Burnout: el cansancio laboral que amenaza con acabar con la salud mental de los jóvenes
En un mundo cada vez más exigente y perfeccionista, el exceso de trabajo y presión acaban haciendo mella en los jóvenes y adolescentes, cuya salud mental acaba muy perjudicada.
Helena Celma
El burnout, o síndrome del trabajador quemado, es un fenómeno que ha cobrado relevancia en los últimos años, especialmente entre los jóvenes y adolescentes. Se podría definir como la respuesta al estrés crónico que nos produce el trabajo o, en el caso de los adolescentes, los estudios. Toda esta presión extra acaba dejando en nuestro ser un sentimiento de agotamiento extremo, una reducción en el desempeño personal y profesional e, incluso, una sensación de despersonalización.
Originalmente, el término fue acuñado en la década de los 70 para describir las consecuencias del estrés severo experimentado por profesionales de la salud, pero hoy en día se aplica a cualquier persona que experimenta un nivel de estrés similar en su vida diaria.
Este síndrome no es menor. De hecho, hasta la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo incluyó en la lista de enfermedades profesionales, y es que según el estudio Global Workforce of the Future 2023, 7 de cada 10 trabajadores españoles han tenido esta sensación, una auténtica barbaridad que compromete el bienestar de la sociedad en general.
Hay varios motivos que pueden llevar a esta amarga sensación, pero el principal de todo es el exceso de trabajo. Da igual si el lugar de trabajo que ocupamos es de un cargo importante o de un rango inferior, la cuestión es que la carga de trabajo ha ido aumentando paulatinamente. ¿Cuántas personas han entrado en una empresa con ciertas funciones asignadas y han acabado haciendo el doble? Los trabajadores nos hemos convertido en peones sin prácticamente voz ni voto, cuyas funciones aumentan de forma paulatina hasta que dejamos de saber cómo gestionarlo.
Porque ojo, ¿quién se atreve a alzar la voz y decir que esta situación no es normal? Este estrés crónico al que acabamos sometidos por la cantidad de trabajo que recae en nuestras manos está lejos de ser normal. Además, a esta sensación le acompaña los sueldos mediocres y el alto coste de vida. Si todo el trabajo que hacemos se viera reflejado en una nómina cuantiosa a final de mes, como mínimo podríamos decir que vale la pena, pero no es precisamente la sensación generalizada en los jóvenes. De hecho, es común agradecer que, como mínimo, podamos trabajar, y es que España tiene la tasa de paro juvenil más alta de la Unión Europea, con una cifra del 28,36% al final del 2023, según el INE.
Por lo tanto, es como si fuéramos un hámster en una rueda. Una vez entras en ella, ya no puedes parar, y tan solo coge más velocidad. Dejar de trabajar no es una opción, a pesar de que esté siendo el motivo de que nuestra luz se apague, porque el dinero es lo que rige esta sociedad capitalista, y por ende, nuestro día a día. Sin trabajo no hay dinero, y sin dinero no hay posibilidad de comprar o alquilar una vivienda, de comprar un coche con el que poder ganar más autonomía, de hacer viajes que nos permitan desconectar, o de hacer planes con nuestros más allegados. Si bajas de esta rueda en la que se ha transformado tu vida, se tambalea el resto de opciones.
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Por lo tanto, el panorama que se abre ante nuestros ojos es, cuanto menos, desolador. Esta cronificación del estrés se expande en el resto de áreas de nuestra vida, impidiendo alcanzar la felicidad plena porque las ganas de llorar nos acechan en cualquier momento.
Burnout en el ámbito escolar
Lo peor de todo es que esta sensación no es algo que aparezca tan solo cuando nos instalamos de lleno en el mercado laboral, sino que también puede hacer acto de presencia en plena época estudiantil.
Hay muchos motivos que pueden desembocar en esta situación, como la excesiva presión académica y la sensación de no sentir que lo logrado es suficiente. También influye el ambiente académico y las relaciones sociales que se establecen, y si se dan episodios de bullying. Tampoco hay que olvidar que es necesario que los más pequeños de la casa noten el apoyo por parte de los padres, y que si se suspende un examen no es el fin del mundo, porque antes que sacar un 9 en matemáticas, va la salud mental de los niños y niñas.
Hay varias formas de detectar esta sensación, como por ejemplo la fatiga persistente, la desmotivación por estudiar o por implicarse en las actividades extraescolares, o bien con cambios de conducta tales como estar más irritable de lo normal, aislarse del resto de personas y tener dificultades para conciliar el sueño. Además, también puede manifestarse con agotamiento físico, dolores de cabeza, pérdida del apetito, etc. También hay que fijarse en si los resultados académicos cambian de forma muy drástica.
El mundo puede hacerse bola en muchos momentos, y es fácil pensar cuando somos pequeños que debemos ser los mejores en el colegio o el instituto, pero es necesario parar y que alguien nos diga que hay mucho más allá de una nota o de una titulación… que la vida tiene muchas más cosas y no es necesario perder la salud por ello.
Las consecuencias del burnout
La OMS define el estrés como “un estado de preocupación o tensión mental generado por una situación difícil”. Este malestar que se cronifica acaba teniendo implicaciones en nuestra salud mental, algo que cada vez se ha ido viendo más claro. De hecho, el 20,8% de los menores de edad sufre problemas de salud mental, según un estudio de Unicef.
Es un dato alarmante, pero que tiene sentido si tenemos en cuenta que el 50% de los trastornos mentales comienzan a los 14 años y el 75% se manifiestan antes de alcanzar la mayoría de edad, según la OMS. Algunos de los problemas más comunes son la ansiedad o la depresión, llegando a veces a tomar la solución fatal de suicidarse cuando ya no pueden más.
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Según datos del Instituto Nacional de Estadística, el suicidio es la segunda causa de muerte de los jóvenes españoles. ¿Cómo ha de doler y pesar el mundo para pensar que la mejor solución es abandonarlo, con el vacío que se deja en los más allegados? No es normal esta situación, no se puede llegar a estos extremos de presión y estrés.
Y por muy complicado que pueda parecer, a veces es necesario salir de esta rueda y parar, coger aire, aumentar fuerzas y aprender a gestionar todo, ya sea con ayuda profesional o sin ella, pero mantenernos cuerdos en un mundo cada vez más exigente y difícil es imprescindible.