Manos Limpias buscó bloquear el proceso de paz en Euskadi con la complicidad de jueces y periodistas
El grupo de extrema derecha mantuvo una campaña de acoso y persecución contra los representantes de la izquierda abertzale que trabajaban para alcanzar el final de ETA. Incluso llegó a denunciar a José Luis Rodríguez Zapatero.
Bilbao-
ETA por aquí, ETA por allá. Miguel Bernad, máximo responsable del grupo ultraderechista Manos Limpias, dedicó buena parte de su trayectoria a aprovecharse del buen feeling con jueces y medios de comunicación para mostrarse como una especie de Superman que no luchaba contra ese supuesto "entramado". Entonces, a diferencia de hoy, únicamente recibía aplausos y alabanzas.
"Todo el mundo sabía que eran de extrema derecha, pero se les blanqueó e incluso se les llegó a presentar como los más valientes", reflexiona al otro lado del teléfono Floren Aoiz, ex miembro de la Mesa Nacional de Herri Batasuna.
El testimonio de este conocido militante independentista tiene su reflejo en la hemeroteca de un amplio número de medios de prensa que daban cuenta de las andanzas de Manos Limpias y que, cuando se trataba de contar sus denuncias contra la izquierda abertzale, jamás señalaban que los denunciantes eran de ultraderecha.
Manos Limpias sentía especial obsesión hacia quienes habían formado parte de HB y luego, desde nuevas estructuras políticas de la izquierda abertzale, intentaban abrir camino hacia un escenario en el que ya no estuviese presente la violencia de ETA.
La asociación ultra que dirige Bernad intentó que los jueces bloquearan cualquier intento de avanzar hacia ese nuevo escenario. Así lo demostró, por ejemplo, en mayo de 2006, cuando interpuso una querella ante la Fiscalía del Estado y la Audiencia Nacional contra el entonces portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi, por su papel en la presentación de la comisión negociadora que trabajaría precisamente en buscar vías hacia el fin del conflicto.
"Manos Limpias tuvo esa capacidad de criminalizar porque eran blanqueados"
Dos meses después, el grupo interpuso una denuncia ante el Tribunal Supremo contra el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y Patxi López (quien en ese momento se desempeñaba como secretario general del PSE) por la reunión que este último había mantenido con Arnaldo Otegi y Rufi Etxeberria.
Aquel encuentro se enmarcó precisamente en los avances que empezaban a darse hacia un nuevo escenario de paz en Euskadi, una ecuación que no entraba en los planes de Manos Limpias.
Este grupo de extrema derecha denunció al expresidente del Parlamento vasco, Juan Mari Atutxa, y a los integrantes de la Mesa de la Cámara Kontxi Bilbao (Ezker Batua) y Gorka Knörr (EA) por negarse a inhabilitar al grupo parlamentario de la izquierda independentista, Sozialista Abertzaleak, tras la ilegalización de Batasuna. Los tres fueron condenados en abril de 2008 por un delito de "desobediencia".
El denominado caso Atutxa tuvo un largo recorrido judicial y acabó finalmente en Estrasburgo. En junio de 2017, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH) condenó a España por la inhabilitación de los tres parlamentarios, mientras que en octubre de 2019 el Tribunal Supremo decretó la anulación de la sentencia.
"Si miramos hacia atrás, Manos Limpias tuvo esa capacidad la hora de criminalizar porque eran blanqueados mediática y políticamente", señala Aoiz. "En lugar de decir que se trataba de la extrema derecha utilizando mecanismos legales para imponer una agenda neofascista con vinculaciones con la dictadura, se optó por normalizarlo", añadió.
Currículum ocultado
Cada vez que se anunciaba una nueva denuncia contra la izquierda abertzale por organizar una mesa negociadora, convocar manifestaciones o reunirse con representantes de otros partidos, la mayoría de periódicos, agencias de noticias y telediarios presentaban a Manos Limpias como "colectivo de funcionarios" o "sindicato", omitiendo cualquier referencia a los vínculos de Bernad con la extrema derecha.
El líder de Manos Limpias militó en Fuerza Nueva, fue candidato al Parlamento Europeo en 1987 y 1989 por el neofascista Frente Nacional español –heredero del grupo político que había liderado el ultraderechista Blas Piñar– e incluso se mantuvo al frente de ese partido hasta 1993.
Dos años más tarde, Bernad fundó el grupo que en la primera década del siglo XXI intentó boicotear el proceso de paz en Euskadi y que ahora mantiene una estrategia de acoso contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su esposa, Begoña Gómez. Entre sus escasas distinciones se encuentra el nombramiento de Caballero de Honor que le entregó la Fundación Nacional Francisco Franco en 2011.
"Empatía"
Pese a ese currículum, las actuaciones de Bernad fueron contempladas bajo un manto de complicidad cuando se trataba de atacar a la izquierda independentista y a quienes hablaban con sus representantes para tratar de poner fin a la violencia de ETA.
"Ahora no se trata de afrontar la lectura del pasado desde el punto de vista del agravio ni pujar por tener el primer puesto en el récord Guinness represivo, sino que hay que buscar la empatía. Ojala se hubieran dado cuenta antes", afirma Aoiz.
Mientras la clase política y la opinión pública aguardan la decisión de Sánchez, este militante independentista lanza una interrogante: "¿Cómo se pudo normalizar la actuación de un operador de extrema derecha?". "Quizás es una pregunta que habría que haberse hecho hace mucho tiempo, pero bien está también si algunos se la hacen ahora", añade.
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