14 de marzo, participa un equipo del Instituto de Astrofísica de Andalucía (CSIC) liderado por José Juan López Moreno. Si confirma la presencia de metano, será una gran noticia.
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