madrid
En los cenáculos de La Moncloa está muy extendido el comentario de que cuando las cosas salen bien, es gracias a Iván Redondo, jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno, y cuando salen mal, siempre es culpa de la vicepresidenta en funciones, Carmen Calvo. Sin embargo, en esta ocasión, los reproches se están distribuyendo a partes iguales, porque lo que todos constatan dentro del PSOE es el estrepitoso fracaso de la negociadora y el estratega para conseguir el acuerdo con la formación morada.
Calvo se puso al frente de la negociación con Unidas Podemos, sorprendentemente en contra de lo que anunció José Luis Ábalos, ministro de Fomento y número dos del PSOE, dos días antes, cuando informó de que ese liderazgo recaía en Adriana Lastra, portavoz parlamentaria de los socialistas, y María Jesús Montero, ministra de Hacienda. Ya en ese momento, algún diputado del PSOE comentó que esa decisión estaba destinada a que el pacto no saliera.
Más allá de que fuese imposible el acuerdo por las posiciones de Unidas Podemos, como alegan las fuentes negociadoras, Carmen Calvo se ha colocado en el ojo del huracán por la filtración del documento negociador de Unidas Podemos, por un lado, al quedar en evidencia que el texto con cambios salió desde la Vicepresidencia del Gobierno y, por otro, por el nuevo título que, desde el PSOE, se puso al documento: “Las exigencias de Podemos al PSOE”. "Exigencias" por "propuestas", que era el término original.
A esto se une que a la vicepresidenta también se le atribuye el comentario de que el Ministerio de Trabajo no podía estar en manos de Unidas Podemos para no incomodar a la CEOE, Una frase que la vicepresidenta no llegó a desmentir tajantemente cuando fue preguntada en la Cadena Ser. Fuentes de Ferraz, sin embargo, confirmaron a Público en las últimas horas que la frase la dijo ella.
Al otro lado, entre bambalinas, siempre figurando al lado del presidente para ser visto, pero apartándose en el momento justo, está Iván Redondo, director del Gabinete de Sánchez, a quien se atribuye la estrategia negociadora, además, desde el 28-A, aunque ésta no se concretara realmente hasta las últimas 72 horas y con Redondo ya en un segundo plano.
Al exdirector de Gabinete, también, del expresidente extremeño José Antonio Monago, le endosan todos los éxitos, el cacareado win-win y frases tan memorables como que “El Gobierno no cambia de posición, el Gobierno madura sus decisiones” o la de “Si la gente no se acuerda de lo que comió ayer, tampoco de lo que anteayer decía el Gobierno”. Con estas aportaciones, Iván Redondo sigue envuelto en un halo de gurú o spin doctor del que dicen en su entorno que ya está pensando sacar réditos económicos en futuro no muy lejano.
Numerosos miembros de la Ejecutiva socialista, aunque de momento en privado, critican cómo se ha enfocado la negociación y la estrategia. La ausencia de visión política, la tardanza en sentarse a buscar un acuerdo en serio con un programa potente de base, las contradicciones en los mensajes o los avances paso a paso creen estos dirigentes consultados que solo fueron alimentando la creencia en Podemos de que iban a conseguir todas sus reivindicaciones. Fuentes de la formación morada, de hecho, aseguran en este sentido que Redondo desplegó un discurso en sus reuniones con el jefe de Gabinete de Pablo Iglesias, Pablo Gentili, y Pedro Sánchez, otro con el secretario general de Podemos al mismo tiempo, en otro despacho.
Las diferencias personales
De hecho, como contó Cristina de la Hoz en El Independiente hace días, fue el director de Gabinete quien durante la primera reunión de Iglesias y Sánchez (la que concluyó con el "Estamos de acuerdo en que tenemos que ponernos de acuerdo" del líder de Podemos), paseó a los dirigentes y asesores de Iglesias por la sala del Consejo de Ministros, diciéndoles: "Aquí vais a estar". "La percepción de la delegación de Podemos tras la primera reunión entre Sánchez e Iglesias fue que su entrada en el Ejecutivo era segura aunque exigiría una larga negociación", escribe De la Hoz.
A todo este juego de estrategias y estrategas hay que sumar las diferencias personales entre Calvo y Redondo, que pasaron de ser un rumor que se extendió al poco tiempo de formarse el Ejecutivo pero que constituyen ya un clamor en el entorno del presidente y en Ferraz, sede del PSOE, lo que no ayuda a Sánchez a dibujar una sola y nítida dirección en sus planes. “Si Sánchez sigue de presidente, solo puede quedar uno o una”, sostiene un dirigente socialista que conoce bien la situación interna de La Moncloa, Otros apuntan que “mejor, ninguno”. Al margen de la responsabilidad de Podemos, Calvo y Redondo, los dos, habrían fracasado en su objetivo: investir a Pedro Sánchez.
Por todo ello, no son pocos los miembros de la dirección socialista que apuntan a que, si se abren nuevas conversaciones con la formación morada, es necesario cambiar de interlocutores y, por supuesto, de estrategia.
Quienes así piensan señalan a la portavoz del grupo parlamentario socialista, Adriana Lastra, para que vuelva a intentar recabar el apoyo del partido de Pablo Iglesias, aunque no se le ofrezca ya un Gobierno de coalición –como han confirmado tanto el presidente en Telecinco como la vicepresidenta en la rueda de prensa tras el Consejo de Ministros– y la negociación sea ya una tarea muchísimo más complicada, con profundas heridas abiertas entre Iglesias y Sánchez, pero también entre sus equipos.
El “PSOE de Lastra”, frase que suele utilizar Gabriel Rufián, portavoz de ERC, empieza a acuñarse entre los socialistas dirigentes que se sienten más cercanos al discurso de la diputada asturiana. En la misma órbita de Lastra sitúan, además, a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. De hecho, fuentes de Ferraz sostienen que la cesión del Ministerio de Igualdad a Podemos fue impulsada por la exconsejera andaluza, ya que la vicepresidenta se negaba a soltar un área de la que suele hacer bandera y que ahora está bajo su responsabilidad. En lo que sí hay unanimidad, en todo caso, es que si en estos dos meses hay un nuevo intento para conseguir el apoyo de los diputados de la confluencia de izquierda, hay que cambiar la estrategia y a los negociadores. Aunque admiten los mismos interlocutores que eso lo decidirá el presidente en funciones.
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