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Erupción volcánica Los vecinos de La Palma arriman el hombro para salvar animales y enseres mientras aumenta la incertidumbre en la isla

Los ciudadanos de El Paso y zonas aledañas continúan rescatando animales de fincas ganaderas y poniendo a salvo todo lo que pueden de sus casas. Otros envían ropa y alimentos para las personas evacuadas, que ya superan las 5.000. El magma sigue arrasando todo a su paso e intensifica el clima de inquietud en el que viven los palmeros.

Elena, una veterinaria de la isla, y otros dos hombres hablan con uno de los voluntarios que están sacando animales y pertenencias de las fincas agropecuarias de El Paso.
Elena, una veterinaria de la isla, y otros dos hombres hablan con uno de los voluntarios que están sacando animales y pertenencias de las fincas agropecuarias de El Paso. Alejandro Tena

"Nuestra economía es agraria, además de turística. Hay muchísimos agricultores y ganaderos que lo están perdiendo todo". Mientras Elena, una veterinaria de La Palma, se lamenta, el volcán sigue escupiendo lava al cielo. El sonido, como el de un soplete gigante, impide escuchar bien a esta voluntaria que trabaja sin descanso junto a varios hombres para poner a buen recaudo al mayor número posible de animales ganaderos. Sólo el domingo, tras la erupción, consiguieron  reubicar a 150 reses. "Hoy ya hemos sacado 300 cabras de una granja y otros 70 animales en toda la zona de Cabeza de Vaca", agrega.

Precisamente en esa zona, en la Carretera de San Nicolás, no paran de pasar camiones con remolques cargados de pienso y animales que llevan a puntos seguros de la isla. "No son míos, lo hago voluntariamente, hay que arrimar el hombro", comenta un palmero que asegura haber acudido hasta allí con su remolque desde el norte del territorio insular. No mucho más adelante de ese camino, otro agricultor carga una camioneta con sus cosas, engulle un trago de agua y pide permiso al personal de Protección Civil para poder dar la vuelta y salir del infierno de ruidos y temblores. La prisa apremia más que nunca.

En esta zona, más del 30% de la población vive del plátano, un cultivo que está quedando arrasado por las coladas de magma, según la Asociación de Organizaciones de Productores de Plátanos de Canarias (Asprocan). Se pierde el hogar y se pierde el empleo. Es el caso de Sheyla y su familia. La plantación para la que trabaja todavía no se ha visto afectada por la erupción, pero se asienta en una zona roja, en mitad de cruces cortados por donde probablemente circulará la lava en las próximas horas. En la misma tesitura se encuentran su padre y su hermano, que, pese a todo, han decidido subirse al camión para ayudar a sacar pertenencias, material agrícola y animales de algunas de las fincas que fueron evacuadas el domingo por la tarde.

Un camión cargado de cabras para evacuar de la zona de Cabeza de Vaca, una de las más afectadas por la erupción del volcán de La Palma.
Un camión cargado de cabras para evacuar de la zona de Cabeza de Vaca, una de las más afectadas por la erupción del volcán de La Palma. Alejandro Tena

La población está volcada pero al mismo tiempo dividida. Eso opina Elena, para quien esta catástrofe ha puesto sobre la mesa las dos islas que coexisten en La Palma; la del lado este, donde la vida marcha igual y apenas se sienten temblores; y la del lado oeste, con un cielo cubierto de cenizas. "En esa zona hay otro pálpito diferente al nuestro, están compungidos por lo que ocurre, pero no lo viven de cerca". No obstante, es precisamente en ese lado de la isleta donde la población ha abierto las puertas de sus casas a los evacuados. Allí, en El Fuerte, donde se han cobijado la mayoría de los 5.000 evacuados, se puede ver como los vecinos se acercan con bolsas cargadas de alimentos y paquetes de botellas de agua para dar apoyo a sus paisanos.

"Estamos recibiendo miles de llamadas diarias de gente que quiere ayudar con enseres, alimentos, agua y con dinero"

Sin embargo, es en El Paso –en el lado oeste– donde la gente está más implicada en estos momentos. El Consistorio ha abierto un centro de avituallamiento en el campo de fútbol municipal y el trasiego no cesa. Llegan personas particulares que curiosean y marchan, pero sobre todo se asoman vecinos con paquetes de comida y botellas de agua, además de empresarios locales dedicados al sector de la alimentación y hostelería que, con furgonetas cargadas, dejan víveres. "Sí, sí, esto lo damos gratis. A mí me ha dicho la empresa que lo traiga y es lo que hago, me parece bien, claro", expone un repartidor que acaba de descargar varias cajas de magdalenas. Lo mismo ocurre en las instalaciones deportivas de Los Llanos, donde la Cruz Roja gestiona la llegada de ciudadanos afectados por la erupción y reparte alimentos.

Irinova Hernández Toledo, concejal del Ayuntamiento de El Paso, es una de las encargadas en coordinar el centro de avituallamiento del municipio palmero. "Por aquí han pasado al menos cien personas evacuadas sólo de las zonas de San Nicolás, El Frontón y Alcalá y, aún así, siguen llegando con cuentagotas", expone la política, que resalta el papel que están jugando los ciudadanos de la Isla Bonita: "Son muchas las empresas y particulares que quieren colaborar. Estamos recibiendo miles de llamadas diarias de gente que quiere ayudar con lo que sea; enseres, alimentos, agua y también con aportaciones de dinero".

Daños que durarán mucho tiempo

"Esto no van a ser unos días, va a durar mucho tiempo. No es sólo hasta que termine la erupción, luego habrá que ver cómo ha quedado todo, las carreteras...", arguye una vecina que se encuentra junto al estadio de El Paso. En cierta medida su visión resume el clima en el que se ha sumergido la mayor parte de la isla durante estos días. No es una riada y tampoco un incendio, en tanto que ni hay capacidad científica para predecir cuándo dejará de escupir magma el volcán ni hay métodos técnicos para contener las coladas de lava que avanzan de manera incontestable hacia el mar.

"Esto puede durar meses", dice a los pies de Cumbre Vieja un miembro del personal de emergencias, que recuerda que la erupción del Tehuya, en el siglo XVI, se alargó hasta los 84 días. La del Teneguía, la última en darse en La Palma hace justo 50 años, es la erupción más corta registrada y se alargó 24 días ininterrumpidos; del 26 de octubre al 18 de noviembre.

Esa incertidumbre se convierte en pesimismo y amargura al ver que día tras día las cosas no mejoran. Al cierre de esta crónica, la lava no había llegado todavía al mar  –un hito tan tóxico y peligroso como esperado entre los lugareños– pero ha alcanzado ya la localidad de Todoque, el último núcleo poblacional antes descender al atlántico, y cubre ya más de 100 hectáreas. Su paso, sin incluir los daños que ya está ocasionando en esta localidad, ascienden a más de 183 viviendas y 200 infraestructuras arrasadas. 

"Puede haber nuevas coladas y las que ya existen se pueden ensanchar todavía"

Itahiza Domínguez, portavoz del Instituto Geográfico Nacional (IGN), incide en la idea de que la llegada del magma al océano no supondrá siquiera el principio del fin de esta catástrofe. "Todavía no hay nada claro, puede haber nuevas coladas y las que ya existen se pueden ensanchar todavía", explica, para señalar que la velocidad de estos ríos volcánicos se está ralentizando mucho. "Ahora hablamos de unos 50 metros por hora. Esto es porque la lava se aleja del foco eruptivo y llega a una zona mucho más llana, por lo que le cuesta avanzar. Es imposible predecir nada, podría tardar días en llegar al mar".

La incertidumbre de los vecinos es la de los expertos. "No sabemos ni siquiera el volumen de magma que puede salir", agrega Domínguez. Se estima que hay entre 15 y 20 millones de metros cúbicos de magma en la corteza, pero hay más cantidad abajo, de tal modo que no hay un dato exacto sobre el volumen de escoria que podría salir a la superficie. "De hecho, no tiene por qué salir toda, se puede ir calmando", añade el experto del IGN.

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