santiago
Actualizado:El Bloque Nacionalista Galego (BNG) ha conseguido situar el ecuador de la campaña de las autonómicas gallegas exactamente en donde quería. Con su candidata, Ana Pontón, visualizada por el cuerpo electoral como alternativa real al PP de Alfonso Rueda, y con éste a la defensiva, casi desaparecido y sin mostrar demasiadas armas con las que combatir el mal cuerpo que dejan entre los suyos casi todas las encuestas.
Los sondeos, a derecha e izquierda del arco mediático autonómico y estatal, de institutos públicos, privados y concertados, auspician un resultado demasiado ajustado como para que el sucesor de Feijóo tenga garantías ciertas de que podrá renovar la mayoría absoluta que éste logró hace cuatro años.
El Bloque empieza a atisbar que su discurso de la ilusión por el cambio en la Xunta tras 15 años de gobiernos del PP empieza a calar en serio, a movilizar indecisos y a tomar ese tono épico de las mareas de campaña que provocan resultados que parecerían casi imposibles pocas semanas antes.
Es decir, para lo que nos ocupa, poniéndole a Pontón cuesta abajo el relato de su última semana de campaña mientras que a Rueda, salvo hito inesperado que evite que siga desinflándose lentamente, todo parece ponérsele cuesta arriba.
Unidad del nacionalismo gallego
Pontón visualizó ayer en Santiago la unidad del nacionalismo gallego acompañándose de los líderes de Anova, la formación creada tras la división del BNG en 2012 que incluso amenazó con convertir a la añeja coalición nacionalista en fuerza extraparlamentaria.
Xosé Manuel Beiras y Martiño Noriega, que en su día renegaron del Bloque por las larvadas disputas internas con una dirección que no estaba sabiendo leer los significados sociopolíticos del 15M, y que prefirieron aliarse con Podemos y sus confluencias, la arroparon ayer en un acto en Compostela que no estaba diseñado para otra cosa que para eso: para ilusionar y emocionar.
Beiras y Noriega interpelaron al electorado de izquierdas que sólo se siente convocado para votar a los suyos si observa buen rollo
Para invocar a la militancia nacionalista herida por aquellas dolorosas guerrillas internas, pero también para interpelar a una inmensa mayoría del censo gallego de centroizquierda, silencioso pero consciente y decisivo, al que la interna de los partidos se la trae al pairo y que sólo se siente convocado para salir de casa y votar a los suyos en unas autonómicas si observa buen rollo en las opciones que se le plantean.
En las elecciones generales, autonómicas y municipales de los últimos años de la década pasada, la alianza entre Podemos, Esquerda Unida, Anova y las mareas municipalistas llegó a mover más de 400.000 votos.
Si el Bloque es capaz de atraérselos ahora y sumarlos a los de sus incondicionales y a los de las gallegas y gallegos apartidarios que nunca han votado al nacionalismo pero que ven en Ana Pontón a su imagen y su semejanza electoral, la disputa por la presidencia de la Xunta va seguir beeificiando al Bloque.
Una costra de poder sobre un pueblo movilizado
"Este es un país ilusionado y movilizado, que a veces parece inmóvil porque por encima tiene esa costra [del poder] similar a la que produce la electrolisis en algunas reacciones químicas", dijo Beiras, en respuesta a la moderadora del debate, María Obelleiro.
Obelleiro es la única mujer directora de un diario gallego, que además es el único que se edita íntegramente en la lengua oficial del país y al que la Xunta leva años ninguneando en sus ayudas a los medios, que si benefician a los que se publican en castellano y acompañan en su línea editorial los intereses del PP gallego.
Pero vayamos al grano. Beiras, el exportavoz nacional del BNG, es probablemente la personalidad más relevante del nacionalismo gallego de los últimos tres cuartos de siglo. A expensas de lo que que consiga Pontón el 18F, claro. Pero, con toda seguridad, Beiras es la figura intelectual más lúcida y reconocida de la política gallega en democracia.
Ni Fraga, ni Rajoy, ni Feijóo, si es que puede compararse lo que ellos entendían/entienden por democracia -obviamos, por incomparecencia, la idea de Rueda al respecto- alcanzan la altura y reconocimiento de las que goza Beiras en la opinión pública gallega.
A sus casi 87 años sigue siendo una referencia esencial en el país. Sin esconder profundidad en su discurso, este viernes en Santiago se mostró ocurrente, sencillo y divertido, y sobre todo, cómplice con Pontón y con su proyecto. "¡Pero si hasta en el debate de la TVG Rueda pidió el voto para ella!", espetó, en referencia a la desafortunada frase del candidato popular en su minuto de oro, en el que, olvidando que los pellets aún siguen desenterrados en la arenosa memoria colectiva de los gallegos y las gallegas, aseguró que no quiere que le vote nadie que pueda esperar que le mienta.
Mujer, nacionalista y de izquierdas
Pontón estuve al quite, atenta y agradecida por las palabras de Beiras, y hasta se permitió salirse de los estrictos marcos en los que ha tenido que encuadrarse desde hace años para consolidar su imagen presidenciable. Siendo mujer, nacionalista y de izquierdas, con todo lo que eso acarrea, para aparecer como transparente y cercana y hasta para caerle bien al votante galleguista tradicional del PP.
Así que Pontón no se limitó a vender buenas maneras, capacidad de gestión, solvencia y promesas previsibles, sino que apeló a las emociones, a la memoria del pasado reciente, a esos sentimientos que igual sólo se pueden expresar como haikus de 140 caracteres pero que se clavan en la memoria del elector como chinchetas en una cuenta de Twitter -o de X, o sea-. Y que, por una cosa o por otra, acaban convertidos en trending voting: "Galicia es uno de los países que más se han movilizado en las últimas décadas para defender causas justas. En la papeleta del BNG están todas esas causas".
Galicia es uno de los países que más se han movilizado para defender causas justas. En la papeleta del BNG están esas causas".
Junto a Pontón y Beiras estaba Martiño Noriega, el exalcalde de Santiago que volvió hace unos años a su consulta de médico de primaria tras intentar, una y otra vez, que la mayoría social de izquierdas en Galicia cuajase en opción de gobierno.
Pese al coste personal que supone la exposición pública de cualquier particular metido en política, y más aún si uno se empeña en hacerlo rodeado de quienes no piensan 100% como él, Noriega nunca se ha negado a prestar su imagen a sus convicciones.
Noriega y lo que Galicia desea ser
El viernes volvió a hacerlo, consciente de que él mismo, con su gorra, su chaleco y sus ideales, puede mover unos cuantos miles de votos que podrían ser cruciales para que Galicia sea lo que desea ser.
Y qué coño, lo hizo además con una preciosa y cinematográfica metáfora. La de esa pelota de tenis que rebota sobre la temblorosa red de las finales apasionantes de un deporte otrora elitista, pero que Woody Allen democratizó para el cine negro en Match Point.
Esa bola que expresa que la diferencia entre el bien y el mal se mide en milímetros, en casualidades no exentas de causalidad. O, en términos electorales, en el puñado de votos que caben en una urna. El PP se llevó un escaño en Pontevedra en las últimas autonómicas por sólo 96 sufragios. Hay encuestas que le dan a Rueda 38 diputados, sólo uno sobre la mayoría absoluta. "Esta vez la pelota tiene que caer del lado de la justicia, de los buenos", auguró Noriega.
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