Las izquierdas gallegas no arriesgaron demasiado en un debate al que Rueda fue vestido de luto
El debate de las autonómicas gallegas en la TVG confirma a Pontón como alternativa en la Xunta al proyecto del PP.
A Coruña--Actualizado a
La política gallega se mueve desde hace décadas en torno a dos claves: hay un partido al mando, el Partido Popular, dotado de una apisonadora electoral como ninguna otra formación ha logrado armar en España ni en Europa en las últimas décadas, y hay una oposición tan variada como voluntariosa que pretende arrebatarle el poder apelando a los puntos débiles de su rival más que a su propia capacidad para ofrecer al electorado una alternativa de gobierno sólida y convincente.
El debate del pasado lunes en la televisión pública de Galicia escenificó a la perfección esa disyuntiva: o Alfonso Rueda, un político anodino y blandito escasamente capaz de defender su gestión y con dificultades evidentes para superar su condición de segundón de su antecesor, Alberto Nuñez Feijóo, o una amalgama de partidos de izquierda a los que les cuesta visualizar la confidencialidad y conjunción que precisan para construirse como opción viable para encabezar la Xunta.
Puede que el resto de España no vea en Galicia algo más que un pedazo de tierra provinciana poblada por irreductibles de raíces antropológicamente conservadoras. Pero en estas elecciones se juega algo más importante que la presidencia de una comunidad autónoma periférica. Si Rueda pierde la mayoría absoluta que Feijóo le legó hace cuatro años -el CIS acaba de advertirlo-, el presidente del PP lo tendrá difícil para asentar su proyecto estatal.
Si el nacionalismo de buen rollo que vende Ana Pontón no consigue desbancarlo del poder con la ayuda del socialismo sanchista de José Ramón Gómez Besteiro, lo que se visualizará es el triunfo de esa España pepera que se siente agraviada, dolorida e insumisa por no haber podido hacerse con el Gobierno pese a haber sido la opción más votada el 23J.
Rueda, de luto
Rueda apareció en el debate de la Televisión de Galicia vestido de traje negro y corbata oscura, casi de luto, como si le avergonzara asumir el rol de presidente de la Xunta (lo es en funciones). Como si pretendiera pasar desapercibido, consciente de que no goza del carisma y la empatía de su predecesor, siguiendo la estrategia de perfil bajo con la que su equipo ha decidido plantear su relatorio electoral.
Rueda no convenció demasiado a quienes desean votarle, pero al menos no les desencantó con ninguna metedura de pata, que es de lo que se trataba.
Al frente se topó con una oposición multipartita (BNG, PSOE, Sumar y Podemos), que criticó la cuestionable gestión que el PP ha hecho de Galicia en los casi 15 años consecutivos que lleva gobernándola: un país en plena desindustrialización, minusvalorado en su autoestima y subdesarrollado en sus potencialidades, con exagerados índices de pobreza y dependencia y cuyos impuestos, elevados para las clases populares y suavizados para los más favorecidos, no están a la altura de unos servicios sociales deficientes, especialmente en el caso de la sanidad y la educación.
El debate de la tele pública, cuyos trabajadores llevan años denunciando la manipulación al servicio de los intereses del PP, estaba planteado a la medida del candidato popular: sin Vox ni Democracia Ourensana, los rivales que pueden arrebatarle los votos y escaños que necesita para gobernar con mayoría absoluta, pero sí con Sumar (Marta Lois) y Podemos (Isabel Faraldo), las fuerzas extraparlamentarias que podrían dividir el voto de la izquierda.
Pontón, imagen presidenciable
La candidata del BNG, Ana Pontón, a quien los sondeos etiquetan como única alternativa real a Rueda en la Xunta, confirmó su imagen presidenciable, sin fisuras ni demasiados aspavientos, pero sin alcanzar ese punto cautivador que se le esperaba después de años construyendo su imagen transversal de política cómplice con las inquietudes de la ciudadanía y especialmente del electorado femenino.
Gómez Besteiro, aspirante del PSOE, mantuvo sus formas con un discurso elegante, aunque su atractivo se diluyó en su escasa capacidad de réplica.
Sí brilló la cabeza de lista de Podemos, Isabel Faraldo, que se movió con la soltura y espontaneidad que se le atribuirían a la ganadora de un debate si los sondeos de intención de voto la acompañaran. Marta Lois, la apuesta de Yolanda Díaz para consolidar en Galicia su proyecto político, estuvo igual de correcta, pero sin apasionar.
Es ahí donde quizá estuvo el punto débil de la izquierda que se postula como alternativa a Rueda. En la ausencia de pasión. Porque fue un debate desapasionado que no movilizará al electorado hastiado del PP, y porque Rueda sacará partido del mismo por la incomparecencia de las emociones, porque la maquinaria electoral del PP gallego es demasiado poderosa como para vencerla con las armas convencionales de una campaña electoral.
Para desbancar al PP de la Xunta la izquierda necesita apelar a la épica, y en el debate del lunes ninguna de las candidatas que se oponen a Rueda logró armar un discurso ilusionante, ni mucho menos apasionado. La única suerte que les queda es que todavía restan casi dos semanas para intentarlo.
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