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El matrimonio de Juan Carlos I y Sofía: la enésima farsa de una monarquía levantada sobre los cimientos del patriarcado

La Casa Real sigue encarnando un modelo de familia jerárquica, donde el silencio y la sumisión de las mujeres han sido claves para preservar el "orden" dinástico.

Los reyes eméritos don Juan Carlos I y doña Sofía en el acto conmemorativo del 40º aniversario de la Constitución de 1978.
Los reyes eméritos Juan Carlos I y Sofía de Grecia en el acto conmemorativo del 40º aniversario de la Constitución de 1978. Eduardo Parra / Europa Press

La monarquía ha pervivido a lo largo de los años en nuestro país amparada en un anacronismo de herencia franquista que contrasta profundamente con los valores democráticos contemporáneos. Si bien su existencia en un Estado de Derecho supone ya un oxímoron, lo que a menudo pasa desapercibido es su rol como baluarte del sistema patriarcal. En una época en la que parece que el empuje del feminismo ha vaticinado enormes avances, la Casa Real sigue funcionando como la encarnación de un modelo de familia jerárquica, donde el silencio y la sumisión de las mujeres han sido claves para preservar el "orden" dinástico. Es en esa perpetuación de esquemas machistas donde se entrelazan las figuras de Juan Carlos I y la reina Sofía, símbolos de una España arcaica, sobre el que el CIS lleva sin preguntar cerca de una década.

La reciente publicación de los audios del emérito con Bárbara Rey han puesto de nuevo en el foco una figura cuya vida pública y privada está lejos de pasar desapercibida. Desde sus presuntas actividades corruptas hasta sus infidelidades, los escándalos no han dejado de surgir y reavivar el cuestionamiento sobre el legado del exmonarca.

¿Cuánto dinero de los ciudadanos habrá sido utilizado para acallar a las amantes y no amantes de Juan Carlos de Borbón? De momento, se conocen ejemplos como el de Corina Larsen, el de Marta Gayá y, ahora, el de Bárbara Rey; pero en las conversaciones que han sido filtradas, el "campechano" también hace mención al silencio del general Alfonso Armada. ¿Qué tendría que callar el militar sobre el golpe de Estado del 23 de febrero de 1981? No cabe duda de que el relato pro-juancarlista que se generó a raíz del 23-F fue el impulso de legitimidad que la monarquía necesitaba para sobreponerse a quienes se mostraron críticos. También a los que veían un caballo de Troya en la institución en la que Francisco Franco confió la continuidad del régimen. Quizá también el miedo del momento jugó a su favor.

Resulta inevitable hablar de cómo, sin embargo, a pesar de los numerosos episodios que han retratado al rey emérito desde todos los planos (institucional, moral y ético), sigue existiendo en algunos sectores una admiración hacia su figura.

La reina Sofía, ¿esposa modelo o víctima?

Así, aunque Juan Carlos de Borbón sea un hombre que encarna todos los valores de la masculinidad tóxica y tradicional, impune e históricamente tolerada, su carácter no ha sido solo aceptado, sino celebrado en gran parte de la cultura española. Por lo que parece normal que pocas personas se hayan sorprendido al escuchar en sus conversaciones grabadas comentarios sobre la reina Sofía como: "Entre tú y yo… Voy a ser egoísta (...) para mí es comodísimo", "Como rey acerté, hice bingo, como profesional hace un papel de número uno" o "¡Vaya si cumple (como reina)! Y, encima, aguanta, no se va con otro".

Isabel Menéndez: "Juan Carlos encarna un tipo de hombre que vive bajo la impunidad. Sofía ha perpetuado la idea de que las mujeres no tienen otra opción"

A nivel personal, la relación entre Juan Carlos I y la reina Sofía –conviene recordar que hablamos de un matrimonio de conveniencia–, ha estado marcada por picos de tensión que revelan no solo una falta de respeto, sino que son también el reflejo de una dinámica patriarcal que perpetúa el ideal de familia tradicional. Si bien, como advierte en una conversación con Público Isabel Menéndez –catedrática de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad de Burgos–, es "difícil" juzgar este tipo de relaciones bajo parámetros contemporáneos; es evidente que esta se apoya en el "doble estándar" que ha sido históricamente característico de las relaciones de poder entre hombres y mujeres

Mientras él disfrutaba de "una vida de Don Juan", marcada por el engaño, Sofía de Grecia era elevada como ejemplo de una feminidad estoica, paciente, que aguantaba en silencio las humillaciones. Una figura que ha sido ensalzada por numerosas voces (sobre todo conservadoras), convirtiéndola en un modelo de virtud que, en realidad, sigue siendo el paradigma de lo que una mujer "debería ser": una esposa "digna" y que "resiste"

Para Menéndez, lo alarmante no es solo el comportamiento de Juan Carlos I, sino el hecho de que este tipo de masculinidad, en la que el hombre tiene derecho a una vida dentro del matrimonio y otra fuera de él, ha sido un modelo normalizado: "Juan Carlos encarna un tipo de hombre que vive bajo la impunidad que le otorga el poder. Y, a su lado, Sofía ha perpetuado la idea de que las mujeres no tienen otra opción que callar y soportar". 

Míriam Martínez Lastra: "La reina Sofía ha ocupado una posición de privilegio, pero a costa de su propio bienestar emocional y personal"  

El análisis de la socióloga Míriam Martínez Lastra, miembro del think tank Ideas en Guerra, amplía esta crítica, resaltando cómo la historia de este matrimonio encarna de alguna forma la violencia simbólica contra las mujeres. "La reina Sofía ha ocupado una posición de privilegio, pero a costa de su propio bienestar emocional y personal", explica Martínez Lastra, ya sea por una cuestión de valores de su tiempo, dentro de la propia institución o de conveniencia. "A día de hoy, muchas mujeres han roto con ese esquema, pero sigue habiendo quienes quieren recuperar y perpetuar ese ideal arcaico", apunta a este medio la científica social, recordando el retorno del discurso tradwife en las redes sociales.  

De acuerdo con Martínez Lastra, el matrimonio real es el ejemplo "perfecto" de la crítica que se hace a Zygmunt Bauman y a la sociedad líquida. Lejos de que la sociedad "de repente" ame líquido (en términos de libertad para amar o de libertad sexual), es que los hombres han amado líquido "toda la vida", defiende la socióloga. Son las mujeres "quienes han sostenido las familias en base a su exclusividad sexual y su silencio". Lastra extiende, en este caso, la responsabilidad a una "cuestión de Estado", otro motivo por el que quizá la reina Sofía se mantuvo en su posición, sumado a su carácter eminentemente conservador (cuando no reaccionario).

No en vano Pilar Urbano recoge en su libro La reina muy de cerca declaraciones de la monarca que dan pinceladas sobre su personalidad. Algunas sobre el matrimonio homosexual como "comprender, aceptar y respetar que haya personas con otra tendencia sexual, pero ¿que se sientan orgullosos por ser gays? ¿Que se suban a una carroza y salgan en manifestaciones? Si todos los que no somos gays saliéramos en manifestación... colapsaríamos el tráfico. Si esas personas quieren vivir juntas, vestirse de novios y casarse, pueden estar en su derecho, o no, según las leyes de su país; pero que a eso no lo llamen matrimonio porque no lo es". O acerca de la religión: "Se ha de enseñar religión en los colegios, al menos hasta cierta edad: los niños necesitan una explicación del origen del mundo y de la vida", y en contra del aborto

Respecto a su papel como representante pública, se podría decir que la reina Sofía ha desempeñado un papel similar al de su hija, la infanta Cristina de Borbón, en el caso Nóos, moviéndose entre la amnesia y el no saber; con una impunidad bastante parecida a la de su esposo, tal para cual.

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