La Iglesia española pide silencio a sus exorcistas tras el escándalo de Valladolid que acabó con el suicidio de una joven
El mundialmente famoso padre Fortea revela que lo ha dejado ya a petición de su obispo. Mientras, el Vaticano sigue confiando la formación de los curas a los Legionarios de Cristo, una congregación salpicada por el escándalo de pederastia.
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"Ya no me dedico más a los exorcismos", se excusa a golpe de teléfono José Antonio Fortea. El cura de Barbastro era, por así decirlo, como el padre Amorth de los exorcistas españoles y aunque lleva ya diez años sin liberar almas de Satán, su nombre todavía reverbera en la cabeza de la gente cada vez que sale a colación el diablo. A ello han contribuido los libros que sigue publicando sobre entidades malignas y, últimamente, sobre espíritus errantes. Porque, a su juicio, haberlos haylos. "Lo de casa encantada no es una terminología precisa", dice. "Lo que existen son lugares infestados por demonios o temporalmente ocupados por algún alma en pena". "¿Y qué clase de ecosistema es ése?", le preguntamos a Fortea. Al otro lado del teléfono le escuchamos reírse mientras responde: "El purgatorio".
Hay que decir en su descargo que las palabras suyas que reproduce este reportaje han sido robadas de su cortesía. El obispo de la diócesis del sacerdote aragonés le sugirió que se abstuviera de conceder más entrevistas y él lo cumple a rajatabla, aunque por deferencia nos responde a la llamada y se aviene a realizar un par de aclaraciones. La primera y principal es que desde que regresó de estudiar en Roma, hace ahora diez años, ya no ha vuelto a expulsar entidades demoníacas. ¿Por qué le dispensó el prelado de seguir luchando contra el diablo desde su parroquia de Alcalá de Henares? "El obispo anterior me mandó a estudiar y el nuevo no es que me lo prohibiera, pero me dio a entender que prefería que no me dedicara a ello. Yo nunca he tenido un interés especial en ser un exorcista, así que la ocasión la pintaban calva".
Shhhh... la Curia les manda callar
Y ahora que el buque insignia — el más famoso de los exorcistas españoles— se ha echado a un lado, ¿quién o quiénes cuidan en el país de las almas comprometidas por el Maligno? No hay un censo preciso de quiénes son los curas delegados por los obispos para lidiar con Satanás, pero, según Fortea, "en Madrid hay unos ocho y otros seis o siete en el resto del Estado". Lo verdaderamente significativo es que ya no hablan ni conceden largas entrevistas sobre el sacramental y sus batallas espirituales contra los ángeles caídos. Intentamos hablar con los madrileños pero no lo conseguimos. El propio Fortea nos había ya advertido de que se había optado por la discreción. Nos estrellamos igualmente contra el silencio de varios exorcistas de Castilla. Ahora son los luteranos los que se han abierto paso entre los medios y conceden entrevistas, además de algunos latinoamericanos.
¿Significa eso que la Iglesia católica ha decidido orillar la relevancia del diablo? Justamente al contrario. A pesar de su aureola de progre, el pontífice Francisco dejó claro desde el principio de su papado que se tomaba muy en serio a Satanás. En 2017, incluso aconsejó a los sacerdotes que se sirvieran de los exorcistas cuando detectaran verdaderos "disturbios espirituales". De entrada, quien detenta la responsabilidad es siempre el prelado. En teoría, cada diócesis de España debería contar con un cura especializado en plantar cara a Belcebú y al resto de las bestias del averno pero, según nos dicen los versados en el tema, es un hecho que los obispos se resisten a nombrarlos y todavía más, a airear sus guerras contra el inframundo, tal y como sucedía hace apenas unos años.
A este velo de silencio que han favorecido puede haber contribuido claramente el clima de opinión que han provocado casos tan escandalosos como el de los 13 exorcismos practicados en Valladolid, dirigidos por el sacerdote Jesús Hernández Sahagún, que desembocaron en el suicidio de una joven de Burgos con problemas psiquiátricos en febrero de 2019. La historia fue llevada al cine el pasado año por el realizador Jacobo Martínez, trayendo de vuelta las truculentas circunstancias que acabaron con la vida de la chica y el papel del cura vallisoletano y de la Iglesia en lo acaecido. Aun en plena controversia, Hernández Sahagún seguía manteniendo que el problema de la muchacha había sido una posesión satánica.
"Muy probablemente, lo de Valladolid guarda alguna relación con el silencio", dice el psicólogo y experto en sectas Miguel Perlado. "Pero está claro que existen otras causas porque la Iglesia es tremendamente compleja en sus intríngulis. Así, de entrada, podría ser visto como prudencia. Pero también entiendo que si le dieran mucho bombo a su lucha contra el diablo habría sectores que se les echarían encima para reprocharles su regreso a algo tan arcaico como derramar agua bendita u orar para exorcizar a gente con trastornos mentales. Claro, si les preguntas a ellos, admitirán que muchos de los casos que les llegan son personas con patologías psiquiátricas, pero te dirán que existe un pequeño número de posesiones genuinas. Tampoco ayuda a todo este fenómeno el resurgir del pensamiento mágico y todas estas capas de la población enganchadas a la superstición".
"Lo de Valladolid ha influido como influyó también Emily Rose", sostiene Luis Santamaría desde la trinchera de la Iglesia. Desde 2016, este católico es profesor de un curso de exorcismo que se imparte en Roma, de manera que, por así decirlo, es parte del "sistema". "Hablar de posesión demoníaca es complicado y delicado porque es un concepto que solo puede aceptarse desde el presupuesto de la fe cristiana, e incluso dentro de la comunidad católica existe gente que percibe al diablo como un ente simbólico. Yo diría que la práctica se hace de una forma reservada para preservar la privacidad de las personas poseídas. Aunque también es cierto que, a veces por ignorancia y otras por mala fe, se ha explicado muy mal lo que sucede con la intención de denigrar el exorcismo como algo medieval, carente de racionalidad y propio de una mentalidad supersticiosa, cuando, por el contrario, los exorcistas que conozco ponen un celo extremo en lo que llamamos el discernimiento. Es decir, determinar previamente si existe la certeza de posesión o estamos ante un problema psiquiátrico".
Los más imprudentes responden a la llamada
"Cuando la Conferencia Episcopal tanteó a los curas hace algunos años para ver si alguno se hallaba predispuesto a ocuparse de los exorcismos de sus diócesis levantaron la mano muy frecuentemente los más imprudentes de entre ellos", dice el ingeniero católico y experto en sectas Vicente Jara. "Apareció gente que veía a Satanás por todos los sitios y que no tenía problema en manifestarlo, de manera que se cometieron una serie de imprudencias que explican que ahora se trabaje de un modo silencioso. Había en torno a 25, y al menos siete u ocho se cayeron. Yo calculo que en estos momentos hay una quincena. Por otro lado, hay una tendencia en la Iglesia a lavar los trapos sucios en casa pero cuando las cosas se hacen mal, como sucedió en Valladolid, al final todo transciende porque la gente busca el morbo".
En lo que todos los expertos coinciden es que sigue habiendo una demanda muy creciente en el mercado de los exorcismos que no solo satisfacen los clérigos católicos, protestantes y ortodoxos. Curanderos y chamanes han encontrado una interesante veta de negocio en la expulsión de espíritus malignos y de demonios, con frecuencia a distancia. El fenómeno frisa lo grotesco. Llamamos, por ejemplo, a una especie de hechicera que se publicita con el nombre artístico de Wanda Pratnicka y nos responde desde Nueva York una teleoperadora en un perfecto castellano con un ligero acento. "El problema es que mi hija de 13 años oye una voz de hombre que le susurra que nos haga daño", inventamos. Y la empleada de Pratnicka nos responde: "Escuchar voces es un síntoma frecuente de espíritus adheridos. Me refiero a difuntos que no pasaron al otro lado del velo de la muerte y que pueden asemejarse a diablos o demonios. Esas voces son muy negativas y podrían obligarle a hacer algo que no desea".
Por cincuenta euros, para empezar, la empresa neoyorquina evalúa tu caso y por no menos de quinientos comienzan a expulsarte a los espíritus. Como Wanda se ha jubilado, nos aclaran que sería su marido el que realizaría los exorcismos. Por mucho menos, unos 10 dólares, el Templo de Satán te divorcia de Dios mediante un ritual de "desbautismo". Lucifer y sus compinches son un negocio lucrativo.
Este especie de popularización de la lucha contra los demonios y otros espíritus perversos no es ajena a la propia atmósfera actual que hay en la Iglesia. El discernimiento que menciona Santamaría no obedece a ningún criterio rígidamente objetivable y los tradicionalistas que hace sesenta años se oponían a los esfuerzos del Concilio Vaticano II por orillar los elementos más sobrenaturales de la fe parecen haber ganado la partida, aunque ahora estén en franca competencia con los charlatanes de la Nueva Era.
En 2018, un cura de Chicago fue apeado de su cargo por ritualizar un exorcismo mientras prendía fuego a una bandera del arcoíris. Su proceder y sus creencias no diferían en mucho de las de un chamán sueco detenido en Asturias hace unas semanas que atribuye la homosexualidad a la influencia de alguna clase de criaturas depravadas. En 2020, el arzobispo de San Francisco Salvatore Cordileone llevó a cabo un exorcismo para limpiar del mal el lugar donde un grupo de manifestantes habían apeado de su pedestal la estatua del mallorquín Junipero Serra, un misionero canonizado cinco años antes en Washington por el propio Papa Francisco.
"La tendencia a lo de los exorcismos es creciente", dice Vicente Jara. "Y es verdad que hay personas que, en ciertos ámbitos de religiosidad mal entendida, pueden caer en la patología espiritual de desear tener a Satán en su vida por el interés morboso de sentirse más agraciadamente querido por Dios. Es frecuente el caso de la señora que acude al exorcista; el exorcista le recomienda ir al psicólogo y la señora replica que hablará con el obispo".
"El mundo no deja lo religioso porque hay una sed infinita de lo transcendente", prosigue Jara. "Otra cosa es que se transforme y que, si no está ordenado por las religiones, el hueco espiritual sea llenado con el horóscopo o con sanadores de energías a distancia". Cierto es que los propios exorcistas bendecidos por el Vaticano liberan almas con el móvil desde hace muchos años. Para justificar doctrinalmente el auge de los sistemas telemáticos de expulsión de demonios recurren al ejemplo de Jesús en los Santos Evangelios.
Pobre escena satánica
¿Qué sucede, en el extremo opuesto del espectro, en la escena satánica? Poca cosa. Casi nada. Recientemente, en España se constituyó una asociación de satanistas, pero ni sus creencias ni sus actividades guardan relación alguna con los clichés de Hollywood acerca de sectas clandestinas de asesinos despiadados reunidos para organizar orgías y sacrificios rituales al señor de las tinieblas. "Lo de los satanistas de España es una especie de anarquismo filosófico y espiritual con un toque de burlesque. Interpretan a Satanás como un símbolo de liberación, rebeldía y autoempoderamiento del hombre", dice Santamaría.
"Hubo algo en el pasado que mezclaba el rosacrucismo con un pretendido luciferismo, pero, en la actualidad, yo no me he encontrado con ningún culto organizado", dice Miguel Perlado. "Muchas de las fuentes que mencionan a estos grupos son católicas, lo cual está también relacionado con el despegue de los exorcismos. Para justificar todo ese edificio doctrinal sobre el que la Iglesia se sostiene se precisa del macho cabrío y de Satán. Y, para más inri, el Vaticano forma a los sacerdotes en las labores exorcísticas a través de un centro que depende de los Legionarios de Cristo, lo cual aún introduce más interrogantes".
En efecto, en 2004, la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano volvió a pedir a las diócesis de todo el mundo que nombraran a un exorcista. Esta nueva armada de soldados contra el diablo tenían que ser previamente adiestrada, por lo que en 2005 comenzaron a impartirse clases en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, dependiente de una congregación religiosa fundada en 1941 por el sacerdote pederasta mexicano Marcial Maciel.
Luis Santamaría es justamente profesor del Ateneo, aunque afirma que no es miembro de los Legionarios. "Mi única relación con ellos es que intervengo un día al año en su curso de exorcismo, pero, por lo que sé, los abusos que se dieron en la cúpula de la congregación ya no han vuelto a repetirse tras la intervención de Benedicto XVI y la reforma consecuente. Estoy convencido de que con este curso están prestando un gran servicio, necesario, y por eso yo acudo cada vez que me invitan".
Por el contrario, Perlado llama la atención sobre la contradicción intrínseca que, a su juicio, se aprecia en el hecho de que sea una congregación estigmatizada por los pecados capitales de sus fundadores y algunos de sus miembros la que imparta clases sobre el modo de hacer frente a Satanás. "Yo entiendo que quien cree en las bondades de estos cursos es porque considera que es necesario debido al aumento de la pornografía y el satanismo online, entre otras cosas", dice el terapeuta. "Es decir, asumo que esa es su longitud de onda. Pero, como especialista en sectas, yo nunca aceptaría una propuesta de un grupo en cuya cúpula se han acreditado comportamientos claramente abusivos que han irradiado a otros sacerdotes y se han perpetuado a distintos niveles. No hablamos solo de su fundador — de la morfina o de los abusos sexuales a sus novicios—, sino de otro tipo de cuestiones como la falsedad documental que tampoco han sido aclaradas públicamente. Han intentado cerrar un proceso resarciendo económicamente a las víctimas y algunas de ellas no han aceptado esa compensación a la espera de que no solo hagan una retractación pública sino una depuración de las responsabilidades y un saneamiento de la estructura".
"Yo no hubiera aceptado una invitación de esa institución", coincide en señalar Vicente Jara. "Más que nada, porque no quiero que mi nombre aparezca asociado a un grupo que aún no ha lavado sus trapos sucios. Personalmente, me repelen y creo que el Vaticano debería ser mucho más cuidadoso con esto. Aunque es verdad que son ellos los que imparten esas clases porque no hay ninguna otra universidad que haya querido crear un bloque de profesores para dar enseñanzas de exorcismo".
Infierno como ausencia de Dios
Al final del día, una de las principales causas de disputa entre los sacerdotes y los chamanes o curanderos es que todo el marco filosófico es el cristiano, de manera que, en teoría, solo los clérigos están investidos del poder espiritual para lidiar con los ángeles caídos. Por otro lado, las expulsiones de demonios practicadas por los hechiceros tienen siempre una finalidad lucrativa más o menos maquillada por las espiritualidades alternativas en las que estos dicen sustentar sus habilidades taumatúrgicas. Por lo general, los sanadores ajenos a la Iglesia suelen fijar unas tarifas o, en el mejor de los casos, reclamar la voluntad.
¿En qué punto entienden los expertos laicos que el edificio comienza a ser más tóxico? "En el de las falsas diagnosis y el de las prácticas que terminan derivando en abusos", asegura Perlado. "No en todos los casos, pero en ciertas ocasiones nos hallamos ante episodios clásicos de abuso espiritual. También he visto con frecuencia casos claros de trastornos tratados como exorcismos que dejaron a la persona apabullada por el hecho de que supuestamente tenían algo en su interior satánico que no logró ser expulsado".
Este nuevo Satán de principios de milenio ya no es la entidad simbólica por la que apostaban muchos teólogos en los años sesenta. "Se solía decir que el infierno existe, pero está vacío", afirma Jara. El averno del Siglo XXI se parece al de los fundamentalistas norteamericanos del Mid West que describía Steinbeck en Viajes con Charley. El moderno inframundo de los poseídos y sus aledaños está excelentemente bien provisto de fuego de carbón y es un lugar a la medida de los fariseos pese a que ni el Vaticano lo percibe de ese modo. "Ni siquiera la visión del fuego en la condenación eterna es clásica", concluye el experto en sectas. "Entendemos el infierno como el aplazamiento eterno de Dios y no como un espacio físico que alguien comparte con el resto de los condenados. Esa visión de las llamas procede del basurero de los hebreos, de aquí que uno de los demonios más populares fuera Belcebú (Baal Zebuth), literalmente El señor de las moscas".
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