Este artículo se publicó hace 3 años.
La muerte de Asís, un temporero invisible entre las eternas chabolas de Huelva
La pasada semana se halló el cuerpo en descomposición de Asís, un varón magrebí que vivía en un asentamiento irregular de Lucena del Puerto y buscaba trabajo en la campaña de la fresa. Llevaba varios días muerto sin que nadie se diera cuenta.
Jairo Vargas Martín
Madrid-Actualizado a
Se llamaba Asís y murió en la soledad de su chabola, levantada con cartones, plásticos y palés en un asentamiento de trabajadores migrantes de Lucena del Puerto, una de las localidades onubenses que más mano de obra migrante utiliza durante la campaña del fruto rojo, con contrato, sin papeles o con los papeles de otro.
Poco más se conoce de él. De hecho, nadie sabía siquiera que había muerto. Fue el olor cada vez más fuerte y la presencia de insectos lo que llevó a sus vecinos —también trabajadores migrantes que viven en chabolas— a echar un vistazo. Lo encontraron en el suelo de tierra de su endeble chamizo, mucho peor preparado que el de los temporeros que trabajan todo el año en la zona, lo que indica que Asís había llegado hacía poco tiempo al lugar, un pequeño bosque de pinos y eucaliptos, no muy lejos de las fincas donde crecen las fresas, el oro rojo de esta provincia andaluza.
Según la Guardia Civil, Asís era un temporero marroquí de mediana edad que falleció por causas naturales. La autopsia no ha encontrado indicios de muerte violenta, y los envases de medicamentos para la epilepsia que se hallaron cerca de su caseta indican que se podría estar medicando para esta enfermedad.
Entre la documentación no había ningún contrato laboral, por lo que se cree que aún no había empezado a trabajar o que lo hacía en negro, aunque según varias fuentes, el hombre llevaba seis años en España, pese a ser la primera vez que acudía a este asentamiento informal. Al parecer, tenía papeles y permiso de trabajo, algo que no le garantizaba dejar de vivir en condiciones infrahumanas, sin agua corriente, sin electricidad, en una zona aislada.
"Esto tiene que visibilizarse. Son cosas dramáticas que ocurren a gente invisible"
Llevaba al menos cuatro días fallecido cuando lo encontraron, apuntan varias fuentes. "Es un ejemplo claro de la soledad a la que se enfrentan estas personas. Asís no conocía absolutamente a nadie en el asentamiento, apenas tenía relación con los demás. Es algo muy común y uno de los grandes problemas de estos trabajadores migrantes", explica a Público Manuel Antonio Conde, delegado territorial de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía en Huelva.
Conde visitó el asentamiento la pasada semana tras conocerse el hallazgo del cadáver. "Esto tiene que visibilizarse. Son cosas dramáticas que ocurren a gente invisible, pero al lado de nuestra casa, sin que nadie se entere. No puede ser", asegura este educador social a quien el tema no le resulta nada ajeno. Durante años trabajó con las ONG que visitan y dan seguimiento a los trabajadores migrantes de Huelva que viven en los asentamientos.
Dos décadas de chabolismo en Huelva
Son ya más de dos décadas de campamentos míseros que, sin embargo, no dejan de hacer crecer la renta de estos pueblos sin que se dé una solución real y efectiva a su drama. El problema crece y crece sin que ninguna Administración local, regional o estatal actúe. Crece al mismo ritmo que las hectáreas de cultivo de frutos rojos, a la misma velocidad que los beneficios de las empresas agroalimentarias onubenses. Pero siempre en los márgenes, entre carreteras secundarias, en descampados, en fincas en desuso, a lo largo y ancho del coto de Doñana; de espaldas al día a día de las localidades de la provincia.
"En Lucena del Puerto, los asentamientos se han disparado. Hace tres años había tres más o menos grandes. Hoy hay más de 15, más dispersos y de menor tamaño", ilustra Conde, que indica que, en el que murió Asís no hay más de siete u ocho cabañas. "Está más escondido y con las chabolas muy separadas. Por eso tardaron tanto en darse cuenta de que había muerto", apostilla.
Paco Villa, responsable de la ONG ACCEM en Huelva, asegura que el día antes de que muriera Asís, un equipo de la organización había visitado el lugar en el marco de los programas de intervención en los asentamientos que financia la Junta de Andalucía. El fallecido llevaba allí poco tiempo, aunque el problema, dice Villa, "está cronificado".
Más de 3.000 temporeros
Ya no son solo los migrantes que acuden a la temporada, sino la cantidad de personas que viven en estas condiciones durante todo el año, como si fueran pequeños barrios de trabajadores sin casa que se establecen junto a las fincas, como ocurría hace más de un siglo con los campesinos que migraban a las ciudades en busca de empleo en las fábricas.
Es difícil establecer una cifra real de temporeros en Huelva. Villa habla de unos 3.500 cuando se empieza a recoger el fruto rojo y de una cuarta parte el resto del año. "Cuando empieza la campaña de la fresa, la población migrante aumenta muchísimo", sostiene Vera. "Es imposible que haya vivienda digna para todos", asevera. A la falta de viviendas en estas localidades se una la desconfianza de los propietarios a la hora de alquilarlas, pero también el precio y la necesidad de los temporeros, que muchas veces prefieren vivir en esas condiciones a gastar lo poco que ganan en un alquiler. Entre enviar dinero a sus países para su familia o vivir entre cartones, muchos tienen claras sus prioridades.
Cada año se discuten posibles soluciones, los medios de comunicación publican reportajes, las instituciones elaboran informes, las ONG cubren necesidades básicas, se informa de grandes incendios, de demoliciones de chabolas y se recuerdan las vergonzosas conclusiones del relator de la ONU para la pobreza extrema. Se ponen en macha programas de inserción, se hace protestas en las plazas de los pueblos; pero el chabolismo de los temporeros ya es endémico y crónico, una pata fundamental de la boyante agroindustria local.
Hace pocos meses, la Asociación de Nuevos Ciudadanos por la Interculturalidad (ASNUCI) levantó por sus propios medios un albergue para temporeros en la localidad de Lepe. No está muy lejos del albergue municipal que el Ayuntamiento dejó a medio terminar y que, durante años, ha servido de refugio a centenares de trabajadores que la pandemia visibilizó como esenciales, pero que en la práctica son maltratados. "La mayoría de los municipios ve los albergues como la mejor solución", comenta Villa, pero la realidad, año tras años, siguen siendo las chabolas y falta de voluntad política, empresarial y social para remediar el drama.
"Son tantos años ya que los perfiles han ido cambiando", advierte Villa. "Cada vez detectamos más problemas de salud mental después de años sufriendo esta situación de precariedad. Y vemos más consumo de tóxicos", destaca. Los que se quedan todo el año ya no son solo trabajadores del campo, "hay gente que trabaja en bares, como taxistas o en talleres mecánicos, pero siguen viviendo en asentamientos que van cobrando vida propia", sentencia.
El cuerpo de Asís espera ahora en un tanatorio otra de las grandes trabas, una repatriación que puede demorarse mucho tiempo, sobre todo ahora que la frontera con Marruecos vuelve a estar cerrada a causa de la pandemia. "Hace falta localizar a la familia, reunir dinero y muchos trámites", explica el delegado de Igualdad de la Junta. Taufik Belassal, otro temporero marroquí, murió en el incendio de su asentamiento en 2019, y aún espera ser repatriado en una morgue onubense. Cuando eso ocurra, si ocurre, las chabolas aún seguirán en Huelva.
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