Madrid
Más de 80 mujeres víctimas de violencia machista han sido asesinadas ya en lo que llevamos de año. El 25N es el día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Para visibilizar esta problemática hemos hablado con varias de ellas. Mujeres que han sufrido la violencia machista en sus propias carnes. Y mujeres que lo han hecho además con una dificultad añadida: el alcoholismo.
En España se denuncian 14 violaciones al día y 55 agresiones sexuales. Una violación cada dos horas y más de dos agresiones por hora. Un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el alcohol es un factor de riesgo común en casos de violencia sexual.
Silvia comenzó a consumir a los 42 años y a diferencia de la mayoría de mujeres que son enfermas alcohólicas, ella lo solía hacer en la calle. Su patrón de consumo le exponía muchísimo. "Entraba en una especie de estado de letargo, de inconsciencia, y eso me hacía muy vulnerable hacia los hombres. He vivido desde tocamientos hasta violaciones grupales", cuenta.
Toñi explica que en su caso fue lo contrario. Ella ya venía sufriendo el maltrato psicológico de su marido desde hacía tiempo y el consumo de alcohol se convirtió en su vía de escape para tolerar esa violencia. "Me decía: Puta, estás todo el día puteando. A pesar de que hacíamos todo juntos", lamenta. Toñi cuenta que ella era consumidora de cervezas en casa y que lo hacía cuando intuía que iba a tener una bronca con su exmarido.
El caso de María y Ana fue similar, debido a situaciones familiares complicadas de mucha soledad o en la que el marido pasa mucho tiempo fuera de casa, el alcohol se convierte en el su compañero de duelo. Sin embargo, su consumo se convierte en el insulto fácil para sus exparejas. "Mala madre, no te haces cargo de tus hijos..." son algunas de las palabras que le dirigía su exmarido a Ana.
Silvia cuenta que tuvo que tuvo que cambiarse de ciudad. Ahora vive en Alcobendas, porque una de sus exparejas le amenazó de muerte. Ella explica cómo una noche, después de haberlo dejado, llegó a su casa, la violó, le pegó una paliza y le destrozó la casa. "Después de eso, mi hijo le llamó para pedirle cuentas y lo que él le dijo es que yo era la puta del barrio y la borracha del barrio, esa es la imagen con la que se quedó de mí".
Todas ellas están desde hace varios años en abstinencia y acuden a terapia todas las semanas. Silvia, Ana, María, Toñi y Maite coinciden en que es un camino duro, pero de lo más gratificante. Hablan de sororidad y de cómo la asociación en la que están les ha ayudado a renacer.
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